Our British War: la Gran Guerra en primer plano
La Gran Guerra vista a través de "37 Days", "The Crimson Field", "Our World War"

Our British War: la Gran Guerra en primer plano

Series británicas sobre la Primera Guerra Mundial

Desde hace unos meses la BBC ofrece una programación especial sobre la Primera Guerra Mundial con la que ha tirado la casa por la ventana, y no sólo para este año 2014 lleno de conmemoraciones, sino hasta 2018. Una programación que incluye documentales, debates, miniseries e incluso programas infantiles, y que supondrán más de 2.500 horas emitidas en televisión… que se dice rápido. No hay duda de que Britain siente la «guerra que debía terminar con todas las guerras» como un asunto de interés nacional; no en balde, la batalla de Somme, en cuyo primer día (1 de julio de 1916) hubo casi 50.000 bajas, se ha erigido como uno de los acontecimientos bélicos más importantes de toda su historia, y la mayor batalla con pérdidas humanas que jamás hayan vivido. La guerra para los británicos fue inicialmente un asunto continental, siendo su labor eminentemente naval. Pero ya en agosto de 1914 enviaron un pequeño (en comparación con los mastodónticos ejércitos francés, alemán y ruso) cuerpo, la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF, por sus siglas en inglés) que pronto entró en combate (la batalla de Mons) y que posteriormente aumentaría de tamaño. La guerra cambió la mentalidad de los británicos, como el resto de contendientes europeos implicados, y sus secuelas dejaron una enorme huella en la psique colectiva. Hay mucha bibliografía al respecto, pero recomendaría especialmente al espectador/lector interesado en el género histórico los ensayos Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión, 1914-1918 de Adam Hochschield (Ediciones Península, 2013), y Ellas solas: un mundo sin hombres tras la Gran Guerra de Virginia Nicholson (Turner, 2011), para comprender cómo la sociedad se polarizó entre el belicismo y el pacifismo, y qué pasó con más de un millón de mujeres que, al no poder casarse al finalizar la guerra por faltar tantos hombres, enfocaron su vida hacia un camino que no habían imaginado.

«La miniserie 37 Days tiene el propósito de responder la pregunta que el espectador se hace constantemente: ¿cómo pasamos de la paz a la guerra en poco más de un mes?»

Pero aquí se trata de comentar series de televisión. La  programación especial comenzó en marzo de 2014, y en el segundo canal de la BBC, con 37 Days: un docudrama de tres episodios que presenta los antecedentes a la guerra, desde el asesinato del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando a las declaraciones de guerra de los diversos contendientes; es decir, los treinta siete días que transcurrieron entre el 28 de junio y el 4 de agosto de 1914. El ámbito es el Foreign Office, el ministerio de asuntos exteriores británico, cuyo secretario era sir Edward Grey (Ian McDiarmid, el senador Palpatine/emperador de la saga Star Wars), y la Cancillería alemana (la sede del primer ministro) en Berlín, de modo que la acción es relatada por dos jóvenes oficinistas que, al cabo de los treinta y siete días, se alistarán en las fuerzas armadas. La miniserie es una mezcla de dramatización y documental, con un tono en cierto modo aséptico (que no objetivo) en el que se simplifican muchos detalles y se destacan algunos aspectos con el propósito de responder a la pregunta que el espectador se hace constantemente: ¿cómo pasamos de la paz a la guerra en poco más de un mes? Desde un punto de vista muy británico y con una mirada a menudo caricaturesca de personajes como el káiser Guillermo II, el zar ruso Nicolás II o el ministro de Asuntos Exteriores francés Paul Cambon –lo cual no quiere decir que los personajes británicos, de Winston Churchill, primer lord del Almirantazgo, al primer ministro Herbert Asquith y David Lloyd George,  canciller del Exchequer o ministro del Tesoro, reciban un panegírico–, la serie muestra la pugna entre pacifistas y belicistas en el gabinete británico, así como la creciente oposición entre los militares, encabezados por Helmuth von Moltke, generalísimo de los ejércitos alemanes, y los políticos civiles, con el canciller Bethmann-Hollweg a la cabeza.

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Para los británicos, reacios a intervenir, lo esencial era la superioridad británica en el mar y la salvaguarda de la neutralidad de Bélgica por parte de las potencias europeas… algo que Alemania no iba a respetar: en caso de guerra con Francia, los alemanes planeaban un ataque (el Plan Schlieffen) que significaba atravesar territorio belga. Para el káiser, patética y orgullosa figura, la amenaza de la guerra sirve para imponer la hegemonía continental alemana, y aunque da la famosa «carta blanca» a los austrohúngaros, prometiéndoles todo su apoyo en caso de que decidan castigar a los serbios, ansía la paz a nivel general, pues una guerra en dos frentes (contra franceses en el oeste y contra rusos en el este) sería una catástrofe. La diplomacia de varios países entre en juego, focalizándose la acción en la británica, como no podía ser menos. Cuando las declaraciones de guerra entran en juego a finales de julio y queda claro que Alemania no respetará la neutralidad belga, el gabinete británico se divide entre los que optan por entrar en guerra (Churchill, Grey), los que se oponen (socialistas y pacifistas) y los que dudan hasta el final (Lloyd George). El tercer episodio se centra especialmente en los debates en la Cámara de los Comunes y el gabinete, siendo interesante la pugna entre los diversos puntos de vista. La miniserie tiene un tono de época muy logrado, sintetiza o simplifica algunos hechos, en aras de la divulgación, y muestra el camino de la paz a la guerra, con sus trágicas consecuencias, día a día.

