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«Estoy un poco abrumada, la verdad. Y muy muy agradecida, como Lina Morgan», dice, y canturrea aquello de agradecida y emocionada, solamente puedo decir gracias por venir. Elena Irureta (Zumaia, 1955) se esfuerza en naturalizar una sobreexposición a la que no está acostumbrada pese al carrerón que indica su currículum. Son cuatro décadas de trabajo, desde aquellos años 80 en los que recorría Euskadi en furgoneta, de teatro en teatro. Desde aquellos años 90 donde rodó con Julio Medem (La Ardilla Roja), Juanma Bajo Ulloa (La madre muerta, Airbag), Icíar Bollaín (Hola, ¿estás sola?, Flores de otro mundo, Te doy mis ojos) o Daniel Calparsoro (A ciegas). O aquellos 2000 en los que se convirtió en rostro habitual en ETB, pero también en series de la popularidad a nivel nacional de Al salir de clase, El Comisario, Hospital Central o Los misterios de Laura.
Es probable que, más allá de una cuestión de carácter, que también, esa enorme experiencia ayude a mantener los pies en el suelo y a no perder la perspectiva: «Hay que estar a lo que hay que estar, y ahora estoy con una obra de teatro y con otra serie… Muy feliz con todo lo que está pasando, pero ¡a otra cosa, mariposa!».
Que Elena Irureta relativice la cantidad de halagos y felicitaciones es sano, pero no va a impedir los aplausos con las orejas de quienes nos hemos emocionado con esa Bittori que interpreta en Patria, ya disponible al completo en HBO España. Esa madre y esposa a la que los asesinos de ETA arrebatan a su marido, el Txato, destruyendo además su pequeño ecosistema vital, multiplicando la asfixia con los silencios cómplices, con las miradas inquisidoras de los vecinos, que convierten a la víctima en culpable de vete a saber qué. «Ahora que ETA ha parado se ponen chulitos, vienen a crisparnos», afirma en la ficción de Patria la que fuera su mejor amiga, Miren, madre de uno de los miembros del comando que disparó y mató al Txato. Esa compleja realidad que partió por la mitad relaciones familiares y de amistad, en la que verdugos y damnificados compartían vecindario, se cruzaban por las calles o coincidían en la carnicería, centra el conflicto narrativo y dramático de una serie apabullante, monumental, cuyas virtudes y fuerza disimulan cualquier pero que se le pueda poner.
A finales de septiembre, y tras un retraso por culpa de la pandemia que no hizo más que aumentar las expectativas y la curiosidad, el Festival de San Sebastián se convertía en el más lógico escenario en el que presentar Patria. Elena Irureta, para siempre Bittori, pudo ver la serie entera por primera vez, en una proyección especial en la enorme pantalla del Kursaal: «Fueron los ocho capítulos seguidos, de una sentada», recuerda. «Nos dejaron una pausa a la mitad, para respirar un poquito. Y a la una de la madrugada estábamos la misma gente que había entrado a las cuatro de la tarde. No se había ido nadie. Seguíamos en silencio sepulcral. Creo que todos estábamos tan inmersos en lo que habíamos visto… al acabar hubo un aplauso tremendo, pero muy respetuoso, muy emocionado. Salí muy impresionada con lo que había visto. Me parece que es una serie que está bien por todas partes, tiene una factura increíble. Yo misma, durante la proyección… no era capaz de ver a mis compañeros, ni de reconocerme a mí misma: estaba viendo a los personajes, muy metida en la historia. Me acuerdo que le decía a mis hermanas: ¡no me he visto! Por eso me impactó tantísimo. Eso nunca me había pasado. ¡Fue muy fuerte!».
Elena Irureta nos atiende poco antes de viajar a Vitoria, donde representa (mientras las medidas sanitarias no lo impidan) Los hijos, obra de Lucy Kirkwood que la devuelve a esos escenarios que son su casa desde hace décadas. Dama del teatro, curtida en mil batallas, tiene claro lo que importa: «¡Que sigan saliendo trabajos!»
Debe ser un gusto que dos actrices como tú y Ane Gabarain, con carreras tan largas, con tantos y tan variados trabajos a la espalda, encontréis ahora esta repercusión.
Sí, eso lo he hablado mucho con ella: qué suerte que a nuestra edad nos hayan caído semejantes personajes, que te permiten interpretar un abanico de emociones tan grande. Hemos trabajado un montón de veces juntas y qué gusto coincidir en algo como Patria. Llegas a una edad en la que ya no esperas tener una oportunidad así, que te den un personaje tan rico, con tantos matices. Tampoco se escribe tanto para mujeres de nuestra edad. Son dos personajes maravillosos y ¡nos los han regalado! Nos había visto muchísimo haciendo comedia, pero Aitor Gabilondo ha tenido mucho valor, poniéndonos al frente de una serie como esta.
¿Habías leído la novela?
Sí, al poco de publicarse. Me la leí muy rápido, pero nunca pensé que se haría una serie sobre la novela. Y cuando supimos del proyecto, tampoco pensamos que pudiéramos estar ahí en ningún caso. El libro ya era muy conocido, lo había leído todo el mundo, y no pensábamos que contaran con nosotras. Después te llaman para una prueba, y haces una segunda, y empiezas a creértelo. Y te eligen, y te enteras que el reparto va a ser de actores vascos, y que con la gran mayoría llevas años trabajando: con Ane Gabarain, pero también con José Ramón Soroiz, con Mikel Laskurain… Una alegría enorme, una suerte. Ha sido una experiencia maravillosa.
