Comparte
“Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria”. En el siglo XVII, el físico y matemático Isaac Newton describió con estas palabras lo que se conocería como su tercera ley de movimiento. La CIA prefirió llamarlo “blowback”. Así como el sistema de retroceso de un arma de fuego automático se sirve de la energía del disparo para recargarse, el intervencionismo imperialista practicado por la inteligencia estadounidense ha levantado a lo largo de los últimos 50 años consecuencias tan involuntarias como devastadoras.
El peor de esos boomerangs no deseados llevó a Richard A. Clarke, asesor principal del consejo de seguridad nacional en antiterrorismo, a sentarse el 24 de marzo de 2004 frente a la comisión creada por el Congreso para investigar los atentados del 11 de septiembre. “Vuestro gobierno os ha fallado”, testificó. Tres años antes, Nueva York había quedado teñida de gris. Manhattan se ahogaba bajo el humo y la ceniza y los Estados Unidos contemplaban atónitos el mayor espectáculo emitido nunca en televisión, el colapso en pleno corazón de la American way of life.
¿Podría haberse evitado la catástrofe? Bajo esta llamativa premisa, The Looming Tower viaja a un año clave, 1998. Mientras la opinión pública estadounidense, la prensa y el Congreso se centraban en el escándalo generado por las relaciones sexuales entre el presidente Bill Clinton y su becaria Monica Lewinsky, las agencias de inteligencia se peleaban por marcar la agenda antiterrorista de una administración demócrata que iba tras los pasos de Bin Laden.
La nueva apuesta de Hulu, que ha llegado a España de la mano de Amazon, adapta el premio Pulitzer homónimo de Lawrence Wright
Al otro lado del mundo, la red yihadista de Al-Qaeda se hacía fuerte. Nacida oficialmente en 1989, esta organización salafista tiene sus orígenes en la guerra de Afganistán de los años 80. Fue entonces cuando, en el contexto de la Guerra Fría, la CIA financió con dinero y armas a los muyahidines (guerreros de la yihad) para combatir a las fuerzas comunistas. “Producto de un monumental error de cálculo de las agencias de seguridad occidentales”, como lo describió el secretario de Asuntos Exteriores británico Robin Cook. Al-Qaeda y Bin Laden se convirtieron tras su victoria en una amenaza para los EEUU. Puro “blowback”.
Tras años tratando de seguirles la pista, el 7 de agosto de 1998 perpetraron dos sangrientos atentados contra las embajadas estadounidenses de Dar es Salaam (Tanzania) y Nairobi (Kenia), dejando 224 muertos. Es aquí donde arranca The Looming Tower. La nueva apuesta de Hulu, que ha llegado a España de la mano de Amazon Prime Video, adapta el premio Pulitzer homónimo de Lawrence Wright en 10 episodios. A pesar de que el libro se centra en las mentes que operaron detrás del 11-S, la versión televisiva mira hacia Washington para enfocar la batalla de despachos entre el FBI y la CIA, cuya falta de cooperación empantanó, según concluyó la comisión, el camino hacia su peor enemigo. «Subestimaron por completo a Al-Qaeda», explicó el showrunner Dan Futterman.
[amazon_link asins=’0141029358′ template=’SerielizadosProduct’ store=’serielizados-21′ marketplace=’ES’ link_id=’9fd31334-25ec-11e8-a6b0-971392e61094′]
Por un lado, la serie nos presenta a John O’Neil (Jeff Daniels), director de la oficina antiterrorista del FBI, personaje histriónico, temperamental y de insulto fácil. Constantemente cabreado por el tira y afloja burocrático al que se ve sometido y obsesionado por capturar a Bin Laden, O’Neil pretende utilizar la información de la CIA sobre Al-Qaeda para convencer a la Casa Blanca de que siga sus advertencias y le deje operar sobre el terreno.
Por el otro, Martin Schmidt (un genial Peter Sarsgaard), director del centro antiterrorista de la CIA, esconde información clave al FBI. Aunque en este caso el personaje no es real, se parece mucho a Michael Scheuer, antiguo director de la ALEC Station, la oficina que se dedicó a perseguir a Bin Laden, con quien además de iniciales también comparte un fervor patriótico desmedido que le lleva a menospreciar a los llamados daños colaterales (víctimas inocentes, vamos). Varios libros señalan a Scheuer como un personaje obsesivo convertido en una figura de culto dentro de una agencia con mayoría de presencia femenina. Scheuer se casó recientemente con una de esas agentes de la CIA de alto rango. La serie, que refleja todo eso, deja claro desde el primer minuto de qué lado está.
