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Es una de esas canciones transgeneracionales. La cantaban nuestros padres y madres, la cantábamos nosotros de pequeños. Su letra es puro desgarro emocional. Una serie infantil cuya premisa parte del drama más absoluto, el de un hijo separado de su madre debido a las penurias económicas. Luego todos nosotros tenemos más traumas que un vegano currando en un McDonald’s y nadie sabe de dónde vienen. Pues ya os desvelo yo de dónde vienen: de series como Marco.
Tragedia de colores vivos y dibujo naif, pero tragedia al fin y al cabo. En este artículo intentaremos analizar la letra de su deprimente opening sin acabar sintiendo el vacío existencial de Ricky Gervais en After Life. Os aviso que va a ser imposible. Camarero, otro cubo de aguardiente aquí; apúntalo a la cuenta del niño que un día fui.
- Recomendamos encarecidamente leer el análisis mientras se escucha la canción:
«En un puerto italiano…»
La serie animada Marco, emitida por primera vez en los años 70, está basada en el relato Marco, de los Apeninos a los Andes de Edmundo de Amicis. Data de 1886. Ojo que con la tontería llevamos ya casi 150 años llorando con el crío este.
La historia es de sobras conocida, así que nos centraremos en la canción. Atención a la voz del niño que canta. Arias Navarro anunciando la muerte de Franco sonaba más alegre. Viendo una foto del chavalín confirmamos que es, por lo menos, hijo de Belcebú y Margaret Tatcher. Esa mirada radiante y esa crin equina esconden el demonio. Miedo.

«… al pie de las montañas…»
El puerto italiano al pie de las montañas se trata de Génova, en el noroeste de Italia. [Destacar que el autor del artículo casi sufre un derrame cerebral intentando evitar el chascarrillo fácil con la sede del PP]. Allí reside Marco -un chiquillo con cara de apedrear enjambres de abejas- con su padre -un humilde médico-, su hermano -un jovenzuelo bonachón- y su madre -una buena mujer que se ve obligada a emigrar a Argentina por motivos económicos-.
Ahora imaginad que la situación de esta familia es la siguiente: en vez de ser una italiana migrando a Sudamérica, la madre de Marco es una nigeriana que emigra a Italia. ¿Se habría cargado el malnacido de Salvini la serie con sus políticas racistas y, por qué no decirlo, asesinas? Efectivamente.
«… vive nuestro amigo Marco, en una humilde morada.»
Tan humilde es que, como decíamos, la familia de Marco no gana el dinero suficiente como para alimentar todas las bocas de la casa. Así que su madre decide marcharse a Argentina para trabajar como empleada doméstica y mandar dinero a Génova. No se lo dice a Marco, que se entera por un colega. Como cuando vas a pedir vacaciones en agosto y por la espalda todos tus compañeros lo han solicitado antes que tú, así que te tocará veranear en tu apartamento nuevo de Platja d’Aro en febrero.
«Se levanta muy temprano…»
Joder, y yo. Aquí el autor de la letra, Alfredo Garrido García -genio detrás de otros grandes temazos como los de Mazinger Z, Vickie el Vikingo o La abeja maya– pone un poco de vaselina emocional para que nos vayamos ablandando. Don Alfredo lleva malas intenciones, quiere hacernos llorar.
«… para ayudar a su buena mamá.»
Ya lo ha conseguido. Dramón. La voz del niño cantor se arrastra por los suelos mientras alarga las vocales de «mamá». En la pantalla, madre abraza el pijama recién lavado de su hijo Marco con cara de tristeza. Estamos a un guionista de Anatomía de Grey de distancia para que esto se convierta en el calvario definitivo. Entendemos que el sol jamás volverá a brillar.

«Pero un día las tristeza llega hasta su corazón.»
Nos seguimos hundiendo en la mierda, esto es ya imparable. Ojo a la estampa: Marco, destrozado, llorando solo en un puto callejón infecto de su insalubre ciudad. Dan ganas de viajar atrás en el tiempo y pedirle a tu propia madre que por favor aborte, que este mundo solo traerá pesadumbre a su hijo. Solo hay una cosa más fea en este mundo que un niño triste: un niño triste sin su madre.
