"Me cayeron hostias inmerecidas, pero me sentí muy arropada por mi equipo"
Entrevista a Leticia Dolera ('Vida Perfecta')

«Me cayeron hostias inmerecidas, pero me sentí muy arropada por mi equipo»

Nos sentamos con Leticia Dolera, creadora, codirectora y protagonista de la nueva producción de Movistar+, 'Vida Perfecta', una estupenda comedia que aborda asuntos muy serios.

Leticia Dolera estrena la serie 'Vida Perfecta' / Crédito: Movistar+

Hace cuatro años, Leticia Dolera (Barcelona, 1981) presentaba su primer largometraje, Requisitos para ser una persona normal. La actriz y directora no era, todavía, el referente feminista en el que se ha convertido, quizás a su pesar. En aquel entonces, su discurso, y el de la película, llamaba a celebrar la diferencia, a escapar de los corsés que impone la sociedad, a ser uno mismo. Temas que se mantienen en esta serie de ocho capítulos cuyo título ya es un cuestionamiento: ¿existe la supuesta «Vida perfecta» o es una utopía a derrocar? Dolera plantea las mismas preguntas que se hace a sí misma, y que todos nos planteamos, sobre el amor y las relaciones, sobre el éxito y el fracaso, sobre la maternidad… y lo hace a través de la peripecia de tres mujeres treintañeras, tres amigas en distintos puntos de inflexión vitales.

A.M: ¿Existen las vidas perfectas?

L.D: ¡No! ¿Qué es una persona normal? ¿Cómo es la vida perfecta? La serie, como la película hacía, plantea las preguntas que yo misma me hago, y de las que hablo con mi entorno, sobre la pareja, la familia, el sexo, el fracaso… Por supuesto, no es autobiográfica, pero sí hay mucho de mí en ella. Intento encontrar luz, y, al mismo tiempo, navegar en la complejidad de lo humano: ¿a ti qué te pasa? ¿y por qué te pasa? No tengo respuestas, pero manejar estas cuestiones, estas sombras, me resulta liberador.

También se habla sobre las esclavitudes de encajar…

Sí, les ocurre a las tres protagonistas, que luchan contra esa idea. Mi personaje, por ejemplo, dice «hasta aquí» porque su novio la deja, pero sigue obsesionada con esa imagen de la familia clásica, vive en una lucha constante entre su personalidad cuadriculada y la necesidad de romper con ella. Cristina, por otro lado, se ha construido una jaula de oro: tiene dos hijos y triunfa en su trabajo, pero cuando cree tener la vida controlada descubre que no es feliz, aunque intente surfear esa sensación sin reventar lo que ha construido.

En ese surfear se abre una grieta, surge el deseo que se materializa en sexo, para reconectar consigo misma. De alguna manera, incluso Esther, que parece la más libre de las tres, es víctima del sistema: en un momento dado empieza a necesitar gustar, y deja de ser ella misma, pasa a intentar ser algo que no es.

Como ocurría en ‘Requisitos para ser una persona normal’, aquí vuelves a aproximarte a un personaje con discapacidad intelectual.

«Me duele ver cómo en la sociedad no hay lugar, no hay integración real, para la discapacidad»

En mi entorno hay personas con discapacidad, forma parte de mi realidad. Así que hay una intencionalidad política, pero también una necesidad personal: al final hablas de lo que te preocupa, de lo que te conmueve. Me duele ver cómo en la sociedad no hay lugar, no hay integración real, para la discapacidad. Es como un mundo aparte. Digamos que esa necesidad personal se une a mi convencimiento de que todas las historias son políticas: en realidad son puentes de empatía, y si tú vives la aventura con Gari, te estás poniendo en su piel, te estás acercando a él, y cuando te encuentres a alguien como él, ya no te parecerá tan extraño.

La subtrama del personaje es del todo insólita…

Me parecía importante que Gari tuviera su propio arco emocional. A diferencia de Requisitos… donde quise hacer un cuento, un relato muy blanco y naíf, y ahí se encajaba el personaje que interpretaba Jordi Llodrà (actor con síndrome de Down), su discapacidad se mostraba de un modo muy luminoso, sin claroscuros. Vida perfecta ya no lo es, por eso esa diversidad funcional, aunque se muestre de forma muy positiva, también implica dolor.

Enric Auquer da vida a Gari en ‘Vida Perfecta’ / Crédito: Movistar+

A.M: Hace unos meses, la actriz Aina Clotet denunció públicamente que Dolera prescindió de ella, inicialmente encargada de dar vida a una de las protagonistas, cuando le anunció que estaba embarazada. El tsunami de críticas, en los medios de comunicación y en las redes sociales, llovió sobre la directora, que se defendió explicando que tomó una decisión artística, ante las características del personaje que debía interpretar (y que finalmente encarna Celia Freijeiro; una mujer que, precisamente, evita por todos los medios el volver a ser madre, y que tiene algunas escenas sexuales de alto voltaje). Fue una situación muy desagradable para una Dolera que empieza a acostumbrarse a estar en el ojo del huracán y a recibir despiadados exabruptos tuiteros en su sitio.