«The Crimson Field interesará especialmente a seguidores de series británicas como Downton Abbey o Call The Midwife»

El pasado abril se estrenó la miniserie de seis episodios The Crimson Field en el primer canal de la cadena. Creada por Sarah Phelps, esta serie nos presenta a un grupo de médicos y enfermeras en un hospital de campaña en el frente occidental en 1914. La idea inicial era realizar una temporada por cada año de combate, aprovechando el arco temporal de la programación especial, pero la BBC finalmente decidió no renovar para una segunda temporada. Y no porque la serie no tuviera una enorme calidad (que la tiene, como todo producto serial británico que se precie), sino por una cuestión de presupuesto: hay más series dramáticas previstas hasta 2018 y los recursos dan para lo que dan; otro factor importante es que los seis episodios no han tenido unos altos índices de audiencia (o los que esperaban, que seis millones para el primer episodio y poco más de cinco de media no está nada mal). De cualquier manera, la primera y única temporada de The Crimson Field, que tiene a la últimamente prolífica Oona Chaplin (Game of Thrones, Dates) como una de sus protagonistas, interesará especialmente a seguidores de series británicas como Downton Abbey (cómo no) o, dentro de la BBC, a la exitosa Call the Midwife. Los dramas humanos de esta última serie encuentran un reflejo parecido en The Crimson Field, lo cual supone todo un aliciente, incidiendo en el cambio de mentalidad de unas mujeres (y unos hombres) que no se imaginaban la carnicería que se encontrarían en los campos de batalla de Francia y Bélgica. Todos ellos tenían vidas en Gran Bretaña y tuvieron que lidiar con el recuerdo de lo que dejaban atrás y los desafíos que, día a día, se presentan en el hospital de campaña. Con un tono más emotivo, y buscando la complicidad del espectador, The Crimson Field presenta los miedos, las ambiciones, los anhelos y las dudas de un grupo de enfermeras, buscando el target de la audiencia femenina.

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Mientras 37 Days es la divulgación del docudrama y The Crimson Field aporta el elemento dramático, Our World War (tráiler) supone un interesantísimo paso adelante, y es la que destaca por encima de las otras dos por méritos propios. Estrenada en agosto de 2014, la miniserie de tres episodios escoge tres momentos bélicos concretos: las batallas de Mons (23 de agosto de 1914), el Somme (julio de 1916) y Amiens (agosto de 1918), pero desde puntos de vista y enfoques muy particulares. Así, el primer episodio se centra en la defensa de un puente (y posterior retirada) a cargo de un grupo de batallón británico que subestimó la capacidad ofensiva de los alemanes en el canal de Mons; el segundo episodio narra las desventuras de un batallón de soldados de Manchester –los Pals («camaradas») de esta ciudad– en un flanco del Somme,  tocando además el espinoso tema de la deserción; y el último episodio acompaña a la tripulación de un tanque durante la ofensiva de Amiens, que desbarataría las defensas de los alemanes en el frente franco-belga. Se trata, pues, de la guerra en el frente occidental desde el punto de vista y protagonizada por soldados que sobrevivieron (algunos) y dejaron por escrito sus recuerdos de aquella guerra, de «nuestra guerra mundial».

«Como ya sucede en 37 Days, en Our World War se trata la óptica y mentalidad británicas de una guerra que los ingleses sintieron como «suya», y en la que nueve millones de soldados del Reino Unido y de la Commonwealth lucharon: un millón de ellos no regresaría»