Eso lo sabían los cabrones de Marco y lo explotan hasta convertirnos en ceniza humana. Uno de esos cabrones, su director, era un tal Isao Takahata. Si os digo Heidi y Studio Ghibli quizás lo situáis. Sí, sí, el tipo dirigió también La tumba de las luciérnagas. He llorado más por culpa de este hombre que por culpa de todas mis ex. Lo odio tanto que lo amo.
«Mamá tiene que partir…»
La dura vida del migrante. No parten por placer, parten por necesidad. Un saludo a los cretinos que jamás entenderán esto. Vaya, segunda vez que cito a Salvini en el artículo.
«… cruzando el mar a otro país.»
La madre se va a Argentina. A Buenos Aires, para ser concretos, aunque más adelante descubriremos que finalmente termina en Córdoba. Ahora, una curiosidad que nada tiene que ver con este fragmento de la canción pero que me apetece mencionar: en hebreo, la serie se llamó Halev. La traducción literal es Corazón. Precioso. Y ahora ya estamos preparados para…
«¡No te vayas mamá, no te alejes de mí!»
… EL APOTEÓSICO ESTRIBILLO Y EL TSUNAMI DE LÁGRIMAS INFINITO. La voz del niño se rompe, parece que le falta el oxígeno o que los recuerdos lo están estrangulando. La madre se aleja con el barco y Marco corre por el puerto, persiguiéndola.
Marco logra convertirse en una proyección de tus recuerdos de infancia y tus miedos de madurez
El océano ríe con crueldad, sabe que se va a tragar los abrazos y los buenas noches de esa madre e hijo. Todos hemos cantado con desquicio esta frase alguna vez de nuestras vidas. Medio en broma, medio en serio, como se suelen decir las cosas que nos da miedo pensar que puedan tornarse jamás en realidad.
«¡Adiós mamá, pensaré mucho en ti!»
En barrena. Si no llamas a tu madre después de esto, eres un monstruo. Llámala y pregúntale qué tal le ha ido el día, no te cuesta nada. No esperes a que esté surcando mares desconocidos para recordar cuánto la querías. En fin, Marco ha logrado convertirse en una proyección de tus recuerdos de infancia y de tus miedos de madurez con tan solo un minuto de canción. Y eso no es fácil de lograr.
«No te olvides mamá que aquí tienes tu hogar.»
Si es una metáfora, es bonito. Si no lo es, es aún más bonito.
«Si no vuelves, pronto iré a buscarte donde estés…»
Me limpio los ojos de lágrimas e intento recobrar el tipo para hablar un poco más de la serie. Marco se cruza el Atlántico en busca de su madre, pero no lo hace solo. Todos recordaréis a su monete, el mítico Amedio.
En todos los doblajes a distintos idiomas, el mono fue bautizado de un modo distinto: Amedio, Amelio, Pepino, Alotro, Amenif, Almedio, Allado… más nombres tenía el jodido mono que Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón. Más nombres y más cerebro, pero ese es otro tema en el que ahora no me voy a aventurar, no vaya a ser que nos cierren el chiringuito de Serielizados.
«… no me importa donde vayas.»
Intento escribir, pero vuelvo a sollozar y no acierto las letras del teclado.
«¡Te encontraré!»
Marco hace una promesa. Marco cumple esa promesa. Tras 52 agónicos episodios, encuentra a su madre en Argentina. Está muy enferma. Nos tememos lo peor. Tras todo este sufrimiento, nos van a dejar caer en un abismo del cual no hay vuelta posible. Pero la madre, al sentir a su Marco cerca y saber de su hazaña, poco a poco va recuperando la salud. Un doctor argentino, impresionado por el milagro médico, es el encargado de decir la última frase de la serie. Se dirige a Marco. «¡Eres tú, heroico niño, quien ha salvado a tu madre!».
Eres tú, heroico Marco, quien nos ha salvado a todos.