A.M: Ya te explicaste, pero ¿qué poso te ha dejado, pasados unos meses, toda esa situación con Aina Clotet?

L.D: Cuando todo sucedió… fue muy heavy. Me llevé unas hostias que, desde mi punto de vista, eran inmerecidas, porque fue una decisión tomada por el propio proyecto: una actriz embarazada de seis meses no podía hacer ese papel. Pero de aquella situación me llevé una respuesta del equipo increíble: a mí me cuesta dejarme sostener. Y durante los meses en que duró la polémica, todo el equipo fue a una, todos se pusieron a mi lado. Me sentí muy arropada, y me costó gestionarlo: para mí fue un proceso de aprendizaje personal, hermoso y que me servirá en la vida personal, en mis relaciones con los demás.

En cualquier caso, es cierto que levantas tantas simpatías como odios. ¿Cómo vives esa imagen pública?

«He aprendido que no puedes controlar lo que digan, ni las mentiras que cuenten de ti»

Me es un poco ajena, la verdad… Quiero pensar que muchas veces esos comentarios que recibo no son algo personal, me parece más saludable. Creo que el feminismo incomoda y, muchas veces, cuando te ponen un espejo delante que te refleja de un modo que no te gusta, eso molesta y provoca una reacción. Pero mi discurso no es mío, es el que he aprendido de muchas autoras y manifiestos feministas, y es el mismo que el de miles de mujeres que se manifiestan cada 8 de marzo. La diferencia es que a mí me ponen un micrófono delante.

Hablo de feminismo porque me preguntan, y no me importa en absoluto. ¿Por qué tiene que haber un límite para hablar de derechos humanos? Pero no soy yo la que les molesta, sino lo que digo, porque a mí no me conocen. He aprendido que no puedes controlar lo que digan, ni las mentiras que cuenten de ti.

La serie ganó un premio en Cannes, y se estrenará en Francia y Alemania.

Ha sido una sorpresa absoluta. En realidad, Vida Perfecta era un proyecto hecho en familia, una serie pequeñita aun estando bajo el manto de Movistar+. Y de repente ha cogido un vuelo que estamos disfrutando mucho, siendo consciente que de la misma manera que está teniendo esta repercusión, podría haber pasado desapercibida. Así que es un extra que pongo en un lugar saludable, siendo consciente de que esto puede pasar pero también puede no pasar, y si no pasa no es ningún fracaso.

Pues vamos a por más madera: ¿tienes alguna opinión que quieras dar sobre lo que está ocurriendo en Catalunya?

Pues siento una tristeza enorme desde hace mucho tiempo, por esa incapacidad política para estar a la altura. Ante la sentencia del Supremo, por ejemplo, se genera una situación muy neurótica: lees a juristas y abogados que la defienden con argumentos, y a otros que la atacan con otros argumentos que pueden parecer igual de válidos. Y yo, que no soy ni abogada ni jurista, ¿qué se supone que debo pensar? También sé que es mejor sacar conclusiones desde la razón que desde la emoción, pero cuando analizas temas como la sedición y lees la parte de la sentencia que ha publicado la prensa, te espantas: sedición relacionada con resistencia pasiva, no violenta, con una parte de la sociedad civil representada en los Jordis…

Eso me parece lo más flagrante y me da miedo. Pienso que nadie lo ha hecho bien, y eso te genera muchos odios porque ahora todos están en una trinchera u otra. O conmigo o contra mí, no hay matices. Y si crees que los dos bandos lo han hecho mal… ahora caigo yo misma en la trampa con lo de los dos bandos: España, como Catalunya, es plural y diversa, hay muchas perspectivas y puntos de vista.

Volviendo a la serie, tras ganar un premio en Cannes y tras presentarla en el Festival de San Sebastián, ¿aumentaron los nervios ante el estreno?

Pues mira, aunque sé que te incomoda muchísimo, te diré que estuve dos días con una diarrea…

No me incomoda…

Es que tengo el recuerdo de una entrevista contigo en la que me tiré un pedo, o hablamos de pedos…

No te lo tiraste, aunque sí hablamos largo y tendido del tema porque estaba muy presente en ‘Requisitos para ser una persona normal’.

Pues lo recordaba así… quizá me lo tiré hacia adentro (risas). Pues estoy así así, quizás son los nervios por el final de un viaje de cuatro años muy intenso. Mucho. Y ahora ya está, llega el final. Llevamos hablando de la serie desde hace meses, desde Cannes, y el 18 de octubre era como una fecha épica, como si fuera a pasar algo extraordinario. Va a ser bonito, ahora es cuando la gente va a ser libre para opinar. Libre para amar, y claro, libre para odiar.

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