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De un centro para alumnos de familias con mucha pasta a un instituto de pueblo en Galicia. Cambia el marco, pero Carlos Montero (Celanova, Orense, 1972) mantiene muchos de los ingredientes de esa fórmula que tanto éxito le ha reportado. Con la cuarta temporada de Élite en marcha, el escritor presenta ahora un absorbente thriller de ocho episodios que sigue la peripecia de una profesora de secundaria, recién incorporada como sustituta a un colegio, obsesionada por descubrir qué le sucedió a su predecesora.
El desorden que dejas ofrece una trama de puro suspense, de la que es mejor contar muy poco, y la combina con esos conflictos propios de la adolescencia, sexo, drogas, secretos y mentiras. Un whodunnit en toda regla, trufado de giros de guion, en el que descubrir al responsable del asunto es un reto para el espectador, para la protagonista e, incluso, para el mismo Montero: «Con la mitad de la novela escrita aún no sabía a dónde me iba a llevar. Estuve a punto de tirar la toalla (risas). Es verdad que al llegar a las 200 y pico páginas ya tuve que decidirme y darle sentido a todo, pero fue así, yo mismo no sabía cómo se resolvería el misterio. Esta manera de trabajar es muy agradecida como escritor, es verdad que te metes en jardines importantes, pero a mí me gusta mucho más el proceso enfrentándome al abismo, a no saber hacia dónde voy. A veces se pasa mal, eh… pero es verdad que te sientes muy vivo, te obliga a estar muy alerta. Y a mí me funciona».
Creador de otra mítica serie juvenil, Física o Química, y curtido como guionista de hitos televisivos como Al salir de clase o El Comisario, Carlos Montero se ha convertido gracias a Élite en uno de los creadores de ficción más cotizados del país, firmando un contrato de exclusividad con Netflix, con la que ya prepara nuevo proyecto, Feria. Pero vamos a lo que nos ocupa: en El desorden que dejas, el escritor adapta su novela homónima, Premio Primavera de Novela 2016. Y contando con Inma Cuesta, Bárbara Lennie y Arón Piper como protagonistas, debuta como director firmando algunos de sus episodios.
Netflix nos ha pasado un listado de spoilers que no se pueden desvelar bajo ningún concepto. Para no pillarnos los dedos, cuéntanos tú de qué va la serie, así cualquier desliz será cosa tuya.
(risas) Yo diría que El desorden que dejas es un thriller de personajes, muy pequeñito, intimista, donde no hay policías. La investigación corre a cargo de la protagonista, que es la que lo está sufriendo y se está metiendo en los líos. Me parece muy atractiva la huida hacia adelante de Raquel, el personaje de Inma Cuesta, que llega al pueblo de su marido en un momento en el que su matrimonio se está resquebrajando. Ella quiere apuntalarlo, mantenerlo como sea, porque tiene mucho miedo a perderlo como ya perdió a su madre.
La serie habla, como indica el título, del desorden que deja la ausencia, del miedo que hay detrás de perder a alguien que quieres, que es algo devastador y que te descoloca de tal manera que crees que jamás volverás a estar colocado en la vida. Es lo que pasa cuando pierdes a alguien muy cercano, durante el tiempo que dura el duelo eres otra persona, estás muy frágil, con una energía muy rara, los psicólogos te recomiendan no tomar decisiones trascendentales porque durante ese tiempo no eres tú.
Me apetecía mucho contar todo eso, y me parecía una materia muy rica para explorar. Yo soy un optimista vital, por tenebroso que sea el mundo, y creo que siempre se acaba saliendo de ese duelo, ese desorden acaba ordenándose finalmente. Raquel se va metiendo en un torbellino de fango, pero quiere salir.
Creo que hemos salvado el asunto. La serie abunda en ese subgénero de pueblos con misterio. ¿Qué tienen como entorno perfecto para el thriller?
La falta de anonimato. Todo el mundo se conoce, y necesitas protegerte, mantener parte de tu intimidad escondida. Y eso hace que los secretos crezcan y formen parte habitual del pueblo, donde todo el mundo sabe de quién eres hijo o hermano, a qué colegio vas, qué hobbies tienes. En una ciudad eso no ocurre, no hay que mantener ningún secreto porque nadie sabe qué pasa en tu vida. En un pueblo, en definitiva, uno necesita una parcelita propia, y eso a veces va creciendo, creciendo, y puede esconder de todo, cosas sanas pero también cosas muy turbias.
