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It’s a sin es una serie que empieza con orgías y libertinaje en el Londres de los 80 para ir derivando en un drama de lagrimilla, sin perder su estética colorista y su estilo cachondo. Después del subidón siempre viene el bajón. Y si no que se lo digan a los protagonistas de It’s a sin y a los de la rave de Llinars (too late?).
La nueva serie de Russell T. Davies (Queer as folk, A very english scandal, Years & Years) produce el mismo viaje emocional que el Primavera Sound (ya está aquí el millennial hipster de turno): empiezas por todo lo alto y acabas llorando solo en casa con una resaca emocional que dura más días que el propio festival.
En este artículo no nos dedicaremos a arruinarte la serie contándote la trama y los personajes, simplemente nos centraremos en exponer las sensaciones que nos quedan después de haber visto los cinco episodios de la serie de Channel 4 que aquí se pueden ver en HBO.
https://www.youtube.com/watch?v=-_rJF9JV0Wk&feature=youtu.be
Russell T. Davies sabe cómo hablar al espectador contemporáneo, inmerso en una montaña rusa de emociones, metido de lleno en una pandemia mundial. Y lo hace a través de un concepto que nos une y nos separa: la familia.
‘It’s a sin’ es una oda a la amistad que llega en el timing perfecto… Justo cuando dudamos más de todo, cuando el coronavirus está durando demasiado
En la premonitoria Years & Years nos presenta el colapso de la sociedad capitalista a través de los ojos de una familia inglesa variopinta y excéntrica. En It’s a sin abraza la misma premisa pero cambiando la familia de sangre, por una familia de amigos. Explica ambas historias a partir de la cohesión humana, del núcleo, del amor, de la fuerza del amistad, del abrazo, de la unión, para al final acabar contando la historia de dos familias que van caminando inocentemente hacia el abismo o como diría el bueno de Rust Cohle, caminando juntos hacia la extinción. Y todo esto contado felizmente, con sonrisas y lágrimas. Yendo del fiestón al catre, del desfase al contagio letal.
It’s a sin es una oda a la amistad que llega en el timing perfecto. Justo cuando dudamos más de todo, cuando el coronavirus está durando demasiado y es un por culo cada vez más difícil de gestionar. En este panorama toman más importancia que nunca la familia y los colegas. Sonará cursi para algunos, pero en tiempos jodidos las buenas amistades te salvan la vida.
La serie es cruda, desenfadada y efectista. Dejándose de victimismos para ir al grano y hacer un homenaje a todas las víctimas que sufrieron (y sufren) el SIDA y recordar que esas personas se contagiaron cuando justo se lo estaban pasando en grande, en el mejor momento de sus vidas. Porque así es la vida.
Russell T. Davies hace lo que le da la puta gana con su serie y lo puede contar como le apetezca, sin tener que ser un libro de historia
Justo cuando estás en lo más alto, cuando te crees el puto amo de repente viene un virus, una epidemia y te atropella. Para los protagonistas de It’s a sin la década de los 80 era su momento de triunfar, igual que para muchos de nosotros 2020 era el año en el que la íbamos a petar. ¿Os suena de algo?
Aquellos que critican la serie por no profundizar en el contexto sociopolítico de la época o que alertan de que no se puede hablar del SIDA sin tener en cuenta esto, que relajen la raja y se quiten el monóculo de crítico demiurgo. En primer lugar, Russell T. Davies hace lo que le da la puta gana con su serie y lo puede contar como le apetezca, sin tener que ser un libro de historia. En segundo lugar, quien quiera contexto sobre el tema que repase la hemeroteca, vea un documental o (más fácil) visite la sagrada Wikipedia.
Y por último, lo vital es no perder de vista de lo que va realmente la serie: amigos hasta la muerte, pase lo que pase, no hay pandemia ni «cáncer gay» que nos derrumbe. En It’s a sin se tiene que entrar con ganas de fiesta y con ganas de llorar. Bailar y llorar con unos hits que hacen aún más memorable cada escena. Suenan temazos como ‘Sweet Dreams (Are Made of This)’ de Eurythmics, ‘Freedom’ de Wham o (obviamente) ‘It’s a sin’ de Pet Shop Boys que realzan ese espíritu de celebración, a pesar de todo.
Necesitamos encontrar maneras de narrar lo que nos pasa, sin ese halo de negatividad, de nihilismo extremo que a veces solo nos lleva a un espiral de autodestrucción. Cuando el drama es la realidad que vivimos necesitamos un poco de aire. Ponerle un poco de humor al desastre para salir de él. Russell T. Davies es nuestro hombre y ha llegado hasta aquí para alegrarnos nuestra triste existencia.