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De Ken Loach a John Osborne, pasando por Lindsay Anderson, decir que el cine y la televisión inglesas llevan más de medio siglo explorando su compromiso con el retrato descarnado y realista de las condiciones de vida de la clase trabajadora es casi una perogrullada. Si todo el cine, en fin, es política, la cinematografía británica (y su contrapartida televisiva, especialmente en el caso de la BBC o Channel 4) lo es en estado puro.
En un país en el que se combina una tradición democrática sólida con enormes desigualdades sociales, la ficción de corte realista acaba siendo un campo de batalla para la confrontación de ideas, donde una de las máximas clásicas del guion (el drama deriva del espacio que media entre los deseos de los personajes y la realidad) se muestra en toda su significación política.
«Kitchen sink realism»: así se denominó en sus inicios a este retrato de la clase obrera; y así es como se define en una entrevista con The Guardian Shane Meadows, director y coguionista de The Virtues junto a su inseparable Jack Thorne. Meadows reconoce así su evidente deuda con el realismo inglés, que ya había combinado con su particularísimo universo en la muy celebrada This is England y sus secuelas televisivas. El director y guionista suma con The Virtues, producida por Channel 4 y disponible en España gracias a Filmin, una joya más al panteón del drama obrero inglés: la historia de Joseph, hombre perdido que decide volver a sus orígenes familiares para intentar reparar su vida, late con un pulso que por ejemplo Loach perdió hace años, a la vez que reivindica la apuesta de Meadows por el preciosismo puntual.
Porque sí, The Virtues es tan descarnada que duele, pero eso no le impide desplegar recursos formales que van más allá del pretendido realismo, como las cámaras lentas o el hecho de que los flashbacks tengan una estética de material encontrado, rodado con una vieja videocámara. Meadows hace así visible el dispositivo, sofisticando el realismo y sumándole interesantes hallazgos. Esto es evidente sobre todo si conocemos su método de trabajo, que incluyó el rodaje de distintos finales para sus personajes, dejando que sus actores se dejasen llevar e impidiendo la aparición de ideas preconcebidas de guion sobre el destino de los protagonistas. Meadows es un director muy serio, pero se agradece que en un género tan peligrosamente engolado como el drama obrero no haya olvidado lo que significa jugar.
Meadows, que ya volcó su turbulenta adolescencia en la saga ‘This is England’, continúa en ‘The Virtues’ con el exorcismo de los males en su vida adulta
Más allá de por sus elementos formales, The Virtues es interesante por la delicadeza con la que consigue equilibrar temas como la depresión, el abuso sexual o la pérdida de un hijo, y vincularlos todos temáticamente para hacer una crítica de la cultura del sacrificio cristiana. El relato de Meadows y Thorne es uno de silencios que hieren hasta enquistarse, alimentados por la vergüenza católica y el qué dirán, y en el que las historias personales de sus dos protagonistas (el propio Joseph, un Stephen Graham que ya está haciendo espacio en la estantería para los premios, y la Dinah brillantemente interpretada por Niamh Algar) confluyen en un final estremecedor pero totalmente lógico. Es una pieza de orfebrería narrativa que, si bien no aporta nada rompedor al superpoblado panorama televisivo, sí que tiene carácter suficiente como para haberse convertido en uno de los estrenos más interesantes del año.
Meadows, que ya volcó su turbulenta adolescencia en la saga This is England, continúa en The Virtues con el exorcismo de sus males personales, solo que esta vez ya centrado en su vida adulta. Graham, que se había convertido en avatar del mal en sus obras anteriores, es aquí un hombre herido y desesperado, perseguido por una infancia que no llega a saber descifrar del todo; hasta ahora, Meadows se había identificado con el niño que choca de frente con el mundo adulto, mientras que en The Virtues la mirada es hacia atrás, hacia la idea de qué puede provocar una infancia de abusos en la vida posterior de una persona.
Plantear una serie es también plantear el problema fundamental del paso del tiempo y su efecto en nuestras vidas, y el peso del pasado que arrastran los protagonistas de The Virtues apunta a un Meadows pesimista ante la noción de que el paso de los años sea capaz de curar ninguna herida. Hay, eso sí y como mencionábamos antes, un pequeño espacio para la redención: fue elección de los propios actores que sus personajes acabasen perdonando al mundo o vengándose furiosamente de él. En el propio dispositivo de la serie, un director tan realista e implacable como Meadows introduce la posibilidad de la esperanza, y quizá en eso, y en ese ambiguo final que llega tan brusca como necesariamente, se esconda también parte de la grandeza de esta serie, que nos narra cosas terribles para que podamos apreciar la belleza que a veces se esconde tras ellas.