Crítica 'Dexter: New Blood' (Final): "La sangre nueva y la sangre vieja"
'Dexter: New Blood'

La sangre nueva y la sangre vieja

No le pedíamos que fuera perfecta; le pedíamos que fuera lo suficiente buena como para perdonar el nefasto primer final de la serie ocho años atrás. Y lo ha conseguido.
dexter new blood final serie

"Dexter se empeña en creer que su hijo tiene la misma sed de sangre que él".

Nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, dijo Parménides hace dos mil quinientos años. Lo que el filósofo de Elea no sabía es que su frase también se aplica al gran río rojo que circunnavega el interior de nuestro organismo: la sangre. Ella, como los ríos de Parménides y la metáfora metafísica que se desprende de las palabras del sabio, también vive en un proceso de regeneración constante. Los glóbulos rojos viven unos cuatro meses; las plaquetas, ni una semana; los glóbulos blancos, unas pocas horas.

Nuestra sangre de hoy no es nuestra sangre de ayer, como tampoco será nuestra sangre de mañana. Atendiendo a esto, que la vuelta de Dexter ocho años después de su horrendo final se llamara Dexter: New Blood -sangre nueva- era un buen presagio para los que teníamos la esperanza de que este retorno devolviera a la serie parte de su dignidad perdida.

Tiempo atrás ya escribí sobre aquella abominación que fue el final de Dexter, una serie que en sus primeras temporadas había rozado la perfección. Tan espantoso fue aquello que no pude evitar empezar a ver Dexter: New Blood con cierta suspicacia y desconfianza, aguardando un nuevo fiasco. Estoy convencido de que Clyde Phillips, creador de la serie, la escribió con ese mismo escalofrío recorriéndole el cuerpo. Para salvar ese escollo inicial, Phillips tomó la acertada decisión de romper radicalmente con el escenario donde se desarrollaron las andanzas y asesinatos del antiguo Dexter: olvídate de Miami, espectador, nos trasladamos al pueblo helado de Iron Lake.

Un desplazamiento de dos mil quilómetros al norte y cuarenta grados de temperatura al sur es la forma que tiene Phillips de decirnos que este nuevo Dexter ya no es el antiguo Dexter. Ni tan siquiera se llama Dexter, de hecho, ahora es Jim Lindsay. Pero esa afirmación –Dexter ya no es Dexter– amenaza con quebrarse y venirse abajo desde el primer capítulo, cuando el Pasajero Oscuro acecha de nuevo. Dicha tensión, interesantísima, sienta las bases de unos de los grandes temas de la temporada: la imposibilidad de dejar de ser quien una vez fuimos. Desde su inicio, en resumidas cuentas, Dexter: New Blood deja claro que será mucho mejor que la temporada final del Dexter original.

https://www.youtube.com/watch?v=l9H1uSS_zkk

Dexter ya no es Dexter. Pero sabemos que lo es, y lo será, y volverá a matar. Y, claro, vuelve a matar. Y, poco a poco, descubrimos que en Iron Lake vive un asesino psicópata que se convertirá en el antagonista de Jim, perdón, de Dexter, digo. Y ese psicópata resulta ser el padre de la primera víctima de Dexter en Iron Lake. Vale. Todo esto lo esperábamos, no nos vamos a engañar, y no es necesario que nos centremos en ello. Diremos, a lo sumo, que el antagonista de Dexter, Kurt Caldwell, es digno, o incluso más que digno. Pero prefiero que hablemos de los dos personajes realmente relevantes en Dexter: New Blood: Angela Bishop, jefe de policía de Iron Lake y pareja del farsante Jim Lindsay, y, por supuesto, Harrison Morgan, el hijo de Dexter que llega al pueblo para encontrar a su padre tras ser abandonado -¿justificadamente?- por este años atrás.

Uno de los grandes errores de la serie original, en su momento, fue perder la oportunidad de convertir a Dexter y Deb en antagonistas

Del personaje de Angela, más que su perspicacia policial y el hecho de ser la principal víctima emocional de los engaños de Jim-Dexter, me interesa que en ella encontramos una suerte de reencarnación de Deb, la malograda hermana de Dexter. No dice tantos tacos, es verdad, pero hay gran parecido entre ambas en su olfato detectivesco, en su perseverancia y, sobre todo, en ser la principal motivación del afán de Dexter por ocultar su verdadera naturaleza. En Miami, el mayor miedo del Carnicero de Bay Harbor era que su hermana Deb descubriera su verdadero rostro, como acaba sucediendo. En Iron Lake, la mayor preocupación de Jim Lindsay es que su pareja Angela conozca todos sus secretos del pasado, como acaba sucediendo.

La gran diferencia entre Angela y Deb radica en cómo afronta cada una de ellas el descubrimiento de la mortífera verdad de Dexter: Deb, a pesar de los tremendos dilemas morales que ello le genera, sigue al lado de su hermano y lo encubre; Angela, en cambio, decide que Dexter Morgan debe caer. Uno de los grandes errores de la serie original, en su momento, fue perder la oportunidad de convertir a Dexter y Deb en antagonistas a pesar del amor inquebrantable que se profesaban, una línea narrativa que hubiera sido de un interés mayúsculo. Con Angela no se vuelve a cometer ese error, pues se enfrentará a Dexter. Es uno de los grandes aciertos de Dexter: New Blood.

Dexter-New-Blood-Angela-and-Audrey-

Angela y Audrey Bishop en ‘Dexter: New Blood’.