La historia que rodea el caso es apasionante. Sin embargo, la ejecución de The Looming Tower produce cierta decepción. Tras los dos primeros episodios, preestrenados en la Berlinale a mediados de febrero, el regusto del metraje fue amargo, algo que no se corrige a medida que la serie avanza. Si la dramatización de la pelea entre agencias del gobierno es suficiente para cautivarnos y dar interés a la serie, ¿para qué perder el tiempo en aspectos personales que en gran medida no funcionan? Cargadas de clichés melodramáticos tan innecesarios como forzados, las tramas amorosas actúan de relleno narrativo para una historia que no necesita aditivos. La secuencia de más de 10 minutos en la que el agente Robert Chesney (Bill Camp) interroga al principal sospechoso del atentado en Kenia quita el aliento pero es su flirteo con una trabajadora de la embajada lo que nos hace bostezar. Cuando a todos los personajes se les asigna una de esas tramas paralelas es cuando salen a la luz las carencias al tratar de transformar un libro de no-ficción en una serie convencional.
Además, uno asiste a un mundo de tanta testosterona que se hace difícil saber si la serie cae en una cosificación ridícula de la mujer por defecto o lo hace a consciencia para retratar esa cara de Washington. Aunque pueda servir para dibujar a un personaje chulesco y mujeriego como O’Neil, la reiteración en su faceta de macho se hace cansina. Nadie desarrolla unos personajes femeninos que, planos e insulsos, solo sirven de muleta para los masculinos.
Si se pretende explorar los entresijos de la mala relación entre el FBI y la CIA, el drama personal que se aleja de ello no aporta nada. Para conocer la figura de alguien tan fascinante como O’Neil y evitar tanta floritura, mejor ver el documental The Man who knew. Únicamente el personaje de Ali Soufan (Tahar Rahim, protagonista de la magnífica Un Prophète), experto antiterrorista libanés del FBI cuya vida merecería otra serie, y su relación personal con el Islam, mantienen el pulso narrativo.
‘The Looming Tower’ transpira ese tufo a chovinismo nacionalista que lo empaña todo
Para más inri, y a pesar de presentarse como una crítica a los errores de la inteligencia estadounidense, The Looming Tower transpira ese tufo a chovinismo nacionalista que lo empaña todo. Los atentados de las embajadas del 98 se dramatizan en exceso mientras que la respuesta de la administración Clinton -el bombardeo de la fábrica farmacéutica sudanesa de Al-Shifa, a la que se acusó erróneamente de estar vinculada a Al-Qaeda y que se saldó con una muerte, varios heridos y que dejó al país sin tratamiento para la malaria- apenas se menciona. El empeño de Daniels, Sarsgaard y Futterman en resaltar, durante la rueda de prensa, que ésta es una historia de “héroes” y “patriotas de verdad”, no persuadió a los asistentes.
Como ya es sabido, tras el 11-S las mentiras y la manipulación de la inteligencia no cesaron. Con las torres gemelas convertidas en ruina, George W. Bush se apresuró en culpar a un histórico enemigo. “Quería que el autor de los atentados fuera Sadam Husein. Era la excusa para cargarse el régimen iraquí”, aseguró Clarke (interpretado en la serie por el omnipresente Michael Stuhlbarg) tras abandonar la administración republicana. La Casa Blanca, plagada de los mismos halcones neoconservadores que en el 98 ya pidieron a Clinton hundir Iraq (Dick Cheney, Scooter Libby, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz), engañó al mundo con las infames “armas de destrucción masiva”. Al-Qaeda estuvo detrás de los atentados, pero Husein también debía caer.
Los EEUU respondieron incendiando el mundo musulmán, cayendo así en lo que el ministro de Exteriores francés Hubert Védrine llamaría la “trampa diabólica” de Bin Laden. De aquellos polvos vienen estos lodos. Más de ocho años de guerra e invasión que se saldaron con más de 460.000 muertes y un país reducido a escombros, entregado a un gobierno títere sectario que abonaría el terreno para que floreciese otra cabeza de la hidra terrorista, el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS). Puro “blowback”.
¿Podría haberse evitado la catástrofe? Más allá de las especulaciones, el informe final de la comisión sobre el 11-S -rodeado de dudas y sospechas sobre su rigor- concluyó que los errores cometidos por el FBI y la CIA permitieron que se produjesen los atentados. Como aseguró Daniels en Berlín, The Looming Tower cumple con la misión periodística de dar a conocer la fascinante historia de sus protagonistas, por lo que ya merece la pena. Sin embargo, su insistencia en desviarnos de su principal foco de interés hace que, para aquellos que esperan un planteamiento con la frialdad narrativa de The Americans, la serie se quede a medio camino y parte del resultado sea también una consecuencia no deseada.