Jessica Fletcher, el quinto jinete del Apocalipsis - Serielizados
'Se ha escrito un crimen'

Jessica Fletcher, el quinto jinete del Apocalipsis

La mejor arma del diablo es hacer creer que no existe. Y Jessica Fletcher es en realidad la autora en la sombra de los 264 asesinatos perpetrados en 'Se ha escrito un crimen'.
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El último libro del Nuevo Testamento es conocido como el libro de las Revelaciones o el Apocalipsis de San Juan. En su sexto capítulo, se describe a cuatro jinetes montados en caballos de color blanco, rojo, negro y bayo, respectivamente. Son los Jinetes del Apocalipsis, portadores del fin del mundo tal y como lo conocemos. Aunque hay un detalle que los textos sacros pasaron por alto. Existe un quinto jinete. Una amazona, para ser más precisos. Su nombre es Jessica Fletcher, protagonista de la legendaria serie Se ha escrito un crimen, y cuando llegue el día que trascienda de las ondas televisivas para andar a sus anchas por el mundo real, nadie podrá escapara a la Santa Muerte. Uno a uno iremos siendo asesinados en eventos sociales aparentemente inofensivos hasta que en la Tierra haya más gorilas albinos que seres humanos. Y es que la estela de muerte y horror que deja Jessica Fletcher a su paso hace que Gengis Khan y sus tropas mongolas parezcan las Hermanas de la Caridad.

Empecemos hablando de las cuestiones técnicas de la serie antes de entrar a analizar la aterradora figura de Jessica Fletcher. Se ha escrito un crimen fue una serie de enorme éxito de la CBS que estuvo en antena durante doce temporadas, entre 1984 y 1996. El argumento de la serie era sencillo: Jessica Fletcher, una adorable anciana que se dedica a escribir novelas, se encuentra en cada capítulo con un asesinato delante de sus narices que debe investigar. Los capítulos son autoconclusivos y siempre terminan con la señora Fletcher consiguiendo la confesión del asesino, que por motivos incomprensibles cede ante la presión psicológica de una señora de setenta años regañándole como si fuera un niño que ha roto una ventana de un pelotazo. Una serie de sobremesa perfecta que confieso haberme tragado como un poseso en su momento.

En Cabot Cove todo el mundo asesina a todo el mundo; 264 capítulos, es decir, un total de 264 asesinatos

Jessica Fletcher -también conocida como Shiva La Destructora, Deathly Granny o Eterna Hacedora de Llantos- vive en un pueblo encantador llamado Cabot Cove. Encantador en su superfície, sí, pero terrorífico en su esencia. Como un capítulo de Happy Tree Friends. El pueblo, de 3.500 habitantes, tiene una situación ideal frente al Atlántico, y sus calles parecen un remanso de paz donde alegres pescadores y familias modélicas se saludan durante sus paseos de domingo. Pero en Cabot Cove todo el mundo asesina a todo el mundo. Es demencial. Estamos hablando de una serie de 264 capítulos, es decir, un total de 264 asesinatos. La gran mayoría de ellos en el área de Cabot Cove (a partir de la temporada ocho, la serie se traslada en parte a Nueva York). ¿¡Estamos locos o qué?! ¡¿Más de doscientos muertos en un pueblo de tres mil y pico personas?!

Un programa de radio de la BBC calculó en 2012 que la tasa de muertes violentas en este bucólico pueblo pesquero es tres veces superior a la de Detroit. Hablamos de Detroit, una ciudad donde pides fuego para el cigarro y te vacían un cargador en el pecho. Pues proporcionalmente en Cabot Cove se mata tres veces más.

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Quizás un virus local enloqueció a esa gente tiempo atrás, despertando en ellos un instinto asesino sin igual; o la brisa atlántica incide de tal forma en sus playas que parece el susurro de un voz interior que invita a acuchillar al vecino; o la gente se toma muy a pecho Instagram y no recibir un like en tu último selfie es motivo suficiente para envenenar a quien sea; o George R.R. Martin es el alcalde del pueblo. Yo qué sé. Alguna explicación debe haber más allá de la casualidad. ¿Dónde está Iker Jiménez cuando se le necesita? Menos estudiar psicofonías en bosques que realmente son gruñidos de jabalí fornicando y más mandar un equipo de investigación a Cabot Cove.

Pero vayamos a lo gordo. Ya es mucha casualidad que haya un pueblo aparentemente tranquilo donde sean más frecuentes los asesinatos que los chistes malos en Gym Tony, pero que además en ese pueblo haya una persona que los presencie todos y cada uno de ellos es ya la rehostia. Lo siento, yo eso no lo compro. La señora Fletcher es preciosa, me quedaría dormido en sus brazos mientras nos balanceamos en una silla de mimbre degustando un atardecer otoñal, y su estilismo de abuelita ochentera es la envidia de toda moderna festivalera actual, pero hay algo en ella que huele fatal.

