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Darlene (Sara Gilbert) y Roseanne (Roseanne Barr)
Una de las funciones de las ficciones televisivas es crear referentes para los espectadores y, a por de ser, que estos sean lo más variados posible. Una serie es atractiva cuando consigue mostrar que no todo el mundo está cortado por el mismo patrón y que no responder a lo canónico puede ser positivo. Por eso Darlene Conner, la hija mediana de Roseanne, molaba a principios de los 90 y sigue molando treinta años después de su primera aparición en la tele. El retorno de la serie –el mejor estreno de comedia de esta temporada si hablamos en términos de audiencia- ha demostrado que Darlene sigue manteniendo la retranca y la ironía que la hacían sobresalir frente a sus hermanos, Becky y D. J.
En su adolescencia, Darlene, a quien daba vida la actriz Sara Gilbert, respondía al patrón de lo que en inglés se llama ‘tomboy’ -y en castellano más chusco marimacho- y era la antítesis de su hermana mayor, rubia, guapa y, en teoría, con un brillante porvenir. La mediana de los Conner tenía un gran surtido de camisas de franela –eran los años del ‘grunge’–, jugaba al básquet y al béisbol y, aunque se esforzaba en ocultarlo, era sensible y tenía talento para la escritura. Sus motivaciones intelectuales –aspiraba a ser la primera de los Conner en ir a la universidad- la convertían en el bicho raro de la familia, un ejemplo de la ‘white trash’ norteamericana.
A lo largo de las nueve temporadas que duró Roseanne, Darlene evolucionó y la serie mostró cómo su sarcasmo le ayudaba a sobrellevar sus temores y la sensación de no encajar en su familia. La pareja que formaba con el apocado David (Johnny Galecki), que siempre acababa haciendo lo que ella quería, es una de las más míticas de la historia de las series. Por carácter y estilismo, Darlene podía formar parte del panteón de diosas ‘cool’ de la Generación X, con Lelaina Pierce de Reality bites a la cabeza.
Más allá de ser un símbolo de la adolescencia de finales de los 80 y los 90, la figura de la Darlene joven es el destino final de muchos otros personajes femeninos de la historia de la literatura y la televisión que se mueven por caminos, supuestamente, alejados de la feminidad, desde Jo March de Mujercitas, pasando por Pippi Langstrump o la Jorge de Los Cinco. El hastío adolescente de Darlene se extendió por la televisión hasta infectar otros personajes como Angela Chase de Es mi vida o Lindsay Weir de Freaks and geeks. También hay reminiscencias de ella en la Ali de Transparent, la Elena de Día a día o incluso la April (la hija de Luke) en Las chicas Gilmore.
La centralidad del personaje de Darlene en la nueva temporada de ‘Roseanne’ se explica por la implicación personal de la actriz Sara Gilbert, la principal impulsora del ‘reboot’
El retorno de Roseanne ha permitido recuperar a Darlene con 21 años más, separada y con dos hijos, la rebotada Harris y el luminoso Mark, un niño que no entiende y pasa de las convenciones sociales de género. La centralidad del personaje de Darlene en la nueva temporada de Roseanne, la décima, se explica por la implicación personal de la actriz Sara Gilbert, que ha sido la principal impulsora del ‘reboot’. Ella, que empezó en la ‘sitcom’ con 13 años y vuelve con 43, ejerce ahora de productora y sirve de cortafuegos entre la cadena y Roseanne Barr, la creadora y protagonista de la serie, siempre dispuesta a provocar un buen incendio con sus comentarios poco ortodoxos y su apoyo a Donald Trump. Durante la emisión de la serie original, la cara visible de la comedia amenazó en varias ocasiones con abandonar la comedia.
La Darlene adulta no ha cumplido sus objetivos vitales y tiene que volver con el rabo entre las piernas a casa de sus padres después de perder su trabajo. Su situación laboral sirve de excusa para que la serie siga hablando de las dificultades que encuentra la clase trabajadora norteamericana para llegar a fin de mes y para introducir el debate del porqué de la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones. La visión de la madre, votante de Trump, se contrapone con la de la hija, de ideas más abiertas y progresistas, y la de la tía Jackie (Laurie Metcalf). A pesar del esfuerzo de la serie para que las ideas de Roseanne Barr no sean tomadas como una declaración de intenciones de la ficción y hacer una comedia realmente divertida, periodistas como Roxane Gay ha asegurado que se sienten incapaces de ver la resucitada Roseanne.
Más allá de si Roseanne es un artefacto para alabar las gracias del presidente, la comedia es una ‘sitcom’ clásica, con momentos hilarantes pero también otros tiernos, que sirve para recuperar a toda la familia Conner en su máximo esplendor y ver la evolución de un personaje que es un icono de las adolescentes que no quieren sucumbir a lo que se espera de ellas.