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En una de sus infinitas puñaladas al periodismo de tirantes, humo y calle, la prensa deportiva ha convertido en tradición bautizar a las delanteras de los mejores equipos de fútbol del planeta. Los ejemplos más casposos son la BBC del Real Madrid (Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo) y la MSN del Barça (Messi, Suárez y Neymar antes de cambiar Barcelona por París, porque en la capital francesa los museos son mejores). Dos tridentes que los mass media llevan años antagonizando para vendernos esos partidos sosos y llenos de escupitajos como la lucha de poder definitiva entre los mejores de los mejores. Y que baje George Best y lo vea si Suburra, la última perla italiana en forma de serie producida por Netflix, no se trata también de una disputa por el poder entre dos tridentes. Aunque que en este caso en vez de balones se disparan balas, y en vez de jugarse tres puntos se están jugando Roma.
Es imposible hablar de Suburra y que no venga a la cabeza Gomorra. Ambas nacen en forma de libro, se convierten después en película y finalmente se metamorfosean en serie; muy sintomática es la coincidencia sonora de esa doble R; y, resulta evidente si has visto las dos series, el tratamiento de la imagen, la trama, la música y en general la atmósfera por la que los personajes se desenvuelven es muy parecida en los dos casos. A pesar de estas similitudes, cada una tiene personalidad propia gracias a dos aspectos. Gomorra se desarrolla en el caos napolitano, donde los edificios ruinosos, la suciedad y las motillos lo invaden todo. Por su parte, Suburra tiene lugar en la Roma señorial y en el Vaticano; mármol, calles de adoquines, coches de alta gama, lujo. Delincuencia en los bajos fondos versus delincuencia de traje y relojes caros. La segunda gran diferencia radica en que mientras en Gomorra la pugna se acaba centrando en dos personas (Ciro y Genny, otrora amigos del alma), en Suburra el número de principales implicados en la lucha de poder son más. Un total de seis personas divididas en dos tridentes: el de la juventud insultantemente ambiciosa y el de la madurez insultantemente pisoteadora.
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Tridente GAS (Gabriele, Aureliano, Spadino)
Jovenzuelos al poder. O por lo menos eso es lo que desean con todas sus fuerzas Gabriele, Aureliano y Spadino, desde luego. Un cura follador, y más putero que el Jesús Gil de los años noventa, entrelaza las vidas de estos tres personajes, cuyo mayor parecido entre ellos es una figura paterna a la que se oponen (aunque en el caso de Spadino se trate del hermano mayor que lidera su familia zíngara). Gabriele es el niño pijo que se mete en líos por querer jugar con los malotes en su propio terreno, va perdidísimo y además acojonado puesto que su padre es policía. El mayor interés sobre su personaje recae en el hecho de encontrarse en medio de estos dos mundos, delincuencia y autoridad, aunque se podría haber explotado más ese aspecto (la figura del padre policía está mal dibujada, se trata del personaje menos creíble de Suburra) en vez de centrar tanto la trama en su relación con una de las integrantes del segundo tridente.
Gabriele, Aureliano y Spadino conforman una tripleta atacante de garantías, pero su sintonía parece mermada
Las dos estrellas de este tridente son sin ninguna duda Aureliano, el personaje mejor interpretado de la serie, y Spadino, el personaje piscológica y emocionalmente más interesante de Suburra. Aureliano, del clan de los Adami, es pura soberbia y brutalidad, testosterona y sangre hirviendo. Alessandro Borghi da vida a este personaje de forma magnífica (una mezcla perfecta entre el pelo de Sick Boy y la cara de Mark Renton), con unos matices interpretativos que convierten a Aureliano en una figura magnética. Líder natural de esta curiosa alianza a la que hemos llamado GAS, destaca en el personaje la armonía entre cerebro y músculo, dos cualidades que no suelen encontrarse en una única persona. A modo de crítica -y otra vez tiramos por la vertiente amorosa-, chirría en algunas ocasiones su relación con Isabelle, la prostituta negra, cuyo romance avanza a trompicones sin mucho sentido y siempre al servicio del guión.
Por su parte, Spadino es fascinante. Su lucha interior a nivel emocional es tremenda -siendo homosexual en una familia criminal gitana que está destinado a dirigir, con boda de por medio con la hija de otra familia gitana de la misma índole-, y esta se ve plasmada a la perfección en cada uno de los actos y decisiones que toma el príncipe zíngaro. La interpretación de Giacomo Ferrara es también de diez, y no necesita llegar al nivel de matices que alcanza Borghi con Aureliano porque la mueca perenne en la cara de Spadino es tan característica y reviste de tal personalidad al personaje que los espectadores no necesitamos más. Gabriele, Aureliano y Spadino conforman una tripleta atacante de garantías -no en vano el poster promocional de la serie aparecen ellos tres juntos-, pero su sintonía parece mermada. Espero ansioso la segunda temporada para ver el futuro de GAS.
