Entre Francis anda el juego
'House of cards' vs. 'House of cards'

Entre Francis anda el juego

¿Si Urquhart y Underwood hubieran coincidido en el mismo Parlamento (lo que es peor, en el mismo partido) quién hubiera destruido a quién?
Frank Urquhart y Frank Underwood protagonistas de las dos versiones de 'House of Cards'

Escuchando ciertas declaraciones públicas, uno llega a la conclusión que para muchos políticos su actividad es un juego… del cual nosotros somos los peones. Por fortuna, la ficción nos permite entrever las instrucciones de esa partida perversa, aquello que ocurre entre bastidores, cuando se apaga la pantalla de plasma, al acabar las lecturas de manifiestos sin preguntas disfrazadas de presuntas ruedas de prensa.

En 1990 la BBC estrenó la adaptación de una novela de Michael Dobbs, “House of cards”, centrada en las maniobras del jefe de la mayoría conservadora en la Cámara de los Comunes, Francis Urquhart, para llegar a lo más alto en la etapa post-Thatcher. Su autor había sido asesor de la primera ministra y jefe de gabinete del gobierno conservador y, de hecho, la emisión de la miniserie de cuatro episodios, en el mes de noviembre, coincidió con la renuncia de la dama de hierro. La ficción se avanzó a la realidad.

«Veinte años después, Beau Willimon se ha atrevido a trasladar las maquinaciones de ese “castillo de naipes” de Westminster al Capitolio»

El guión de la miniserie, escrito por el propio Dobbs y por Andrew Davies, alteró el final del libro original, que hubiera cerrado la historia de manera irrevocable. Eso le permitió a Dobbs escribir dos novelas más, adaptadas de nuevo en formato de miniserie: “To play the king” (1993) y “The final cut” (1995). El relato impecable del ascenso y caída de Urquhart había adoptado forma de trilogía. Veinte años después, tiempo suficiente para que la serie original hubiera quedado en el limbo para la mayoría, Beau Willimon, con el apoyo de David Fincher y el asesoramiento de los autores de la versión británica, se ha atrevido a trasladar las maquinaciones de ese “castillo de naipes” de Westminster al Capitolio. Las iniciales del protagonista son las mismas: F.U. Francis Urquhart se ha convertido en Francis Underwood. Ian Richardson, intérprete de férrea tradición teatral fallecido en el 97, ha sido relevado por otro actor con muchas tablas: Kevin Spacey.

En esta marea de remakes USA de grandes series de otros países parece que no se salva ya ninguna: The office, The killing, The bridge, Shameless… En el horizonte, colgando como espadas de Damocles sobre las cabezas de los sufridos espectadores, otras dos adaptaciones: Utopia (Fincher le ha pillado el gusto a lo “british”) y Luther. Celebremos que por lo menos el House of cards norteamericano, que regresa el 27 de febrero con su tercera temporada, puede mirar relativamente a la misma altura a su inspiradora. Es un buen momento para fijarse en las diferencias entre los dos personajes: ¿si Urquhart y Underwood hubieran coincidido en el mismo Parlamento (lo que es peor, en el mismo partido) quién hubiera destruido a quién?

«Las miradas a cámara de ambos, acompañados de sus correspondientes soliloquios, resultan escalofriantes por igual.»

Bien es cierto que también hay semejanzas. Los dos ponen en marcha su plan por despecho, después que sus respectivos superiores hayan incumplido su promesa de ascenderles. Las miradas a cámara de ambos, acompañados de sus correspondientes soliloquios, resultan escalofriantes por igual. Comparados con este par, los chicos de Funny Games, otros que también compartían sus fechorías con el espectador pegando un hachazo metafórico a la cuarta pared, casi se nos aparecen como unos entrañables boy scouts.

'House of Cards'

También a ambos Francis se les podría reprochar que los antagonistas que van encontrando en su escalada hacia el poder pecan casi siempre de una ingenuidad inverosímil. Son auténticos títeres que se dejan manipular de la manera más burda y encima sienten agradecimiento hacia el Francis de turno, ya sea Urquhart, ya sea Underwood. Aunque tampoco dudamos que existan líderes tan peleles como el primer ministro británico Henry Collingridge o el presidente de los Estados Unidos Garrett Walker. Por lo menos si nos fijamos en nuestro entorno inmediato.

