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Estoy en un gran supermercado haciendo la compra de la semana. Tengo el cerebro a punto de estallar de tanto comparar precios -pollo o pavo, esa gran pregunta- cuando giro la cabeza y al fondo del pasillo veo lo imposible: el mismísimo Tom Hardy empujando un carrito. Los adictos a las series, como los veganos, tenemos la imperiosa necesidad de contar a todo el mundo que lo somos y lucirnos a costa de ello a la más mínima posibilidad que tengamos. Sí, los adictos a las series, como los veganos, somos unos cretinos.
Así que con un dulce golpe de muñeca enfilo mi carrito repleto de embutido barato en dirección al bueno de Tom con la única intención de marcarme una chapa antológica. Me pongo en paralelo a él y tras mirarlo unos segundos sonriendo de forma macabra le suelto: “Ey, qué pasa crack”. Error clamoroso por mi parte. Los que conozcan un poco su biografía sabrán a qué me refiero, aunque no dejo que este pequeño traspiés tuerza mis planes. “Casi todo el mundo te conoce por las películas que has hecho, pero yo te conozco sobre todo por tus papeles en series de televisión. Buah, es que me encantan las series, ¿sabes?”. Tom responde con una sonrisa cargada de desprecio y en sus ojos veo el deseo de que una avalancha de latas de conserva me aplaste, aunque llegado a este punto ya nada me va a parar.

«La popularidad de Hardy ha aumentado gracias al cine, pero su carrera en el mundo de las series también ha sido prolífica»
No he dicho ninguna mentira. La popularidad de Tom Hardy ha aumentado notablemente estos últimos años gracias a papeles principales en varias grandes producciones cinematográficas que no hace falta ni mencionar, pero su carrera en el mundo de las series de televisión también ha sido prolífica. “Tío, es que aluciné cuando me dijeron que salías en Band of Brothers. Es una de mis series favoritas y no tenía ni idea que tú, que eres uno de mis actores favoritos, aparecías en algún capítulo. Repasé la serie y toda la razón, allí estás. Incluso hay una escena en que retozas con una alemana, ¿eh, campeón?”, le suelto mientras río y le doy un codazo de lamentable camaradería masculina.
Ciertamente Tom Hardy se estrenó por todo lo alto en el mundo de las series participando en la aclamada Band of Brothers, donde interpretaba al soldado John A. Janovec. Su personaje no tiene un gran peso ni da mucho espacio para el lucimiento del actor, pero protagoniza algunas escenas, sobre todo la del periódico en el camión, que ya dan una idea del potencial que más adelante desarrollaría Hardy. Su siguiente aparición en la pequeña pantalla también la hace rodeado de nazis y de nuevo junto a Damian Lewis (Band of Brothers, Homeland), pero esta vez como soldado británico; se trata del remake de la exitosa serie de los setenta Colditz, que narra los sucesivos intentos de fuga de un grupo de presos aliados durante la Segunda Guerra Mundial en un castillo que los alemanes usan como cárcel.

«En ‘Cape Wrath’ vemos al actor en un papel recurrente: chico duro con un fondo emocional muy fuerte y una mirada cargada de tristeza y rabia»
Tom y yo seguimos serpenteando por los pasillos del súper hasta llegar al horror. Hordas de swaggers se agolpan ante el vodka de tres euros del Mercatrona, aliñando el dantesco espectáculo con tonadas reggetoneras que salen a todo volumen de sus móviles y cuyas letras han sido escritas por un neandertal con dislexia emocional. Eso me recuerda que Tom también se puso en la piel de un joven problemático para la interesantísima y enigmática Cape Wrath –Meadowlands en Estados Unidos-. “Recibías más hostias que Jesse Pinkman, pero clavaste ese papel. Lástima que cancelaran la segunda temporada”, le digo mientras dejamos atrás al congreso de futuros ingenieros aeroespaciales. En Cape Wrath, Hardy es un chaval chulesco de barrio que enamora a Felicity Jones, la hija de la familia protagonista de la serie. Más allá de que la serie sea muy decente, es importante mencionarla porque en ella podemos ver a Tom Hardy en un papel en el que a partir de ese momento se encontrará como pez en el agua: chico duro con un fondo emocional muy fuerte y una mirada cargada de tristeza y rabia.
Pero a pesar de que este sea el Hardy que la gente más ha visto en la pantalla, no podemos decir que se trate de un actor encasillado. De hecho ha protagonizado varias miniseries de corte mucho más clásico como el lacrimógeno Wuthering Heights -basada en la clásica novela de Emily Brontë, Cumbres Borrascosas en español-, The Virgin Queen -biopic de la reina Elizabeth donde Hardy interpreta a su joven protegido, el Conde de Essex- u Oliver Twist -donde da vida a Bill Sikes, uno de los personajes más malvados de la obra de Dickens-.