Y después está eso que pasa a menudo en comunidades cerradas: las rencillas, las enemistades, suelen ser más fuertes, están más enquistadas, y ese es un terreno muy fértil para la ficción. En las ciudades, además, tú te acabas juntando con gente de tu cuerda, y sin embargo en un pueblo acabas relacionándote, porque no te queda otra, con gente muy distinta a ti. Y eso también enriquece las posibilidades, amplía los mundos sobre los que escribir.
Vuelves a tratar conflictos propios de la adolescencia, que parecen un motor creativo en tu carrera… ¿A qué instituto ibas, Carlos? ¿Estás ajustando cuentas con tu juventud?
(risas) ¡Qué va! Pese a esas cosas que escribo, yo tuve una adolescencia muy normal. Aburridísima. Ni fumábamos porros, con decirte eso… Creo que llevo años desquitándome, ajustando cuentas, pero contra el aburrimiento (risas). Supongo que sí, no puedo negar que los conflictos de la adolescencia están siendo un leit motiv en mi carrera, aunque no fuera muy consciente de ello. A toro pasado sí lo analizo y lo veo.
«Nunca dejamos de ser adolescentes: cuando nos enamoramos, cuando nos deprimimos, vuelve el chaval frágil y alocado que éramos»
También es verdad que entre Física o Química y Élite habían pasado más de diez años, y había hecho muchas otras cosas que quizás no habían llamado tanto la atención. Y te juro que no me sentía para nada un escritor de adolescentes. Pero ahora llega El desorden que dejas y, aunque es una serie más adulta, vuelve a situarse en un entorno de instituto… Imagino que hay algo muy rico, muy dramático, en la adolescencia que me apetece explorar.
Siempre digo, aunque parezca algo bastante tonto, que nunca dejamos de ser adolescentes del todo: cuando nos enamoramos, cuando nos deprimimos, hay algo ahí que reaparece, vuelve el chaval frágil y alocado que éramos. Es un sentimiento que conozco muy bien y que me apetece tratar, mucho más en la literatura que en la vida, por suerte.
La adolescencia que retratabas en ‘Al salir de clase’ o en ‘Física o Química’ ha cambiado mucho respecto a la de ‘Élite’ o a la de ‘El desorden que dejas’…
Sí, es cierto. Yo me enfrento a eso como a cualquier personaje sobre el que escribo: documentándome. Hablando con ellos, en este caso con chavales. Pero más allá de que hayan cambiado mucho, también es verdad que hay una base común en la adolescencia de antes y la de ahora: los miedos, los deseos, los anhelos… La diferencia está en las tecnologías, ahora las relaciones son más virtuales y menos físicas, el móvil, internet, pero después hablas con un chaval y te reconoces. Se expresan de otra manera, no ven la tele y están todo el día en Youtube, escuchan otra música, todo eso es distinto, pero la base, la materia prima con la que trabajas cuando hablas de la adolescencia, es la misma.
Y yo siempre intento ser honesto, ir a la esencia de los personajes, no quiero imitar su manera de hablar ni nada por el estilo, eso son ropajes, accesorios, que no te llevan a ningún sitio. Ahí, en su esencia, me encuentro muy cómodo.
Veremos qué ocurre con ‘El desorden’…, pero es indudable que hasta ahora has conseguido conectar mucho con esos jóvenes que no ven la televisión con series convertidas en hitos. ()
Sí, es verdad. Es fácil hablar de los éxitos a toro pasado, pero al final es tan complicado o tan sencillo como abordar todos esos conflictos sin demasiados complejos, y sobre todo sin ser condescendiente. Yo no quiero ser un adulto que le da lecciones a un chaval, no me apetece nada, eso me aburre soberanamente. No me gustan nada las pelis o series que intentan aleccionar. Yo quiero hablar de unos personajes que, curiosamente, coinciden en que tienen 17 años, pero no hay una mirada mía censora, o paternalista, o aleccionadora. Y creo que ellos perciben eso como algo bueno.
No les juzgo: cuando la cagan, la cagan, y cuando lo hacen bien, lo hacen bien, pero no hay un adulto marcándoles el camino, recordándoles que no se puede salir hasta las 7 de la mañana o que esas drogas no se deben tomar. Yo no estoy en ese punto.