Hasta aquí las similitudes. Vamos a por las siete diferencias (sabréis que las diferencias siempre deben ser siete, como los días de la semana o los samuráis). ¡Que empiece el combate!

A la derecha, procedente del condado de Bruichladdich, en Escocia, educado en Eton, tras tres años de servicio en Chipre como miembro del Ejército Británico y unos más como profesor de Historia del Renacimiento Italiano en Oxford… Francis Ewan Urquhart.

A la izquierda (porque uno de los dos tenía que aceptar estar más a la izquierda), procedente de Gaffney, en Carolina del Sur, educado en la academia militar The Sentinel, de Charleston, graduado por la Harvard Law School… Francis Joseph Underwood.

Ya los tenemos. Francis Urquhart contra Frank Underwood. O lo que es lo mismo: Ian Richardson vs. Kevin Spacey. Fight!

 

1. Orígenes:

– Urquhart: aristócrata. No puede disimular su disgusto por el pueblo llano, esa manera fría de mirar a sus presuntos congéneres por encima del hombro. En uno de los capítulos de la tercera temporada, un grupo de ancianos vienen a felicitarle por haber llegado a los 65 años, ingenuamente dispuestos a darle una cálida bienvenida a la tercera edad. Su sonrisa forzada mientras le entonan el “Happy Birthday” dice mucho de ese desprecio de las clases altas hacia los que consideran que no están a su nivel. Urquhart exhibe unos modales refinados, incluso afectados, siempre que tiene ocasión.

-Underwood: “self-made man”. Es la perfecta encarnación del sueño americano. La ambición sin medida no le ha llevado a olvidar sus raíces, que recuerda en diversos momentos (ese impagable episodio en la academia militar). La máquina de escribir marca Underwood que le regaló su padre, cultivador de melocotones, también funciona como símbolo para alguien que, siguiendo el consejo paterno, ha conseguido construir un imperio. Underwood sería el modelo de político campechano. Los espectadores, cómplices, sabemos que Underwood es un lobo con piel de cordero. Será por eso que devora con fruición las costillas de cerdo de su amigo Freddy, en un bar de los suburbios en el que jamás hubiéramos encontrado a Urquhart.

'House of Cards'

 

2. Ideología:

– Urquhart: “tory”. No engaña a nadie. Es un conservador de piedra picada, de los que creen que las políticas de asistencia social son una rémora para una nación próspera. A su lado, el Rey de Inglaterra que conocemos en la segunda temporada se convierte en una especie de Pablo Iglesias con corona, por su defensa de la igualdad y la compasión por los más débiles. Ian Richardson aseguraba que su inspiración para el personaje era un rey de los de verdad, a la antigua usanza: el Ricardo III shakespeariano… sin ninguna duda, un “tory” avant la lettre.

– Underwood: “demócrata”. Se nos ha dicho a menudo que la distinción entre derechas e izquierdas no tiene el mismo sentido en la política de los Estados Unidos (otro día ya debatiremos cómo entienden algunos políticos europeos eso de ser de izquierdas). Lo que está claro es que Underwood, en lo más hondo y oscuro de su alma (que vendría a ser el 90 por ciento de su alma, aproximadamente) no está tan lejos del elitismo de su homólogo.

 

3. Efectividad:

– Urquhart: expeditivo. Aquí sí que a Urquhart no le ganaría ni el mismísimo Keyser Söze. Es el más eficaz. En tan sólo 12 episodios Urquhart consigue llegar a lo más alto, amenazar a todo un Rey de Inglaterra y batir el récord de la todopoderosa Margaret Thatcher (a quien incluso querría negarle un monumento conmemorativo). Urquhart va al grano y es especialmente combativo en la arena política. Aunque la tercera temporada resulte algo más forzada que las otras dos, nos ofrece unas grandes escenas de debate en la Cámara de los Comunes con su Némesis particular: Tom Makepeace (qué genial apellido para alguien que conocemos como ministro de Asuntos Exteriores).