«‘The Take’ es una producción de Sky que data del año 2009 donde Tom Hardy es más Tom Hardy que nunca y realiza una actuación brillante»
Me entretengo un segundo mirando pizzas congeladas y Tom lo aprovecha para acelerar e intentar darme esquinazo. Aún no he terminado de darle la brasa sobre su propia vida, así que me lanzo en su persecución creando, sin quererlo, una especie de Mad Max de extrarradio con carritos de la compra en vez de camiones y coches asesinos. Giramos derrapando por el pasillo de refrescos y snacks llevándonos por delante a un incauto reponedor; gracias a Dios un atasco de ancianas en la sección de bollería industrial tapona la huida de Tom y le doy alcance. “Pero espérate, hombre, si ya acabo. Me he dejado lo mejor para el final, loco: The Take y Peaky Blinders”. Y es que es en las dos últimas series en las que ha participado Tom Hardy donde más ha gustado su trabajo. Poco que decir de su mítico Alfie Solomons en Peaky Blinders, el líder de la mafia judía que desde Camden Town hace y deshace alianzas con Thomas Shelby en la segunda temporada de la serie. “Te lo digo, me costaba la vida entender lo que decías con ese acento tan cerrado, pero esos contrastes de calma absoluta con brotes de violencia brutal eran magníficos. Estuviste de diez ahí, Tom”.
Por su parte, The Take es una producción de Sky que data del año 2009 donde Tom Hardy es más Tom Hardy que nunca y realiza una actuación realmente brillante. Interpreta a Freddie Jackson, un psicópata en los bajos fondos londinenses de los ochenta y noventa cuyo nivel de inmoralidad y violencia parece no tener límites. No quiero desvelar más porque se trata de únicamente cuatro capítulos muy rápidos de ver y altamente recomendables; ya tardáis, no os decepcionará.
De camino a caja, con el himno de Mercatrona atronando por los altavoces -muy rollo Corea del Norte- y Tom absolutamente resignado ante mi pesadez extrema, intento sacarle un poco de información para que no se diga que no lo he intentado: “¿Y la nueva serie qué, tío? Buena pinta, muy buena pinta”. Como era de esperar Tom no me responde, así que me limitaré a comentar lo que ha salido a la luz hasta ahora al respecto. La nueva serie de la que hablo se trata de Taboo, una ambiciosa producción de Ridley Scott y la BBC cuya idea original es del propio Tom y su padre Chips Hardy, escritor. En ella se narra la vuelta al Londres de principios del siglo XIX de James Keziah Delaney, un hombre al que se había dado por muerto tras una expedición a África y que vuelve a casa años después para reclamar en herencia el imperio naval de su padre. El tráiler de esta miniserie de ocho capítulos, que aún se está rodando, nos deja con ganas de mucho más y la sensación de que vamos a disfrutar de un Hardy más salvaje de lo que hemos visto hasta ahora, algo parecido a una mezcla de sus personajes en The Revenant y Warrior.
Tom paga religiosamente la factura de la compra -tiene tarjeta de cliente- y encara el camino hacia el parking. Antes de dejarle ir le extiendo la mano a modo de despedida; evidentemente no acepta el apretón, pero me lanza una mirada de esas tan suyas que no sabes si te quiere matar o hacerte el amor toda la noche. O ambas. Se da media vuelta y se larga, y yo me quedo observándole pensando que este tío es un auténtico fenómeno y que nos dará muchas alegrías en el futuro a los amantes de las series y el cine. Me dispongo a marcharme yo también cuando veo que en ese preciso instante Bryan Cranston está entrando por la puerta del Mercatrona. Vaya, me he olvidado de coger la leche. Maravilloso descuido, pienso, mientras doy media vuelta y me pongo en paralelo a Bryan.