Pero si la vuelta de Dexter se sostiene es precisamente por una vuelta que no es la suya: es la de su hijo Harrison. Tras el abandono de su padre y una infancia y adolescencia en Argentina junto a Hannah -que convenientemente ha fallecido-, el joven Harrison se pone la mochila a la espalada y viaja hasta dar con su progenitor en Iron Lake. Este encuentro es importante por varios factores. El primero: Harrison es un torpedo a la línea de flotación de la gran mentira en la que vive Jim Lindsay; es decir, le obliga a ser Dexter Morgan de nuevo. El segundo: el odio de Harrison hacia su padre por el abandono confluye con sus enormes ganas de, al fin, abrazar a una figura paterna, creando una contradicción muy interesante a lo largo de la temporada.

El tercero: la posible presencia del Pasajero Oscuro en Harrison es, con mucha diferencia, el gran motor narrativo de todo lo que hará y dejará de hacer Dexter, su mayor dolor de cabeza y a la vez su gran esperanza para conectar con el hijo que creía perdido para siempre. El cuarto: es el menos importante, como ya se ha dicho, pero merece la pena comentar que la relación de Harrison con el malo malísimo Kurt Caldwell también permite a Dexter: New Blood coger velocidad de crucero en ciertos capítulos de la temporada.

Dexter cometerá el gran error de convencerse a sí mismo de que su hijo es una réplica exacta él

En la relación Dexter-Harrison encontramos el mayor baluarte de Dexter: New Blood, aquello que realmente devuelve la dignidad a Dexter. Se trata de una relación compleja, poliédrica, llena de altibajos, con multitud de condicionantes pasados y presentes. Resulta de especial interés cómo, llegados a cierto punto, Dexter se empeña en creer que su hijo tiene la misma sed de sangre que él. No hay pruebas suficientes para llegar a esa conclusión, tan solo un par de incidentes aislados que constituyen más excepción que norma. A pesar de la voz de su conciencia, que en esta temporada toma la forma de Deb en vez de la de su padre adoptivo (otro gran acierto de la temporada), Dexter cometerá el gran error de convencerse a sí mismo de que su hijo es una réplica exacta él. Y los hijos, por mucho que así lo anhelen sus padres, jamás son una copia exacta de estos.

En el año 1919, Kafka escribió una carta a su padre que pone los pelos de punta. El genio praguense critica en esa misiva la conducta emocionalmente abusiva de su progenitor hacia él o, en otras palabras, describe brutalmente la relación rota entre un padre y un hijo. Uno de los grandes achaques de Kafka a su padre fue la excesiva mano dura de este a la hora de educarle. «Seguro que fui obediente, pero quedé dañado por dentro», le dice el hijo al padre. Esa misma sensación tenemos como espectadores cuando Dexter le muestra a Harrison su ritual de la muerte con Kurt Caldwell. Es evidente que Harrison no soporta aquello, no entiende aquello, no ha nacido para aquello. «Tu fracaso fue absoluto», acusa Kafka a su padre. El fracaso de Dexter con Harrison también es absoluto -e irreversible- tras esa escena.

New-Blood-Star-Dexter-realmente-Harrison

Jack Alcott interpreta al hijo de Dexter, Harrison Morgan, en ‘Dexter: New Blood’.

Cuando incluso el supuesto discurso ético-homicida de Dexter se viene abajo en el último capítulo, en el que se ve obligado a matar a una persona inocente, la confusión e incomprensión de Harrison se tornan en odio. «Lo odiaba como solo puedes odiar a tu padre», en palabras de Karl Ove Knausgård. Para cerrar esta sucesión de citas literarias, nos iremos hasta el magnífico Mi oído en su corazón de Hanif Kureishi, donde el autor anglo-pakistaní escribe también sobre su padre. Kureishi nos lanza una gran pregunta: «¿Cómo puedes vivir tu vida cuando tu padre no consigue vivir la suya?«.

Ahí está la revelación última de Dexter: New Blood. La rabia, amor, confusión y, finalmente, odio de Harrison hacia Dexter nos llevan a la inevitable conclusión de que mientras Dexter siga viviendo su vida llena de mentiras, Harrison no podrá vivir la suya. Dicho de otra manera: la vida plena del hijo, en este caso, requiere la muerte del padre. El desenlace entre ambos, por lo tanto, es el que debía ser.

No le pedíamos que fuera perfecta; le pedíamos que fuera lo suficiente buena como para perdonar el nefasto primer final de la serie ocho años atrás

Por todos estos motivos decimos que Dexter: New Blood le ha permitido a Dexter Morgan recuperar la dignidad. Eso no significa que sea una serie redonda, claro. Encontramos puntos débiles en las insulsas apariciones del añorado Batista, que podrían haber dado para mucho más, o en la presentación de personajes en los primeros capítulos de la serie que jamás vuelven a aparecer, como el gran magnate del petróleo Edward Olsen. Qué le vamos a hacer. No le pedíamos a Dexter: New Blood que fuera perfecta; le pedíamos que fuera lo suficiente buena como para perdonar el nefasto primer final de la serie ocho años atrás. Y lo ha conseguido.

Dexter y Dexter: New Blood, aunque pudiera parecerlo en un inicio, no son un mismo río que, como el Guadiana, ha desparecido en las profundidades subterráneas un tiempo para volver a emerger con la misma identidad. Son, igual que Dexter y Harrison, dos ríos distintos. Lo sabemos al bañarnos en ellos. Difieren en sus meandros y, sobre todo, en sus desembocaduras. No lo digo yo, que conste en acta, lo dijo un tal Parménides hace dos mil quinientos años, filósofo y a todas luces el primer crítico de series de la historia de la humanidad.

en .

Ver más en Finales, Homo familius, Psycho, Pueblos, Dexter.