No puedes haber presenciado más de 250 asesinatos con tus propios ojos y no mostrar ninguna variación psicológica y emocional del primer capítulo de la serie al último

Para empezar, no puedes haber presenciado más de 250 asesinatos con tus propios ojos y no mostrar ninguna variación psicológica y emocional del primer capítulo de la serie al último. Esta falta absoluta de empatía ante la muerte masiva de inocentes tiene un nombre muy claro: psicopatía. Jessica Fletcher es una psicópata, solo así se entiende que siga atendiendo a bodas, banquetes y bautizos sabiendo que se van a cargar a alguien allí y le dé absolutamente igual.

“Oh, vaya, una invitación para una cena benéfica en un orfanato, qué bien. Me pregunto qué huérfano aparecerá muerto con claros signos de violencia, enterrado entre bandejas de canapés y sus propias vísceras” / “Oh, vaya, una invitación al noventa aniversario de mi vecina, la señora Anderson. Con suerte la asesina su nieto el de la floristería, que la hija de puta no me saludó el otro día desde el porche” / “Oh, vaya, concurso de baile en el centro cívico. Premio para el ganador: una medalla que algún vecino rencoroso le hará tragar hasta la muerte cuando casualmente se fundan los plomos del centro y se vaya la luz”.

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Esa es la vida de Jessica Fletcher. Que no os confunda su mirada bondadosa, su sonrisa bonachona y sus muecas de sorpresa cuando halla un cadáver. Es el diablo. Belcebú. Lucifer. Luzbel. El Anticristo, que contra todo pronóstico viste hombreras, gafas de cerca y pendientes del tamaño de un puño.

Esto nos lleva de cabeza a una de las teorías más famosas del imaginario seriéfilo: Jessica Fletcher es una asesina en serie de niveles estratosféricos que se encuentra detrás de todos esos homicidios que se describen en la serie y que, CURIOSAMENTE, ella resuelve echando la culpa a algún otro desgraciado. Esto es muy serio, gente. Muy, muy, muy serio. Analicemos alguna de las frases más célebres de Jessica Fletcher en la serie, a ver si podemos leer entre líneas:

  • “Sólo hay tres cosas de las que nunca tienes suficiente en la vida, sargento: el chocolate, los amigos y el teatro”. Fletcher es una cínica, y así hay que tomarse sus frases. Chocolate = sangre, amigos = víctimas, teatro = la farsa que monta capítulo tras capítulo. Pensadlo, no es descabellado.
  • “No te quiero alarmar, pero algo siniestro está sucediendo aquí”. Nos ha jodido, Jessica. Encima recochineo. Tu simple presencia es siniestra, no hace falta que te rías de la gente en la cara. Su sadismo no tiene límites.
  • “Si yo fuera tú, desarrollaría amnesia”. Terrible frase, digna de los personajes más terroríficos de la historia de la literatura, el cine y las series. Un aviso del circo del horror que estás condenado a presenciar si coincides con Fletcher en una comunión.
  • “Tengo una habitación de huéspedes donde hace meses que nadie duerme”. ¡¿Estoy enloqueciendo o esto es una clarísima referencia metafórica a la desazón que la empuja a asesinar de forma descontrolada para sustituir la falta absoluta de humanidad que copa su existencia?!

Es difícil probar esta teoría. Miento, es imposible. No hay ser humano que pueda llevar a cabo una investigación que demuestre que Jessica Fletcher asesinaba a sangre fría a centenares de personas, drogaba a gente con burundanga para que confesara el crimen en contra de su propia voluntad, preparaba pruebas falsas para incriminarlas y luego, en el summum de la bajeza humana, escribía libros sobre todo ello y se forraba. Es imposible probarlo, sí, pero todos sabemos que es la verdad. Del mismo modo que no hemos contactado con extraterrestres pero es imposible que no existan; o que nadie dice ver Gran Hermano pero luego tiene audiencias de millones de telespectadores. Hay verdades universales que no requieren pruebas científicas, y la oscuridad del alma de Jessica Fletcher es una de ellas.

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No estamos lejos del Apocalipsis, las señales son claras. Kant ha sido sustituido por las Kardashian, votamos a líderes políticos como quien vota a Chikilicuatre para ir a Eurovisión, los pantalones acampanados amenazan con volver a ponerse de moda y en España intentamos hacer nuestra versión de Cheers. Estamos sentenciados. Y eso no es malo. Porque sí, moriremos todos entre terrible sufrimiento y Dios nos condenará a una eternidad de castigos y suplicios sin parangón -como ver en bucle la versión española de Cheers, por ejemplo-, pero a la vez el Apocalipsis también nos hará un gran favor: descubriremos al fin la verdadera naturaleza de Jessica Fletcher. Y es que cuando las entrañas de la tierra se abran y de ellas broten los cuatro jinetes del Apocalipsis anunciados por la Biblia, los acompañará ella. Montada en una descomunal máquina de escribir, Jessica Fletcher disfrutará viéndonos perecer a todos entre las llamas del fin del mundo. Ese será el último capítulo de Se ha escrito un crímen. Y el de la humanidad.

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