'Fuga en Dannemora': Fúgate despacio, que tengo prisa
'Fuga en Dannemora'

Fúgate despacio, que tengo prisa

El despliegue de recursos cinematográficos e interpretativos convierte esta ficción, basada en hechos reales, en un auténtico goce para los sentidos.

Patricia Arquette en 'Escape at Dannemora'.

En esta vida, excepto la vida en sí, todo suele ir de menos a más. Las canas, las deudas, la carrera interpretativa de Matthew McConaughey, el precio de la gasolina, las ganas de mear en la moqueta del despacho de tu jefe, el tedio, la reproducción descontrolada de células malignas, la experiencia, los domingos sin resaca, los demonios. Fuga en Dannemora, serie basada en una fuga carcelaria real producida en el año 2015, no es una excepción. Su inicio lento y en ocasiones pretencioso va tomando forma a lo largo de sus siete capítulos hasta convertirse en una muy buena serie. Hablemos de ella.

Como decíamos, los hechos acaecidos en la serie no son fruto de la imaginación excesiva de un atajo de guionistas megalómanos. En el año 2015, Richard Matt y David Sweat, reclusos en el Clinton Correctional Facility de Dannemora (Nueva York), protagonizaron una sonada fuga. Fue sonada no solo por el hecho de tratarse de una fuga carcelaria, sino por contar con la colaboración de Tily Mitchell, trabajadora de la prisión, quien había mantenido una relación romántica con ambos presos. Una de esas historias que si ves en una serie y no sabes que en realidad sucedió, tiendes a no creerte. Pero sucedió, sucedió. Y en Fuga en Dannemora esa historia se nos relata de forma notable y, sobre todo, con un actuación inconmensurable de sus actrices y actores.

Es en los trabajos interpretativos del elenco de protagonistas donde quiero detenerme primero, pues son el factor diferencial a la hora de considerar Fuga en Dannemora una muy buena serie en vez de una buena serie. Empecemos por los dos fugitivos primero. Los productores confiaron en dos actores reputados -reputadísimos- para interpretar dichos personajes: Benicio del Toro (Richard Matt) y Paul Dano (David Sweat). Una elección acertada a todas luces. La química entre ambos es fantástica y cada actor sabe imprimir a su personaje una personalidad marcada y muy profunda. Si bien al bueno de Benicio se le nota algo impostado en los dos primeros episodios -se esfuerza demasiado en mostrar que Matt era un mandamás de la cárcel-, poco a poco su personaje va adquiriendo matices de locura que estallan en el último y larguísimo capítulo de la serie. Se dibuja un arco dramático interesante con Matt, un hombre que ha sido tanto tiempo preso que no tiene ni la más mínima idea de qué hacer con su libertad. Para la historia, el final de capítulo donde Benicio del Toro advierte con voz de ogro a Patricia Arquette -reverencia- que no le cuente «nada a nadie» acerca de sus planes. La serie merece la pena solo por esos cinco segundos.

En cuanto a Paul Dano debo reconocer que tengo cierta debilidad por él como actor. Quizás es su cara de empanado y su porte desgarbado, pero me gusta verlo en pantalla. Con el personaje de David Sweat hace un buen trabajo, el de un prisionero que se come todos los marrones de la fuga; un hombre convencido de su propia inocencia y que ve en esa fuga una oportunidad de justicia divina; un chaval que, como vemos en el capítulo de los flashbacks, quizá no tiene menos de monstruo que el monstruo evidente de la serie, el señor del Toro. Destaca en su interpretación la vida que es capaz de imprimir a la palabra bro -siempre refiriéndose a su compañero de fuga- en todo tipo de situaciones y estados emocionales. En esos bro yace toda la ilusión, desesperación y rabia del personaje.

Paul Dano (izq.) y Benicio del Toro (dcha.) en ‘Escape at Dannemora’.

Pero, claro, no podemos hablar de interpretaciones en Fuga en Dannemora sin destacar las de Patricia Arquette -Tily Mitchell- y Eric Lange -Lyle Mitchell, el sufrido marido de Tily-. Son de otro mundo. De verdad. No quiero entrar en detalles para no arruinar la experiencia de encontrar en tu pantalla un actor y una actriz haciendo un trabajo de ese calibre. Arquette, la desequilibrada Tily Mitchell, llena la pantalla con cada frase, con cada gesto de locura incontrolada en su rostro; Lange, por su parte, consigue convertir una comparsa de hombre, un tipo que roza la deficiencia mental y sin lugar a dudas rebasa la deficiencia social, en un personaje hipnótico. Su voz, sus ojos vacíos, su negativa a afrontar la realidad, todo en él es una delicia interpretativa. Por Patricia Arquette y Eric Lange uno DEBE ver Fuga en Dannemora. Y sí, merecidísimo Globo de Oro para Patricia Arquette.

También cabe destacar la dirección de la serie, a cargo de Ben Stiller. Si os lo estáis preguntando, sí, es el Ben Stiller que pensáis. El de Algo pasa con Mary y Zoolander. Si bien como actor a veces daban ganas de lanzar la televisión por la ventana al verle, hay que reconocer que como director, Stiller es bueno. Bastante bueno, de hecho. Ya había dado pistas con las películas Tropic Thunder -para mí, un pepinazo- y La vida secreta de Walter Mitty -visualmente impecable- de su talento como director. Pero con su primera serie llega su consagración. Los planos son preciosos, la textura en pantalla acompaña muy bien a la historia, el ritmo de la serie mejora capítulo tras capítulo y de la nada nos encontramos con joyas cinematográficas que solo puede firmar un gran director. Hablo, por ejemplo, del inicio de capítulo donde un travelling de varios minutos recorre junto a Paul Dano todo el camino entre su celda y el punto final del túnel por el que se fugarán más tarde. Espectacular.

En EEUU el último capítulo fue visto por el doble de personas que el primero

Hay cosas que chirrían en Fuga en Dannemora, claro. La selección musical roza lo vomitivo en muchas ocasiones y hay canciones pop horrorosas en momentos inoportunos que estropean la atmósfera lúgubre y gris de la serie. Hay también, para mí, un exceso de escenas sexuales entre Tily Mitchell y los dos reclusos. Con una vez que se les vea tener sexo sucio y realmente desagradable, entendemos la naturaleza de su relación. No hace falta repetir esa escena en cada episodio. Por último, como ya habíamos comentado, en sus dos primeros capítulos la serie parece creerse demasiado a sí misma, y eso desemboca en momentos de cierta pesadez. Por suerte, ese problema se va solucionando con el paso de los episodios y no va a mayores. Es de agradecer que la serie no caiga en su propia trampa. La demostración definitiva de que Escape at Dannemora va de menos a más son sus audiencias en Estados Unidos: el último capítulo fue visto por el doble de personas que el primero.

Fuga en Dannemora es una de aquellas series que requieren paciencia, y eso me gusta. En una época donde parece que solo vale ver atropelladamente muchas series donde pasen muchas cosas muy rápido -Carlos Perelló lo explicó a las mil maravillas en su artículo Para hablar de series, escuche música y vaya al teatro-, Fuga en Dannemora pone un punto de pausa y cocina a fuego lento una historia que, si somos pacientes, degustaremos con total satisfacción. No deja de ser curioso que una serie sobre una fuga carcelaria sea lenta y con poca acción. Eso es porque realmente Fuga en Dannemora no habla de escapar de una cárcel, habla de escapar de uno mismo.

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