Análisis en profundidad de la canción de 'Física o Química'
Minutos musicales

Análisis en profundidad de la canción de ‘Física o Química’

El éxito arrollador de 'Física o Química' vino acompañado de una banda sonora, obra de Los Despistaos, que al escucharla hoy te devuelve de golpe esa juventud perdida.
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En el último estertor de 2020, el año en que un guantazo de realidad nos recordó nuestra fragilidad olvidada, volvió Física o Química. Llegó triunfal, obviando el derrumbamiento del mundo y lista para devolver a la adolescencia a una generación que ya ni tan siquiera se siente joven. El Reencuentro -así fueron bautizados, en un noble ejercicio de pragmatismo, estos dos capítulos especiales sobre la tropa del Zurbarán- me sirve de excusa perfecta para poner bajo la lupa de mi propio delirio la mítica canción de la serie. Adentrémonos en los abismos de este temazo juvenil; quizás allí abajo, en el averno del almibarado punk-rock castizo, consigamos recuperar la juventud perdida.

«Ni me miras, ni te quiero…»

Eso le decía el campechano Juan Carlos a su sufrida esposa Sofía. Volviendo al cauce de la corrección política, río cuyos meandros regatean al Tribunal Constitucional, debo decir que me parece una muy buena frase para definir el amor adolescente -uno de los grandes temas de la serie, claro está- y el orgullo idiota que a esas edades nos impide desarrollar relaciones afectivas con un mínimo de estabilidad emocional. Y es que eso mismo, un avión cargado de nitroglicerina atravesando una zona de turbulencias, es el día a día en el instituto, jungla inmisericorde. Física o Química, con sus evidentes y necesarias hipérboles, supo reflejarlo con mucho acierto. De ahí su éxito, presente y pretérito, arrollador.

«… ni te escucho, ni te creo…»

Esta frase me importa poquísimo así que la aprovecho para introducir apuntes genéricos. La canción, obra de los guadalajareños Despistaos, cuenta con más de diez millones de reproducciones en Youtube. En el vídeo, algunos de los grandes nombres de la serie –Fer, Yoli, Cabano, Gorka, Ruth y paro ya porque me está matando esta añoranza de las vidas no vividas- cantan y simulan con más o menos gracia tocar algún instrumento junto a los cuatro componentes del grupo.

Esas diez millones de escuchas quedan en nada si multiplicamos los dos o tres millones de espectadores que de media veían cada capítulo de la serie por los 79 totales de ésta. Hagan números. Esa enorme exposición, a pesar de los rebuznos pedantes de desalmados vástagos del elitismo cultural, hacen de la canción un himno generacional. Dicho de otro modo: todos la hemos berreado hasta reventar un par o tres de granos de aquel acné atroz que nos poblaba la cara con la furia de nuestras gargantas.

«… pero siento que me muero cuando os veo juntos.»

La muerte y Física o Química es una combinación de términos que desembocan necesariamente en la figura de Fer. Aquel traumático balazo en el estómago -disparado por el actor Víctor Palmero, hoy en La que se avecina– nos desangró a todos. Tras la muerte de su mítico personaje, Javier Calvo renació de sus cenizas cual -lo siento- Ave Férnix para acabar convirtiéndose en uno de los creadores más importantes, originales y brillantes de la ficción nacional -e internacional, qué diablos- junto a su inseparable Javier Ambrossi, quien hace un cameo en El Reencuentro. El fin de Fer fue el principio de Javier, un ouroboros artístico en toda regla.

«Medicina alternativa…»

El adolescente, inexperto aún en la gestión de su propia existencia, no es capaz de equilibrar física «y» química en sus decisiones vitales

Aquí la letra, y nos empezaremos a ceñir ya a ella, se pone oscura. ¿Por qué medicina alternativa? ¿Es Miguel Bosé el autor real de esta canción? ¿Son los Despistaos siervos de la doctrina antivacuna? Me gusta teorizar de forma demente sobre canciones en apariencia inofensivas -véase al pobre Willy Fogg– e intentar hallar sus mensajes ocultos. Quizás esta tonada desvela al fin su cara opaca: no era más que un mensaje de aviso conspiranoico frente a los hechos a los que años más tarde deberíamos enfrentarnos durante la pandemia. «Nada de vacunas, joven espectador, cántale al Dios Sol y restriégate por el pecho un manojo de tomillo y zarzas mientras danzas alrededor de un roble centenario en llamas». Sí, tiene que ser eso.