– Underwood: sigiloso. Spacey tiene otro tempo. Ha tardado 26 episodios (26 maravillosos episodios, por otra parte) en llegar allá donde Urquhart ya estaba en el cuarto episodio. Eso no es necesariamente negativo. El despliegue de algunas tramas paralelas funciona mejor en la House of cards norteamericana. Sin ir más lejos, los claroscuros de la conexión china en la segunda temporada superan la brocha algo gorda de la trama chipriota en “The final cut”, el cierre de la serie de la BBC. Eso sí, para Underwood la política se trabaja en los pasillos. A pesar de tener muchos más capítulos, asistimos a menos sesiones parlamentarias.

'House of Cards'

 

4. Mujeres:

– Urquhart: seductor. Elizabeth Urquhart emerge con fuerza como una Lady Macbeth manipuladora y vengativa, que no tan sólo aprueba sino que alienta las maquinaciones de su marido. Aún así, es verdad que Elizabeth no deja de ser un personaje secundario y bastante plano en las dos primeras temporadas (hay que esperar a la última entrega de la serie para verla emerger con todo su potencial… ¡y de qué manera!).

En las muchas ocasiones en que Francis se queda solo en casa porque su esposa se ha ido al campo, ha aprovechado para intimar con diversas mujeres, instrumentos para sus planes: primero la periodista Mattie Storin (una chica con enigmáticos traumas paterno-filiales) y más adelante la encuestadora Sarah Harding, convertida en asesora política de Urquhart por influencia de su mujer. Vaya, que Urquhart ha sido más Casanova que Underwood, aunque también más sentimental: pese a su aparente frialdad, llega a desarrollar auténticos sentimientos por ambas mujeres, que le perseguirán a lo largo de toda su vida en forma de remordimientos. Fugaces, pero remordimientos al fin y al cabo.

– Underwood: pragmático. Claire Underwood, uno de los pocos personajes que cambia totalmente el nombre en su traslación al otro lado del Atlántico, tiene una profundidad y un carisma muy superior. También tolera la doble vida de su marido en todos los sentidos, aunque sea algo más celosa… pero no se niega a coquetear ella misma con las enormes posibilidades de su independencia personal y laboral. Robin Wright, protagonista de algunas tramas propias, es una baza a favor de la serie. Aquí se incide mucho más en la decisión del matrimonio protagonista de no tener hijos, vistos como un estorbo para el ascenso político y social.

Dejando de lado a su esposa, Underwood también ha seducido y utilizado para su propio beneficio al cuarto poder, representado en la figura de la reportera Zoe Barnes, no menos ambiciosa que su colega británica. De nuevo se impone la erótica del poder… Si bien las escenas sexuales son algo más explícitas, la impresión es que para Underwood sigue siendo un juego, una prueba más a superar en la gincana hacia la cima.

'House of Cards'

 

5. Rituales:

– Urquhart: sentencioso. En este apartado Urquhart no tiene rival. El jefe de filas de los conservadores en la Cámara de los Comunes tiene alguna frase recurrente, un eufemismo que ha llegado a ser citado por los parlamentarios reales, conocido como “Urquhart’s avoidance”: “You might very well think that; I couldn’t possibly comment”. Ese es el mantra: usted puede pensarlo, pero yo no puedo hacer ningún comentario. Supone una manera perfecta de inducir una idea en su interlocutor, lavándose siempre las manos. Maquiavelo meets Poncio Pilatos.

– Underwood: gestual. Tiene grandes frases, pero en el fondo es más físico que verbal. Su golpe de nudillos sobre cualquier superficie dura, ayudado por un necesario anillo a modo de escudo protector, ha resonado por los pasillos del Capitolio a la manera de un tambor de guerra. Ríete tú del martillo de Thor. En la segunda temporada cedió su anillo por una buena causa familiar, pero la imagen final no hubiera sido tan icónica sin la réplica perfecta de su añorado anillo, un regalo de la siempre atenta Claire.