Después de muchos años escribiendo y ejerciendo de productor ejecutivo, debutas como director. Y con dos animales interpretativos como Inma Cuesta y Bárbara Lennie…
Fernando Fernán-Gómez decía que dirigir actores era tan fácil como conseguir un buen reparto. Y lo he comprobado. Si tienes el casting adecuado, todo es mucho más sencillo. Cuando Inma Cuesta me dio el sí… ya tenía un pilar fundamental. No había trabajado con ella en ninguna serie, y de repente descubrí que es una actriz que se carga el personaje a la mochila y es muy coherente en su dibujo del personaje. Y eso te da mucha seguridad, saber que tienes a una protagonista muy pendiente de su raccord emocional, que sabe bien de dónde viene y a dónde va, te facilita mucho la vida como director.
«Igual que ‘El desorden que dejas’ fue concebida para una sola temporada, creo que ‘Élite’ da para mucho más»
Luego tener a alguien como Bárbara Lennie, que todo lo que te propone te funciona… Yo solamente tenía que hacer ver como que las dirigía (risas). Eso me hizo las cosas fáciles y me tranquilizaba en los días en que estaba más atacado. Si tienes eso, y le sumas un director de fotografía estupendo, y unas localizaciones que te funcionan… vas añadiendo elementos y tú al final eres un director de orquesta. No sentía una labor autoral, de hecho pensaba: si hoy no voy a rodar, seguramente todo funcionará tal y como está en el guion.
Creo que eso viene de mi trabajo como productor ejecutivo en otras series: no suelo estar presente en los rodajes pero sí estoy muy presente en todos los procesos. Y aquí el Carlos productor ya había cerrado muchos procesos cuando contrató al Carlos director: la incógnita era pequeñita, no había mucho margen para cagarla, o al menos yo me lo creía, y eso me hacía feliz.
Hace unos meses, charlando con Aitor Gabilondo y con Álex Pina, hablábamos sobre cómo, en muy poco tiempo, los guionistas habéis pasado de entrar por la puerta de atrás en la gala de los Goya a firmar contratos exclusivos con gigantes de la producción. Es un cambio importante de paradigma…
Sí, sí… y es fascinante cómo cambia el producto cuando tienes el control creativo y te dan el poder para llevar tu serie hasta el final. He descubierto que el montaje es la última escritura, que ahí puedes cambiar mil cosas… Hay tantos aspectos en series que había hecho antes que hubieran sido no sé si mejores pero seguro que distintos, y más parecidos a la idea original, si me hubieran dejado estar hasta el final del proceso… Y ahora que puedo hacerlo, estoy superagradecido.
Hablemos de ‘Élite’. ¿La cuarta temporada será la última?
«Entiendo el fervor fan (‘Física o Química), pero no tiene ningún sentido volver a eso, esos personajes murieron con el final de la serie»
Yo lo que quiero es que haya mucho Élite, me encantaría que fuera el Anatomía de Grey de Netflix. Igual que El desorden que dejas fue concebida para una sola temporada, creo que Élite da para mucho más. Y ahora que estamos rodando la cuarta entrega, estoy superfeliz porque creo que la savia nueva ha entrado con muchísima fuerza, y hay mucho que contar: por un lado, con los guionistas nuevos estamos viendo que hay muchas ideas, Jaime Vaca está llevando el peso y tiene una energía que nos contagia a todos. Y por el otro, con el casting de actores nuevos ha pasado lo mismo, ha sido un revulsivo muy guay. Creo que la marca Élite va a aguantar lo que queramos mientras la cuidemos, y la estamos cuidando mucho.
Habría que ver si se folla más en ‘Élite’ o en ‘Anatomía de Grey’…
(risas) Yo creo que en Élite, pero no sé, por ahí andará la cosa…
Has comentado tu desacuerdo con el regreso de ‘Física o Química’ que está ultimando Atresmedia y del que no participarás. ¿Qué opinas de esa operación nostalgia que está resucitando, aquí y en otras industrias, viejos éxitos de décadas anteriores?
Yo no soy nada nostálgico y se me hace rarísimo. Esas resurrecciones de El Príncipe de Bel Air o de otras series… no las voy a ver, lo hice en su momento, pero ahora… ¿para qué? ¿Qué me van a contar? Y en el caso de Física o Química, entiendo que ellos consideraran que es oportuno, de hecho lo están haciendo con otras series también. Yo estoy muy orgulloso de mi trabajo con esa serie, me ha traído hasta aquí, la volvería a hacer si volviera a nacer, pero creo que resucitarla ahora no tiene ningún sentido.
No me interesan nada esos personajes diez años después, considero que ya no existen, murieron con el final de la serie. Y entiendo el fervor de fan, que agradezco y me da cierta ternura, pero insisto en que no tiene ningún sentido volver a eso. Ojalá les vaya bien, pero no me interesa nada.