«… tu saliva en mi saliva…»

Si lees esta frase tres veces seguidas y te hacen una PCR, sale positiva. Estas palabras, en contexto pandémico, suenan o bien a salvajada o bien a invitación a liberarnos de las cadenas con las que los mandatarios mundiales y sus secuaces nos tienen apresados en la mazmorra de la inopia. A nadie le hubiera extrañado ver un grafiti con este verso en la nave industrial donde se celebró la ya legendaria rave de fin de año en Llinars del Vallès.

De hecho, apostaría los escasos ahorros de mis escasos amigos a que Física o Química fue la última canción que atronó por los altavoces de aquella vesánica fiesta antes de su desalojo. Solo bailando somos capaces de ganar el pulso al tiempo y sentirnos por un efímero instante -dilatado con desesperación por psicotrópicos y opiáceos- de nuevo tan jóvenes y tan guapos como jamás lo fuimos. Recuperemos el aliento y prosigamos.

«… física o química.»

La dualidad de cuerpo y alma que tanto gustaba a Platón y tan poco a Nietzsche, convertida en metáfora de la mano de dos asignaturas escolares. Aplauso cerrado. El nombre de la serie -y la canción- es sencillamente perfecto. El instituto, paraíso de placeres carnales, puerta a nuevas realidades, la física; el instituto, edén de sentimientos en ebullición, manantial de espejismos, la química.

Especial atención a esa «o», excluyente de alianzas, que no es una «y», puente entre mundos ajenos. El adolescente, inexperto aún en la gestión de su propia existencia, no es capaz de equilibrar física y química en sus decisiones vitales. Debe elegir. Cuerpo o alma. Platón o Nietzsche. Realidades o espejismos. Física o química. Y, ahora, canten conmigo.

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Carlos besa a Fer en los baños del Zurbarán / Atresmedia

«La mitad de lo que hemos vivido…»

Aquí aflora la vanidad adolescente. Con quince años creemos haber vivido todo lo que se puede vivir, paso previo a creernos poseedores de la verdad universal. Al doblar la edad, con treinta, nos damos cuenta de lo estúpido que era esa yo juvenil. Si llego a la sesentena, supongo que me daré cuenta de que con treinta tacos era igual de tonto que a los quince. De alcanzar los ciento veinte años, creedme, mi única labor será rezar a dioses sin nombre para no cumplir los doscientos cuarenta. Más allá de esta abismal mirada al futuro, por la que me disculpo, cabe señalar que la frase ahora analizada es sin duda el clímax de la canción. Un estribillo con el que desgañitarse hasta convertir las cuerdas vocales en herrumbre.

«… hace más ruido que el ruido de un cañón.»

‘El Reencuentro’ es el eco de una serie que puso a una generación frente al espejo. El espejo nunca dice la misma verdad dos veces.

Había dos por uno de la palabra «ruido» en el mercadillo de la RAE cuando se compuso la canción, parece ser. Ignoremos este despreciable comentario, vacuo de toda trascendencia, para romper una lanza en favor de la siguiente creencia con trazas de axioma: las vidas intensas son vidas ruidosas. También las series, me atrevo a añadir. Física o Química hizo ruido, mucho ruido, tratando temas como la homosexualidad, el consumo de drogas, la radicalización de la ultraderecha -Julio y su coqueteo con el nazismo, si es que el verbo «coquetear» y el sustantivo «nazismo» pueden compartir frase-, los tabús sexuales o el ya mencionado school shooting que termina con la muerte de Fer.

El ruido, en una serie, quizás también en la vida, no se logra gritando, sino hablando sobre lo relevante en un momento relevante con personajes relevantes que escupan palabras relevantes. A pesar de sus lagunas y defectos, que de nada serviría ahora enumerar, en su momento Física o Química logró levantar el ruido que nace de la relevancia y no del grito. Una empresa nada fácil.

«Y un corazón de hielo herido…»

Llegamos al final de este verborreico análisis. A estas alturas la pegadiza canción ya ha logrado arrancar la escarcha de nuestros corazones otrora heridos. Dicen que las heridas del corazón las arregla el tiempo, que lo que ayer sangraba mañana lo recordaremos con nostalgia. Es esa nostalgia la que explica que los servidores de Atresplayer estallaran ante el alud de espectadores que se abalanzó sobre El Reencuentro el día de su estreno.

El Reencuentro es el eco de una serie que puso a una generación frente al espejo. El espejo nunca dice la misma verdad dos veces. La verdad, la única verdad incuestionable que estoy en disposición de brindaros en todo el artículo, y es una verdad bonita, es que cuando escucho esta canción desaparecen las canas. O por lo menos me olvido de ellas.

«… se ha derretido en su colchón.»

Basta ya de de escribir por hoy. Es hora de ir a la cama. Pongo la canción de Física o Química una última vez. Me derrito en el colchón. Duermo. Al despertar no me acordaré de lo que he soñado, no esta vez.

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