 

6. Aliados:

– Urquhart: resentidos. De alguien como Francis Urquhart cuesta decir que es amigo de sus amigos sin que se te escape la risa. Quién no se reiría sería Roger O’Neill, jefe de publicidad de su partido, que cae en las redes de Urquhart por su adicción a las drogas. El patetismo de su personaje es uno de los momentos más duros de la primera temporada. Más adelante se desarrolla el personaje de Tim Stamper, jefe de gabinete y aliado circunstancial del protagonista, un aprendiz de Urquhart con tan pocos escrúpulos como su mentor, con la misma capacidad de albergar resentimiento. Por último, aunque no menos importante, no podemos olvidar el personaje de Corder, el guardaespaldas, un auténtico ejecutor, un personaje que se expresa más por sus acciones que por sus escasas palabras. Corder tiene un rol muy importante en la vida de Francis, pero también en la de Elizabeth Urquhart, un rol apenas insinuado, al estilo pulcro de los hijos de la Gran Bretaña.

'House of Cards'

– Underwood: fieles. Para Underwood el equivalente de Roger O’Neill es el diputado por Pensilvania Peter Russo. Los nombres y ocupaciones son diferentes, pero comparten el mismo aliento trágico, con escenas prácticamente calcadas (hacerse llamar por sus más cercanas colaboradoras y amantes simulando una llamada de alguien de mucho más peso). En cambio el Stamper americano comparte apellido con su homólogo británico y poca cosa más: la lealtad de Doug Stamper es mucho mayor, así como sus dilemas morales. Por último, Underwood también tiene un guardaespaldas de confianza, Meechum. Confianza entendida en el sentido más amplio de la palabra. Esperamos que la tercera temporada le haga ganar presencia a este discreto personaje… un deseo compartido por el matrimonio Underwood… Por los dos.

'House of Cards'

 

7. Banda sonora:

– Urquhart: triunfal. En el país de la “Pompa y circunstancia” de Edward Elgar, en la patria del “God save the king”, lo último que hay que perder es la compostura. Es por ello que la “Francis Urquhart’s march”, la composición de Jim Parker que introduce los doce episodios británicos, tiene un aire ceremonial destinado a las grandes ocasiones. Nos recuerda una soleada mañana de coronación. Los instrumentos de viento a todo trapo y el ritmo marcial suponen un fuerte contraste con la oscuridad de la trama, que parecen querer ocultar con sus notas supuestamente alegres.

– Underwood: siniestro. A pesar de que Urquhart tiene más cadáveres a sus espaldas que Underwood, es a éste a quien hemos visto con las manos manchadas de sangre en alguna afortunada imagen promocional. Será que a los británicos les tira la pleitesía hipócrita asociada a reyes y soberanos, mientras que a los estadounidenses les chifla la amoralidad de los mafiosos, expuesta sin medias tintas, a boca de cañón. La sintonía de la serie de Netflix, compuesta por Jeff Beal, es la de un thriller inquietante… Aquí las trompetas suenan como un eco lejano y chirriante, son el heraldo de que, definitivamente, algo huele a podrido en Washington.

'House of Cards'

Vistas las siete diferencias entre Urquhart y Underwood… ¿cuál sería el resultado de un hipotético combate entre los dos? Sabemos que en la arena política el inglés se mueve mucho más rápido, pero en cambio cuando se trata de utilizar a las mujeres el americano es más tajante… En el fondo, la falta de escrúpulos de uno y otro andan a la par, como los escalofríos que nos provocan cuando nos interpelan directamente. Escalofríos, admitámoslo, en los que se mezclan la repulsión y la fascinación. Un enfrentamiento entre los dos hubiera sido letal, con una ligera ventaja para el británico (siempre que no nos fijemos en su aspecto visual, más propio de un curso de inglés estilo “Follow me” que de una de esas series actuales tan “cool”). O sea que sólo nos queda agradecer que estos dos reptiles de la política no hayan coincidido en el mismo tiempo y espacio… Y también que tal sanguinario ejercicio de la política sea materia de ficción. ¿Porque esto sólo ocurre en la ficción, no?

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