Hayao Miyazaki: de aquellas series, estas películas
Padre de Heidi y Chihiro

Hayao Miyazaki: de aquellas series, estas películas

Tras 50 años dibujando su trazo es reconocible en decenas de series y películas de animación. Miyazaki, un ecologista fascinado por la idea de volar, llega al final de su carrera tras devolvernos la fe que perdimos en la infancia.
Sherlock Holmes Miyazaki Marc Renton Serielizados

Qué es la infancia sino un mundo sin ataduras. Un vergel de sueños donde una hoja de árbol reposando en un lago se convierte en un barco pirata dentro de nuestras cabezas, donde nombramos a un peluche centinela de nuestros más grandes secretos; me da miedo la oscuridad, no me gustan las lentejas de mamá, a veces finjo tener dolor de barriga para no ir al colegio. Un periodo de nuestra vida donde cultivamos monstruos y espíritus en nuestra imaginación, algunos de ellos amigos, otros no tanto. Una etapa bellísima condenada al olvido o, peor aún, al silencio. Afortunadamente hay voces que se alzan a pesar de las canas y las arrugas para reivindicar estos mundos fantasiosos e irrepetibles, voces que llevan a nuestras pantallas imágenes que creíamos perdidas tras montones de obligaciones laborales, familiares y sociales. Voces como las de Hayao Miyazaki y su Studio Ghibli.

Este artículo no versa sobre el papel e influencia de Studio Ghibli en el anime y el mundo de la animación a nivel mundial, de eso ya se habló y mucho mejor de lo que podría hacerlo yo en la serie de reportajes sobre la historia del anime de Antonio Ramón Jiménez. Aquí se hablará sobre cómo las primeras creaciones de Miyazaki durante los años setenta y ochenta tienen un peso crucial en las grandes obras cinematográficas de culto que Studio Ghibli daría a luz años después y que todos conocemos: La Princesa Mononoke, Mi Vecino Totoro, El Viaje de Chihiro, Nausicaä del Valle del Viento

Los escenarios que visitó por Europa le servirían más tarde durante su participación en ‘Heidi’

Nos tenemos que remontar hasta 1971 para descubrir el primer contacto con las series de Hayao Miyazaki, aunque a finales de los años sesenta ya había formado parte de los equipos creativos de películas animadas japonesas como El gato con botas. Fue en ese año cuando se integró en el equipo que debía realizar una adaptación de Pippi Calzaslargas para la televisión japonesa. Tras varios viajes a Suecia en busca de localizaciones y de realizar los primeros bocetos de Pippi, un tema de derechos de imagen tumbó el proyecto. La primera experiencia televisiva de Miyazaki –Nagakutsushista no Pippi era su nombre original- se vio cancelada por motivos comerciales, pero su trabajo para esta serie no quedaría en agua de borrajas: los escenarios que visitó por Europa le servirían más tarde durante su participación en Heidi, y el boceto del personaje de Pippi fue aprovechado para sus dos films llamados Las aventuras de Panda y sus amigos. Estas dos películas de media hora –años 1972 y 1973-, donde un niña huérfana se hace amiga de un gran Panda y su hijo, son una de las creaciones más infantiles de Miyazaki y en ellas se puede apreciar inequívocamente el parecido -físico y emocional- entre el Panda grande y Totoro, el que sería a posteriori uno de los personajes más míticos del universo Ghibli. Además, en uno de los bocetos para la adaptación de Pippi Calzaslargas aparece un ciervo que guarda gran parecido con el Shishigami de La Princesa Mononoke. En la mente de Miyazaki ya se estaban cocinando sus obras maestras.

El primer contacto sólido con la televisión de Miyazaki es la adaptación para la pequeña pantalla de la serie manga Lupin III, creada por Kazuhiko Kato en 1967 bajo el seudónimo de Monkey Punch. La cadena Yomiuri TV emitió tres temporadas de esta serie animada: la primera entre 1971 y 1972, con 23 capítulos; la segunda entre 1977 y 1980, con un total de 155 episodios; y la tercera y última entre 1984 y 1985, 50 episodios más. Miyazaki participó en las dos primeras partes de la serie. En la primera temporada elaboró junto a Isao Takahata -con quien más adelante crearía el estudio Ghibli- un total de catorce episodios; en la segunda, ya en solitario, dirigió dos capítulos -145 y 155- bajo el seudónimo de Teruki Tsutomu. Esos dos capítulos serían emitidos en 1980 en la televisión nipona, y fue el penúltimo trabajo de Miyazaki en televisión antes de dedicarse plenamente al cine. De hecho, en 1979 Miyazaki ideó y dirigió la única de sus películas que no es considerada perteneciente al universo Ghibli. Se trata de El castillo de Cagliostro, basada en la propia serie Lupin III, con la que comparte protagonista. Podemos apreciar así cómo el trabajo en televisión de Miyazaki siempre ha sido más tarde aprovechado para sus películas.