Aitor Gabilondo, el creador de la serie, nos contaba aquí que, por un lado, tenía muy claro que quería a actores vascos, por ese intangible que ya llevabais en el ADN, de estar empapados del ambiente que respira la trama. También decía que sintió que la novela hablaba de él. ¿Te pasó lo mismo?
«Durante el rodaje estás atenta al trabajo, pero cuando vi el resultado me quedé en shock… no podía ni hablar. Me preguntaban y me echaba a llorar»
Claro, claro que sí: Patria es ficción, pero se basa en una realidad con la que hemos convivido durante muchos años en Euskadi. Todo lo que se cuenta nos era muy cercano, y se nos hacía muy duro. Por otro lado, el rodaje fue relativamente sencillo, todo estaba muy hablado y ensayado, y no fue especialmente complicado. De hecho, terminé mi parte antes que los demás. Pasó el tiempo y llegó el Festival de San Sebastián de 2019, y allí se presentaron las primeras imágenes de la serie, y al verlas me quedé volada. No podía parar de llorar. Fue terminar de verlas y… ¡estaba en shock! Me tocó muchísimo. Durante el rodaje estás atenta a la técnica, al maquillaje, a los diálogos, estás al trabajo. Pero cuando ves el resultado de todo eso… me quedé, ya te digo, en shock, no podía ni hablar. Me preguntaban y me echaba a llorar.
La serie ha logrado una unanimidad casi absoluta. Pero tuvo su momento para la polémica, con aquella reacción hiperventilada ante el cartel… ¿Cómo la viviste?
Es que era todo absurdo, ¡si no habían visto la serie! Piensas: espera a verla y entonces ya podremos discutir lo que quieras. Pero esa predisposición para colocar la serie en un lado o en otro… Aitor Gabilondo lo dijo muy claro: «este no es EL relato, es UN relato». Una mirada a unos años y a una situación que hemos vivido mucha gente de este país. Pero no es más que un punto de vista, el de un señor que ha escrito un libro. Y después está el pequeño giro, con mucho respeto a la novela, que pueda haberle dado Aitor al escribir la serie. Lo que tengo claro es que habría que escribir más libros, hacer más películas y series, sobre este tema: que no se pase página, que las nuevas generaciones sepan que todo esto ha ocurrido.
Se llama Memoria, con M mayúscula.
Claro, que se hagan más cosas, y se debata, se hable sobre ello. Porque te encuentras a chavales de 17 y 18 años que no tienen ni idea de que esto ha pasado no hace tanto tiempo. Y eso no puede ser. Es muy importante que la ficción retrate lo que ocurrió en este país con ETA. Que las víctimas y los que lo vivimos hablen. No se puede cerrar el trauma con un borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada. Así no.
Me hablabas del pase de la serie en el Festival de San Sebastián y supongo que no tiene nada que ver con la proyección, por ejemplo, de ‘La Pelota Vasca’, el documental de Julio Medem, en 2003. Recuerdo que se vivió con una tensión ambiental enorme…
No, nada que ver. Es otro momento, otro contexto. Yo no noté absolutamente ninguna tensión. Habrá quien no ha querido leer el libro ni quiera ver la serie, pero no hubo ninguna tensión, al contrario. El tiempo hace que las cosas se normalicen, y creo que debería poderse hablar del tema con tranquilidad, sin que sea tabú. Habrá quien no esté cómodo, a algunos no les gustará, porque a veces las cosas pican, pero hay que hacerlo, no hay otra. No se puede obviar el tema, de ninguna de las maneras.
Hay una cosa de Bittori que me gusta mucho: esa especie de retranca, de sentido del humor muy fino que destila en algunas escenas. Pienso, por ejemplo, en las visitas al cementerio donde conversa con el Txato como si estuviera vivo…
«Las personas somos así, aunque estemos viviendo un drama siempre hay momentos en que rebajas la pena, es la vida misma (…) No se puede mantener una tristeza constante»
Eso lo hablamos mucho con Aitor, y estaba detallado en el guion. Las personas somos así, aunque estemos viviendo un drama siempre hay momentos en que rebajas la pena, es la vida misma. ¿No te ha pasado a ti que igual vas a un funeral y después te tomas unos potes y te echas unas risas, incluso con la misma familia del muerto? No se puede mantener una tristeza constante. Bittori ha perdido al Txato hace años, pero sigue hablando con él como si estuvieran en el salón de su casa. Eso me gusta mucho del personaje, que no todo sea un mar de lágrimas para ella.
¿Crees que Bittori es el personaje de tu vida?
Hombre, es un personaje muy importante en mi carrera, es el que me ha dado la posibilidad de interpretar un abanico de emociones muy grande, un personaje que cambia, que evoluciona, muchísimo. Te ofrece muchas posibilidades a la hora de encararlo. Es un personaje muy importante, sí, que me hace estar muy agradecida y sentirme muy afortunada.
‘Patria’ es una demostración más de la buena salud del audiovisual vasco, que ya veíamos en películas como Handía, Loreak, Ane o La trinchera infinita. ¿Qué opinas de ese auge?
Que es real, porque aquí hay mucho talento a todos los niveles. Y me alegra muchísimo, porque se abren oportunidades para profesionales con mucha experiencia. Y espero que siga así, que se hagan más cosas, porque aún hay mucho que descubrir, muchos actores y técnicos que no han tenido la oportunidad y la merecen. Se están haciendo películas y series muy buenas, las que citas y otras, que me están entusiasmado, y espero que eso no sea una racha y continúe ocurriendo.
Ahora llegarán los premios…
Bueno, bueno, bueno, tampoco estamos ambicionando premios. Mejor que siga habiendo trabajo. Y el cariño de la gente está siendo tan grande que ya es un gran premio…