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SKAM España ha sido una de las apuestas más curiosas de la estrategia de producción original de Movistar+, quizá porque ha optado por seguir un camino un tanto diferente a las ambiciosas ficciones que la plataforma ha puesto en marcha recientemente. Una de las principales dificultades de las series de Movistar+ es que sus resultados no se pueden valorar ni como televisión generalista (es obvio, a pesar del empeño de algunos) ni tampoco como televisión de pago al uso, debido al diseño de una estrategia volcada en llevar a sus subscriptores (entre los que me encuentro) al consumo en la plataforma de video bajo demanda. Siempre pendientes de lo que pasa en el mercado europeo para la compra de formatos (de ahí han salido algunos de los mejores programas de #0), Movistar+ logró quedarse con los derechos de adaptación para España de SKAM. La innovadora serie juvenil noruega logró convertirse en un fenómeno social y acumular fans en todo el mundo con una original distribución en redes sociales: los clips se subían coincidiendo con el día y hora en el que se desarrollaban, antes de agruparse para una emisión convencional.
SKAM apostaba por el naturalismo y la identificación con sus potenciales espectadores, y para ello debutó en Noruega sin estar acompañada por promoción. En España, Movistar+ optó por replicar esta estrategia, frente a sus ciertamente arrolladoras campañas para series previas, con sus enormes carteles en los centros de las grandes ciudades y hasta anuncios en canales generalistas. Este lanzamiento de perfil casi subterráneo le ha costado a SKAM España convertirse en la “serie invisible” de la plataforma. “¿Conoces a alguien que la esté viendo?” fue después del estreno una pregunta recurrente en el mundillo de la crítica televisiva, un tanto desconcertada. El problema es que todavía tendemos a pensar que las cosas de éxito son las que consumimos nosotros y la gente a la que conocemos, aplicando una mentalidad mainstream a un panorama fragmentado hasta el infinito y con nichos que no podemos ni imaginar. En mi caso, me he enterado de que algunos de mis estudiantes son famosos youtubers con miles de seguidores, una realidad que a los que empezamos a encontrarnos canas puede resultar un tanto desconcertante.
Hace unas semanas, mientras SKAM España seguía su emisión, tuve la oportunidad de compartir un café con Begoña Álvarez Rojas, la directora y productora ejecutiva de la serie, y Rafael Taboada, el joven ejecutivo de desarrollo de Movistar+ que ha estado a cargo del proyecto. Rafael me contó el mimo con el que la plataforma había tratado al proyecto desde el comienzo. Incluso la creadora de la serie original, Julie Andem, había compartido una jornada de trabajo en Madrid: hubo un propósito claro de conservar el espíritu de la serie, aunque siendo conscientes de que “la sociedad noruega es muy diferente a la española”. En Movistar+ optaron por la productora Zeppelin para acometer la adaptación, en parte por la importancia de las estrategias de redes para la serie. La nueva versión de Fama, ¡a bailar! en #0 fue un buen campo de pruebas y sirvió para demostrar, en palabras de Taboada, que “Zeppelin era un buen compañero de viaje”. Para liderar el proyecto llegó poco después Álvarez Rojas, veterana directora y productora de series como Periodistas. Álvarez formó un equipo de guion con Jon de la Cuesta, Beatriz Arias y Estibaliz Burgaleta, esta última como coordinadora. Busque el lector una serie no diaria emitida en España en 2018 con una presencia tan relevante de mujeres en su equipo creativo: no la va a encontrar.
En ‘SKAM España’ se hizo un intenso trabajo con adolescentes reales, que incluyó grupos de discusión y entrevistas en profundidad realizadas por psicólogos
Como con el original noruego, para SKAM España se hizo un intenso trabajo con adolescentes reales, que incluyó grupos de discusión y entrevistas en profundidad realizadas por psicólogos. También se inició una labor de casting buscando actores muy jóvenes, con más frescura que experiencia, cuyas habilidades en algunos casos se llegaron a incorporar al guion. Begoña Álvarez recordaba que “muchos de los actores tienen mucho que ver con sus personajes, y el dibujo final de estos se hizo en base a los actores y sus puntos fuertes y débiles”. Una de las características de SKAM era que una parte relevante de la caracterización de los personajes no estaba en la serie como tal, sino en sus interacciones en las redes sociales, y específicamente en SKAM España, en Instagram. Así, el equipo creativo de la serie estuvo en contacto permanente con los responsables de redes de Zeppelin, Felipe Jiménez Luna y Georgia Elliott “Gomi”, con quien Álvarez recuerda haber comentado a horas intempestivas si “un personaje seguiría o no a alguien en Instagram” y haber dedicado reuniones para perfilar detalles como el tipo de móviles que usaba cada uno.