Hemos mencionado en el párrafo anterior a Isao Takahata, una figura sin la cual no se entiende a Miyao Miyazaki y los estudios Ghibli. Miyazaki y Takahata también trabajaron en el mundo de las series juntos antes de crear uno de los mejores estudios de animación -¿el mejor?- de la historia. A parte de Lupin III, ambos colaboraron en otras series de animación muy conocidas en nuestra casa. Hablamos de Heidi (1974) y Marco (1976). El director de ambas fue Takahata, siendo Miyazaki únicamente colaborador y sin desempeñar un rol clave, por lo que no profundizaremos en ellas. Donde sí que Miyazaki fue el astro sobre el que todo orbitaba es en el que sería el mayor proyecto televisivo de su carrera: la serie Conan, el niño del futuro.

Uno de los mensajes más persistentes en ‘Conan, el niño del futuro’ es el ecologismo. Esta idea es una constante en la obra posterior de Miyazaki

Basada en la novela The Incredible Tide de Alexander Key, Conan, el niño del futuro se emitió en 1978 en Japón con un total de veintiséis episodios. La serie se sitúa en un futuro donde el ser humano ha hecho trizas la Tierra -tristemente podría no ser un futuro lejano- planeta en el que quedan unas pocas islas habitables. En una de esas islas vive Conan tranquilamente con su abuelo, hasta que llega a sus costas Lana, una niña perseguida y finalmente capturada por agentes de la autoridad, cuya forma de actuar recuerda mucho al Team Rocket de Pokemon, por cierto. A lo largo de la serie se relata la gran aventura de Conan en busca de su nueva amiga. Uno de los mensajes más persistentes en Conan, el niño del futuro y en su planteamiento es el ecologismo, la necesidad de cuidar nuestro planeta. Esta idea es una constante en la obra posterior de Miyazaki, siendo las películas La Princesa Mononoke y Nausicaä del Valle del Viento -film con el que guarda más parecidos la serie- y El Castillo en el Cielo sus mejores ejemplos. También hay presencia de un mensaje antibelicista, como en El Castillo Ambulante, y de hecho la estructura donde Conan y su abuelo viven recuerda al propio castillo de Howl en la película, un enorme amasijo de hierros viejos que sin lugar a dudas es una de las mejores creaciones artísticas de Miyazaki en toda su carrera.

En Conan, el niño del futuro aparece por primera vez uno de los recursos más reconocibles de la carrera de Miyazaki: los artilugios voladores. Porco Rosso es una de sus películas donde más patente se hace esta “obsesión”, y evidentemente en El viento se levanta (2013), la última película hasta el momento de Miyazaki, donde la aviación es el elemento central de su trama. A modo de curiosidad, en la serie aparece una gema azul que reaparece de nuevo en La Princesa Mononoke y en Sherlock Holmes. Y precisamente esta serie, Sherlock Holmes, fue el último proyecto televisivo de Miyazaki y también el último que trataremos en este repaso.

El encargo para dirigir esta adaptación animada del clásico de Arthur Conan Doyle le llegó a Miyazaki en 1982. Tras finiquitar cinco episodios, aparecieron de nuevo problemas de derechos de autor -igual que en Pippi Calzaslargas– que truncaron el proyecto. Este se retomó en 1984, ya sin Miyazaki, aunque finalmente se emitió la serie y sí se incluyeron esos cinco capítulos dirigidos por él que habían quedado en el tintero. Se nota su huella en la inclusión de personajes femeninos valientes y con iniciativa -como en las películas El Viaje de Chihiro o Ponyo-, especialmente en el episodio de Los Acantilados de Dover. Un último detalle: la estética steampunk de Sherlock Holmes también se vería más adelante en la película El Castillo Ambulante.

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Hayao Miyazaki es y siempre será un genio. Y no lo digo por su apabullante personalidad artística y sus habilidades ilustrativas, que también. Me refiero a esa clase de genios que cuando ves sus obras eres capaz de lograr la hazaña de viajar atrás en el tiempo, de sumergirte nuevamente en una época de fantasía e inocencia que se pierde cuando aprendes a atarte los zapatos tú solo y te empiezan a importar más las chicas que los partidos de fútbol en el patio. La infancia es un lugar, y los lugares pueden cubrirse de polvo y vegetación pero no desaparecer. Si echas la mirada atrás, encontrarás ese lugar y tu vello erizado indicará que aún eres capaz de andar ingrávido por esos escenarios mágicos e infinitos que se dibujaban en tu imaginación. Para ello basta con mirar una película de Miyazaki. O una de sus series.

Anotación: la gran mayoría de la información aportada en este artículo está extraída del formidable libro ‘El mundo invisible de Hayao Miyazaki’, de Laura Montero Plata. Lectura obligada para todos los amantes de la animación nipona y no nipona.

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