'Merlí: Sapere Aude': Adiós a la inocencia
'Merlí: Sapere Aude'

Adiós a la inocencia

El ¿final? del spin-off de ‘Merlí’ cumple la promesa de dejar a Pol Rubio encarado hacia la madurez.

Pol (Carlos Cuevas) y Axel (Jordi Coll) se abrazan frente al mar | Crédito: María Heras.

De los peripatéticos que, siguiendo el modelo aristotélico, reflexionaban sobre la vida mientras paseaban, al platónico banquete en el que el placer gastronómico sirve para intercambiar ideas sobre el amor y el sexo. De Aristóteles a Platón, de Merlí a Sapere Aude, el camino empezó como sangre de la sangre de El Club de los Poetas Muertos para evolucionar, ya sin el profesor-mentor en escena, hacia la herencia vitalista de John Hughes, mucho más lúbrica, eso sí.

Algo parece unir al creador de la fundacional El Club de los Cinco, al profesor de filosofía Merlí Bergeron y a Héctor Lozano, el creador de este universo nacido y aplaudido en TV3, convertido en fenómeno transatlántico en Netflix, y expandido en Movistar+: fueron o son niños grandes. Solo así se explican sus miradas desprejuicidas a los estudiantes de instituto o a los universitarios, a los que desean librepensadores.

John Hughes en sus películas y Lozano en sus dos series (y, claro, Bergeron en sus clases) dejan de lado cualquier condescendencia y casi participan de su rebeldía, con un acercamiento que tiene también algo naíf: ojo, que el final de Merlí se inspiraba, de forma más o menos consciente, en muertes como las de Chanquete o David el Gnomo.

Todo es más hedonista, aunque esta segunda temporada enseñe menos carne y ponga el foco en asuntos más solemnes

Tal vez ese sea uno de los secretos de su éxito entre un público joven cada vez menos atraído por productos audiovisuales de más de 8 minutos. También lo es, sin duda, el carisma arrollador de Carlos Cuevas, recogiendo el testigo del carisma arrollador de Francesc Orella. Lozano ha sabido elegir, y si uno resultaba perfecto como burgués antisistema, donjuán, orgulloso, irresponsable pero comprometido, el otro ha trascendido el canalleo para revelarse como un tipo sensible, algo torturado, con ansias de saber y de vivir, y de conocerse.

El sexo, ya presente en Merlí, mucho más explícito, libre y abierto aquí, ha alegrado la vista y el ánimo de los y las fans (¿os acordáis del pene helicóptero que fue trending topic?), pero también ha servido para visibilizar sin demasiados tabúes ni complejos, tampoco frivolidad, la bisexualidad de Pol Rubio.

Orgullo de serie

Si Euphoria curó de espantos a los más pudorosos, con un uso nihilista de los cuerpos y las ansiedades de los adolescentes, en Sapere Aude todo es más hedonista, aunque esta segunda temporada enseñe menos carne y ponga el foco en asuntos más solemnes, tras el respiro de la primera entrega: la aparición de la enfermedad inesperada le hace un guiño involuntario a It’s a sin y a Russell T. Davis, pionero de un tratamiento muy particular del mundo LGTBI+ en la pantalla con la referencial Queer as folk (y con las muy reivindicables Cucumber y Banana). No en vano, Héctor Lozano siempre dijo que Sapere Aude era una serie abiertamente gay.

En este sentido, la barra y el escenario de un bar llamado Nou Satanassa se convierte en un nuevo espacio dramático, e introduce al fichaje de la temporada, Eusebio Poncela. Su insólito, y entrecomillemos, «romance» con María Pujalte aka la Bolaño, ofrece momentos estupendos. Ambos sugieren una juventud bastante más desenfrenada, y ejercen de influencia adulta para Pol, algunos dirían que pésima, el punto de vista de la serie sostiene lo contrario.

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Que no acabe la fiesta. | Crédito: María Heras.

Sin rastro de Bruno ni de la Calduch (aunque los guiños a Merlí sigan presentes), tampoco de la argentina Minerva (la actriz Azul Fernández no pudo viajar a España por problemas burocrático-pandémicos), y quizá por ello con el pijo Rai prácticamente desaparecido de escena, la serie abunda en elementos ya conocidos y juega sobre seguro: la relación del protagonista con su padre, las fiestas y los polvos de una noche, los conflictos de clase (otro punto de conexión con el cine de John Hughes), los debates filosóficos… todo ese contexto permanece. También el tono, amable, a veces al borde del melodrama, siempre hábil para sacudir a la audiencia.

‘Sapere Aude’ se ha esforzado en apartarse de la influencia de ‘Merlí’ y seguir su propio camino. ¿Con peor suerte? Probablemente

Héctor Lozano se hartó de contar que el spin-off de su exitosa criatura solamente adoptaba la marca del original para ofrecer algo completamente nuevo. Fue una verdad a medias, hubiera sido de memos no aprovecharse del trabajo hecho y del éxito conseguido, pero verdad en definitiva: Sapere Aude se ha esforzado en apartarse de la influencia de Merlí y seguir su propio camino. ¿Con peor suerte? Probablemente.

Pero eso a los cómplices fans les ha importado un pimiento. Y esa conexión con el público no se debe menospreciar. Puede que el universo Merlí llegue a su final, pero el cierre no hace más que abrir nuevas puertas y desafíos para Pol Rubio, con esa última escena con banda sonora de La Casa Azul: «Quiero que me des un chicle Cosmos, que emprendamos nuestro vuelo hacia aquel mar de tus sueños… invisibles sueños».

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