Lo cierto es que cuando vi el primer capítulo de SKAM España me llamó la atención su frescura (el original noruego me había resultado indiferente, tengo que añadir), siendo consciente de que yo, mayor y lejana, no era para nada su público buscado. Se supone que cuando algo no se entiende, el siguiente paso lógico es preguntar. Yo comencé a hacerlo a mi curso de primero, que es el que más cerca está del perfil de edad al que se dirige SKAM España. Me encontré con que, en una clase de setenta, en torno a una decena conocían y seguían la serie, un dato bastante bueno. Sin duda, era muy superior al de cualquier serie de Movistar+ y, muy probablemente, al de cualquier otra serie hasta la llegada del huracán Élite unos días más tarde. Así que pedí a algunos de mis estudiantes que me contaran sus impresiones sobre SKAM España. En primer lugar, constaté una cosa que ya me había contado Rafael Taboada: los seguidores de SKAM España lo eran también de las diferentes versiones internacionales. Sara, por ejemplo, me confirmó que había visto, además del original noruego, las adaptaciones de Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos: “Me ha gustado mucho que hayan alterado un poco la historia, siguen contando la misma trama, pero no han hecho una copia exacta de los clips como en otros remakes”. Pero también establece un elemento de comparación, dentro de un nivel de exigencia esperado por el equipo creativo de la serie.
Sara, por otro lado, se quejaba de que los cuerpos de los actores españoles eran demasiado normativos en relación a la serie noruega, mientras que para otra estudiante, Carlota, su principal crítica eran unas interpretaciones a veces un tanto forzadas. La búsqueda de la naturalidad, en todo caso, era un elemento central. Begoña Álvarez recordaba lo mucho que habían valorado los fans la inclusión de una imagen sobre un vodka de supermercado ajustado a su poder adquisitivo. Para la misma Carlota, esa cercanía era uno de los factores principales para su interés por la serie, destacando “el uso de los teléfonos móviles y las redes sociales, así como las situaciones que cada uno de ellos viven, si salen, si están con amigos, si aparecen estudiando, etc.” Para otro de mis estudiantes, Alejandro, en relación al original, “la serie sabe adaptarla muy bien al ambiente español porque retrata cómo es nuestra vida”, destacando especialmente el apartado musical.
Una de las cosas que llaman la atención de SKAM España es la ausencia de dramatismo de sus tramas en relación a otras series. Sin embargo, obviamente es cuestión de perspectiva, porque para una adolescente como Eva, el personaje central de la primera temporada, enfrentarse al torrente de sentimientos del primer amor y al peligro del ostracismo por su dificultad para lidiar con ello es cualquier cosa menos inconsecuente. Para mi estudiante Alba, el carácter repleto de miedos y secretos de Eva era un elemento clave de identificación con una serie que “hace que muchas veces me vea reflejada y sienta que no soy la única que tiene esa clase de problemas en clase, casa y con amigos”.
Conocer las opiniones de mis estudiantes me hizo estar convencida de que SKAM España es una narrativa que tiene en la primacía de sus personajes femeninos un punto fuerte. Begoña Álvarez, en nuestra conversación, me había contado su visión sobre una generación de chicas jóvenes más movilizadas que nunca en las calles para reivindicar sus derechos: “Son la primera generación libre. Tienen clarísimo que hay que luchar y que son fuertes”. Esa búsqueda por la autenticidad llevó a que en sus redes algunos personajes fueran más políticamente activos de lo que es habitual en la ficción española. Para Rafael Taboada, era importante “no auto-censurarse”: “Si un personaje lleva una camiseta que pone «no es no», sus redes sociales van a ser las de un personajes con esas características”. Hace apenas unos días, reaccionando ante otro nuevo caso donde una violación había quedado prácticamente impune, en la cuenta Instagram de Nora Norris, el personaje más feminista de la serie, apareció una imagen que reivindicaba que usar tanga no era equivalente a dar consentimiento. Tras terminar SKAM España, y de ver completado el arco protagonizado por Eva, me quedé con la sensación de quizás esa sea la principal virtud de la serie: reflejar con sensibilidad el proceso de maduración de una generación de mujeres jóvenes de las que tenemos mucho que aprender.