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La malaquita es un mineral de un color verde puro e intenso, precioso. Es increíble la capacidad que tiene la naturaleza para crear maravillas de la nada, cómo hace que de lo vulgar nazca lo más hermoso. Y es que la malaquita, a pesar de lo que su belleza pueda inducirnos a pensar, proviene también de lo ordinario, de lo que estamos hartos de ver: el cobre, ese material de color triste y sin gracia alguna. Pero la oxidación del cobre en sus yacimientos desencadena una serie de procesos que desembocan en la creación de esta sublimación verde, para deleite de nuestros ojos. Es, como a mi me gusta llamarlo, la belleza de lo inesperado.
La tradición de culebrones catalanes es larga. TV3, la cadena autonómica catalana, ha apostado siempre fuerte por estas telenovelas de sobremesa de producción propia y siempre con excelentes resultados. Poblenou, Nissaga de Poder, Ventdelplà o la actual La Riera son algunos ejemplos de historias que consiguieron arrebatar el corazón de millones (sin exagerar) de catalanes. Aunque si hablamos de telenovelas catalanas, la madre de todas ellas es sin duda El Cor de la Ciutat. Hasta 1900 capítulos emitidos a lo largo de nueve años, entre 2000 y 2009, cientos de personajes y un sinfín de tramas que la convirtieron en un clásico. Pero por muy clásico que sea, El Cor de la Ciutat no deja de tener todos los clichés que se esperan de una telenovela: drama continuo, amores y desamores, personajes ablanda-corazones (¿quién no sonreía con Narcís?), villanos de maldad extrema y grandes dosis de momentos lacrimógenos. Nada nuevo bajo el sol. Un culebrón más. Cobre. Bien vestido, quizás, pero cobre al fin y al cabo. Pero encontré la malaquita.

Era una madrugada de esas en que cuesta dormir donde YouTube se convierte en tu mejor amigo. Cansado de mirar vídeos de animales actuando como humanos y de los mejores goles de Eric Cantona, decidí teclear El Cor de la Ciutat en el buscador. No sé el motivo, pero lo hice. Ordené los vídeos por número de visualizaciones y voilà. No daba crédito, la verdad. El Cor de la Ciutat es una serie catalana cuya repercusión es eminentemente local, así que os podéis imaginar mi sorpresa al ver vídeos de la serie con dos y tres millones de reproducciones y subtitulados al inglés. ¿Qué estaba pasando aquí? Tenía que investigar. Punto número uno y más importante: todos estos vídeos estaban centrados en la trama de Max y Enric, dos chicos adolescentes homosexuales cuya relación es relatada de principio a fin durante la serie. La primera teoría que se me pasó por la cabeza, siempre tan mal pensado servidor, es que el éxito de estos vídeos fuera debido al morbo. Una idea plausible conociendo Internet y los tiempos que corren. Pero no quería precipitarme ni basarme en simples elucubraciones baratas, así que hablé con quien más me podía ayudar: el usuario de YouTube que editaba y subía los vídeos de Max y Enric.
‘El Cor de la Ciutat’ fue pionera en tratar el tema de la homosexualidad en la adolescencia con actores de esa misma edad
Hablar con Alejandro0720 (su nombre de usuario) fue realmente revelador: “La historia de Max y Enric muestra de forma bastante real por todo lo que tiene que pasar un adolescente gay. El proceso de adaptarse a sí mismo, el miedo a la reacción de sus amigos, sus padres y la sociedad más próxima, el temor a ser descubierto y finalmente, tras aceptarse, salir del armario y vivir una vida sin miedo a lo que piensan los demás”, me dijo. Pam. No me lo había llegado ni a plantear, pero ¿por qué no podía ser que esta trama de El Cor de la Ciutat estuviera tan bien hecha que hiciera que miles de adolescentes homosexuales de todo el mundo se sintieran identificados con Max y Enric? Alejandro0720 fue más allá e incluso me comentó que El Cor de la Ciutat fue pionera en tratar el tema de la homosexualidad en la adolescencia y además hacerlo con actores de esa misma edad, no con el típico parche de intentar hacer pasar un actor de 25 años como si tuviera 16.
En la relación entre Max y Enric el que peor lo pasa para salir del armario es Enric. Una tormenta interior no le deja vivir en paz, puesto que ama a Max pero tiene miedo a hacer pública su homosexualidad. Cuando por avatares de la vida sus padres lo ven besándose con Max en la calle, su padre reacciona dándole un bofetón a su propio hijo. La no aceptación de la homosexualidad, un problema tan lamentable como real en pleno siglo XXI. Pero Enric reacciona con orgullo, gritándole a su propio padre “¡Soy gay!”, dejándole claro que su mente cerrada no va a cambiar quién es él y lo que siente. Un acto de valentía que ha inspirado a chicos de todo el planeta con los miedos propios de la adolescencia, que les ha ayudado a aceptarse a sí mismos.
Alejandro0720 me comentó que le han llegado multitud de mensajes agradeciéndole haber subido esos vídeos y haber dado a conocer la historia de Max y Enric. De entre todos estos mensajes, uno muy especial. Se lo mandó un hombre de Chicago. En él le comentaba que hacía poco su hijo adolescente le había contado que era homosexual. Lo primero que le pidió el hijo a su padre, antes de que este dijera nada, es que viera los vídeos de Max y Enric para entender como se sentía y por todo lo que había pasado. El padre fue entonces a YouTube y vió los fragmentos de una telenovela catalana subtitulada al inglés. Y comprendió a su hijo. Mandó un mensaje a Alejandro0720 diciéndole lo mucho que la historia de Max y Enric le había abierto los ojos, lo mucho que les había unido a él y a su hijo en un momento tan trascendente en la vida del chico. Y, maldición, eso es precioso. La belleza de lo inesperado, la historia de cómo una telenovela catalana más, de tono cobrizo pero con destellos brillantes, cruzó un océano para fundir en un abrazo de color verde a un padre y a un hijo. Malaquita pura.