Tridente CSM (Cinaglia, Samurai, Monaschi)
Este se trata del tridente de la madurez, de la mediana edad. Amedeo Cinaglia, Sara Monaschi y Samurai se dan cuenta que ya no son jóvenes y que dentro de poco serán viejos y que si no logran ahora llegar a la cima ya no lo lograrán nunca -y joder qué hago y qué hago- y se acaban metiendo en el fango hasta el cuello. El funcionamiento de este trío es distinto al anterior, puesto que Amedeo y Sara no se conocen, siendo Samurai el nexo que los une (a ellos y a todos los personajes de la serie).
Amedeo Cinaglia es ese político con decoro y ética al que el resto de compañeros de partido sin decoro ni ética lo han pisoteado durante años, relegándole a un puesto secundario en la administración. Todo cambia cuando su posición dentro del organismo municipal romano se convierte en clave para la adjudicación de los terrenos de Ostia sobre los cuales el Samurai, y quien tiene detrás -mafia, mafia y mafia-, tienen intereses. Si Spadino era el personaje más profundo del anterior tridente, de este lo es sin lugar a dudas Cinaglia. ¿Sirve de algo ser siempre el bueno? ¿Alcanzar la felicidad y mis aspiraciones justifica quebrantar mis principios? ¿Y si por una vez jodo yo a los demás en vez de quedarme aplastado como siempre bajo los mocasines de gente que odio? Todas estas preguntas se formulan en la cabeza de Cinaglia tras la primera visita del Samurai, y se van desarrollando durante toda la temporada de forma interesantísima. La evolución del personaje es una delicia.
La figura de Monaschi es necesaria para que en ‘Suburra’ aparezca el Vaticano
Sara Monaschi, por su parte, es el vínculo dentro del Vaticano. Dios Santo -nunca mejor dicho-, la de mamoneos y corruptelas que se mueven allí dentro. Monaschi carece del interés que tienen Cinagli y el Samurai, su figura es simplemente necesaria para que en Suburra aparezca el Vaticano y la figura del Monseñor Theodosiou; es el sinsabor de esta tridente, como Gabriele en el otro, y de hecho por eso mismo estos dos personajes están tan unidos, para añadir algo de interés a sus tramas -comparativamente flojas con las del resto de protagonistas-. Sin embargo, se la otorga un papel vital en la serie porque a pesar de que el personaje no tiene el carácter ni la fuerza de los demás, sí que es imprescindible en todo momento para el desarrollo de la historia y condiciona al resto de protagonistas. Monaschi es bastante plana, pero su ambición es igual a la del resto o incluso mayor y eso es un dato a tener muy en cuenta.
El Samurai no duerme porque debe hacer que sus marionetas le respeten y hacerse respetar por los que le usan a él como marioneta
Y luego tenemos el Samurai. El gran Samurai, catalizador de Suburra. Se insiste mucho en la serie que nada pasa en Roma sin que él intervenga, su palabra es el salvoconducto para tirar hacia adelante cualquier chanchullo en la ciudad de Rómulo y Remo. Tiene trabajando para él a Cinaglia, Monaschi, Gabriele, la familia Adami y los zíngaros de Spadino. Es el que se encuentra en una posición más alta dentro de la jerarquía establecida en la serie, con una excepción que para mí es una de las grandes virtudes de Suburra. Todas las maniobras para conseguir los terrenos de Ostia donde edificar por parte del Samurai tienen detrás a la Mafia, representada por un treintañero joven y bien vestido que aparece en contadas ocasiones durante la temporada. Es la única persona a la que el Samurai se muestra inferior, tanto en su tono de voz como en su actitud física (gran trabajo del actor Francesco Acquaroli), incluso cuando el joven se planta en casa de la madre del Samurai como clara amenaza. Este detalle nos demuestra que incluso el cabrón más cabrón de Roma tiene un cabrón aún más cabrón por encima, y esa es una cadena que no termina nunca. Piensa eso la próxima vez que tu jefe te eche un bronca; no para justificarla, sino para darte la satisfacción de que a tu jefe también alguien le pegará esa misma bronca en breves. El Samurai no duerme porque debe hacer que sus marionetas le respeten y hacerse respetar por los que le usan a él como marioneta, y ahí encontramos uno de los más grandes alicientes para ver la segunda temporada de Suburra.
Suburra es una buena serie. Muy buena serie. Es cierto que bebe de la misma fuente que Gomorra en muchos aspectos, pero no es un copia barata cambiando la ciudad y los protagonistas. Al revés. Suburra era necesaria para que tengamos claro que no solo existe Gomorra. La corrupción, delincuencia y putear al prójimo para alzarte con el poder no es solo una cosa de Nápoles. También pasa en Roma. Y en Barcelona. Y en Madrid. Y en Mogadiscio. Y en Gondor. Y en tu oficina de trabajo. Así que será mejor que elijas bien a tu tridente por si las cosas se ponen feas, que la vida a veces es mucho más Suburra de lo que creemos.