Series supuestamente seriones de las que no volveremos a hablar
Más allá del branded content

Series supuestamente seriones de las que no volveremos a hablar

Este 2018 ha sido uno de los años más duros para la crítica. La comilona de series es tal que el empache nos ha nublado el juicio para ver más allá de las producciones que las plataformas han promocionado y esto ha dejado en fuera de juego a muchos prescriptores.

'Knightfall' (HBO) fue promocionada por la crítica como la nueva 'Juego de Tronos'

 

“¡La serie que no puedes perderte!”

“¡El nuevo hit del director de True Detective!

“Deja todo lo que estés haciendo, ¡llega la segunda de Westworld!

“¡GANAZAS de la nueva serie de Lena Dunham!”

“Cómo entra lo nuevo del creador de Mad Men

 

Las series que más esperábamos, no han sido las mejores… ni de lejos. Llega la hora de hacer autocrítica de la crítica, de nosotros mismos, y confesar que las plataformas han colado varios goles a los medios dedicados a la difusión y prescripción de series. A lo largo de este 2018 anunciamos a bombo y platillo supuestos seriones que al final han quedado olvidados en la cuneta. Delante de tamaña sobreproducción e hiperventilación consumista, muchos medios (incluido a veces el nuestro) hemos recomendado repetidamente y por encima de nuestras posibilidades las series que las plataformas han promocionado.

En la selva donde reina Netflix el crítico debe ser el domador, quien filtra y discrimina entre lo que es recomendable y lo que es obviable. Y más en la situación actual, en que cada estreno se vende como mejor que el anterior o se compara con la serie exitosa de turno para hinchar la promo y ganar clics. Que si Knightfall era el nuevo Juego de Tronos (?), que si Camping es la dosis que necesitan los fans de Girls (basta ya Lena, ya pasó) o el regreso esperadísimo de Alan Ball (pobre hombre y su gran lastre llamado A dos metros bajo tierra). Y así hasta convertirnos en unos papanatas, más que en unos críticos respetables, a veces acabamos siendo la réplica exacta de lo que destacan las cadenas.

La producción como churros de nueva ficción no debería afectar nuestra visión crítica, de buscar más allá de la página de destacados. El trabajo del prescriptor debería ser el de descubrir las series que se estrenan sin publicidad, escarbar los profundos catálogos de las plataformas para hacerlas llegar al público antes de que se pierdan en el agujero negro de Netflix, Movistar, HBO, Sky, Amazon, Filmin… y no comernos a la primera y solamente las series que gozan de promoción. Porque de este modo, invertimos nuestro preciado tiempo y el de nuestros lectores recomendando lo fácil: The Romanoffs, Knightfall, Élite o La Peste. Hay series más allá del branded content.

Hablando de La Peste. ¿Alguien se acuerda de lo que nos la llegaron a vender? “La serie más ambiciosa de la historia de la televisión en España”, “10 millones de presupuesto” y al final tanto ruido nos jodió el visionado de una serie que tampoco estaba tan bien, pero tampoco estaba tan mal. Mucha previa y poca fiesta, mucha inversión y poco futuro, cuando en realidad la perla escondida era El Día de Mañana, cero promoción, mucha calidad.

¿Qué hubiera pasado si se hubiera estrenado ‘The Wire’ en 2018?

Lo mismo con Netflix. Que si este Halloween Sabrina por aquí, Sabrina por allá y allí estaba La maldición de Hill House que la plataforma ninguneo en cuanto a difusión, pero que gracias a críticos como Toni Garcia Ramon salió a la superficie y llegó a un público importante. Por poner un ejemplo, ‘The Wire’ (2002-2008) fue una serie que en sus primeras temporadas  pasó sin pena ni gloria, a nivel de audiencia, en la emisión lineal de su canal en Estados Unidos, HBO. El reconocimiento mundial le llegó años después, en los tiempos del DVD y series yonkis. Gracias, en parte, a la crítica esa serie llegó al público cuando aún teníamos paciencia por ver ficciones extensas y nos zampamos la de David Simon, The Shield, Los Soprano o Deadwood. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera estrenado The Wire en 2018? Probablemente no hubiera salido en los medios y la mayoría de críticos no hubiéramos pasado del piloto y la cadena le hubiera cortado la cabeza. Quizá me estoy pasando tres pueblos, pero tengo la sensación que nos hubiéramos perdido una de las mejores series de la historia por culpa de las prisas. 

La sobreexcitación narcótica de la crítica a la hora de recomendar series acaba cargándose el visionado virgen de éstas generando horror vacui y estrés cultural y premiando lo meramente “entretenido” por encima de otras series más pausadas, menos dinámicas, pero con más fondo. Y esa actitud afecta tanto a los críticos como a los espectadores. Entre todos debemos empezar a promover el consumo responsable de series. Dejemos a un lado las rayas de hype. Droga mala.

No recordaremos este año precisamente como el del regreso exitoso de vacas sagradas como Alan Ball con Here And Now, Matt Groening con Desencanto (el que genera la serie), Matthew Weiner con The Romanoffs, Lena Dunham con Camping o Steven Soderbergh con Mosaic, más bien lo contrario. Ni tampoco como el año en el que triunfaron las series pomposas y de gran presupuesto como La Peste o Trust, ni tampoco como el mejor momento de la crítica de series.

‘Desencanto’, la última serie de Matt Groening.

Si miramos las listas prematuras de “las series que no te puedes perder este 2018”, probablemente muchas de estas producciones estarían metidas allí dentro. Y curiosamente en la lista final y real de las mejores series del año muchas de ellas no aparecen. 2018 se recordará como el año en el que todo esto fracasó y nos pasaron por delante series más silenciosas que no tuvimos en el punto de mira, aquellas que no estaban en el escaparate, como Killing Eve de Phoebe Waller Bridge (que venía de la maravillosa Fleabag), el descubrimiento de La Amiga Estupenda, el paso de gigante que hizo la ficción en España con Fariña, la tremendísima paja mental de Sam Esmail con Homecoming, la llegada al Olimpo de Better Call Saul como un nuevo clásico y las risas amistosas y tiernas con El método Kominski, la nueva comedia de Chuck Lorre.

Cuando una forma de arte pasa de ser conocida a mundialmente popular y de repente toda una industria que en teoría no forma parte del sector (léase Amazon o Facebook) aprovecha el tirón comercial para lanzarse a la producción masiva de series, la tarea del crítico pasa por no comerse lo primero que le venden y mirar un poco más allá. Porque si entramos dentro del frenético ritmo de nuevos estrenos, entonces es cuando caemos en el error de elevar una serie precipitadamente habiendo visto sólo el piloto a la categoría de “imprescindible” o de “mejor del año”.

Propósito para 2019: que la crítica se dedique a prescribir con tranquilidad y no solo a hablar de lo que las plataformas destacan. No hace falta ver todas las series. Igual que no hace falta leer todos los libros, escuchar todas las bandas o ver todas las pelis. Necesitamos pausa, calma o el fenómeno se nos va a llevar por delante.

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