A nivel histórico, la miniserie británica muestra un panorama completo de la guerra, que sobrevuela en su amplitud los tres episodios, buscando en los casos particulares una manera de acercarse a la complejidad y contradicciones de episodios concretos. Como ya sucede en 37 Days, se trata la óptica y mentalidad británicas de una guerra que los ingleses sintieron como «suya», y en la que nueve millones de soldados del Reino Unido y de la Commonwealth lucharon: un millón de ellos no regresaría. Pero, lejos de presentarnos una imagen chovinista del conflicto, los creadores de la miniserie ahondan en las dificultades que se presentaron en una guerra que se preveía corta y que se alargó durante más de cuatro años, y no rehúyen los aspectos que, desde la perspectiva que ofrece un siglo de distancia, fueron polémicos… y nos parecen polémicos. Las tramas de los tres episodios son aparentemente sencillas en su desarrollo: las tres siguen un parámetro similar en cuanto a la sucesión de secuencias de acción con otras de corte más pausado y dramático, e incluso con momentos emotivamente intensos que no caen en un sentimentalismo barato. El espectador se deja llevar por el brío de las secuencias de combate, narradas con una tremenda agilidad, con un diseño de sonido que puede parecer anacrónico (un score muy del siglo XXI para acompañar escenas de hace un siglo) y la inclusión de canciones de PJ Harvey (“Big Exit”) o The Cinematic Orchestra (“To Build a Home”) que, sorprendentemente, resultan ser bien escogidas y «conectar» con aquello que se ve y que se supone que «sucedió» hace cien años.  De este modo, por ejemplo, cuando en el primer episodio un pelotón de soldados se topan, en la noche del 21 de agosto de 1914, con un pequeño grupo de refugiados belgas a las afueras de Mons, y se dispara una bala contra un farol, escuchar de fondo la canción de Harvey («Look out ahead / I see danger come / I want a pistol / I want a gun / I’m scared baby / I wanna run / This world’s crazy / Give me the gun») no sólo no chirría sino que resulta de lo más adecuado tras el diálogo del oficial al mando británico: «Bien, muchachos, creo que es posible que el teniente M.J. Dease de la Compañía C, 4º batallón de los Fusileros de Su Majestad, haya disparado la primera bala británica de toda esta puñetera guerra»; dejando de lado incluso que las bombas austro-húngaras comenzaran a caer sobre Belgrado tres semanas atrás o que los belgas resistieran desde principios de mes la invasión alemana. Del mismo modo, en el tercer episodio, la canción de The Cinematic Orchestra se oye de fondo cuando el soldado Chas Rowland piensa en volver a casa («There is a house built out of Stone /  Wooden floors, walls and window sills / Tables and chairs worn by all of the dust / This is a place where I don’t feel alone / This is a place where I feel at home») mientras lee una carta que (pensamos desde este lado de la pantalla) es para su esposa.

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Un diseño de sonido, pues, que sorprende, pero que es la punta del iceberg de un constructo visual que recuerda al espectador películas como Platoon de Oliver Stone, La chaqueta metálica de Stanley Kubrick o Redacted de Brian de Palma; el opening de los tres episodios constituye una declaración de intenciones. El efecto bullet time (como en Matrix de los hermanos Wachowski), cámaras subjetivas o sobre el hombro, primeros planos de soldados apuntando con su fusil a la cámara (al espectador, de hecho, al enemigo que no podemos ver y que en ese momento visualizamos), gráficos, infografías en movimiento, imágenes de archivo, planos y mapas detallados que se insertan en la pequeña pantalla o, ya en el tercer episodio, la cámara como un plano subjetivo sobre el que algunos personajes marcan algunos puntos del mapa «real» que están manejando. Todos estos juegos visuales y de pantalla «incrustan» al espectador en la narración del episodio, que asimismo se erige en híbrido de ficción y documental, e incluso de videojuego, un docudrama particular con una fotografía sucia y rugosa, con colores apagados (verdes, azules y marrones muy gastados), y en la que la propia sangre es de un color y una viscosidad que parecen muy «reales». En definitiva, el ritmo, el movimiento de cámara(s), la caótica percepción del combatiente que no sabe muy bien qué está sucediendo a su alrededor, los juegos visuales… nos aproximan a una manera de retratar la guerra en primera línea que evoca las películas anteriormente citadas o un estilo de cine bélico que el espectador rápidamente reconoce. Sabes que estás viendo un momento de la Primera Guerra Mundial y «te parece» que estás viviendo la guerra de Vietnam o combates contra la insurgencia iraquí. Vivacidad en estado puro. La miniserie, además, se imbrica con las narraciones transmedia y presenta un episodio interactivo online: la historia del 1er batallón de South Staffordshire durante la batalla de High Wood, en el Somme.

«Se relatan sensaciones, momentos y controvertidas situaciones de la Gran Guerra, vividas, narradas y recordadas por soldados que estuvieron allí»

Pero no dejamos de lado qué se nos cuenta y cómo. Y se relatan sensaciones, momentos y controvertidas situaciones de la Gran Guerra, vividas, narradas y recordadas por soldados que estuvieron allí. Así, en el primer episodio se cuenta una retirada que en sí fue un fracaso y una humillación para la Fuerza Expedicionaria Británica, minoritaria frente a los gigantescos ejércitos francés y alemán: la retirada de los puentes del canal de Mons tras una cruenta defensa (en dos de sus puentes) que el mando británico no supo calibrar. «Recordarán que nos hemos retirado», comenta uno de los supervivientes al final del episodio; pero antes hemos visto la arrogancia de un regimiento de soldados profesionales, practicando con la ametralladora y que subestiman la ofensiva de un ejército alemán formado por soldados de reemplazo. En el segundo episodio, por otro lado, se muestra la camaradería de esos «Pals» de Manchester, que se unieron a la guerra para luchar juntos; el valor de un pelotón cuyos integrantes se protegen unos a otros, así como el deber y la culpa; la narración se fragmenta entre lo que se ve en pantalla y que no dejan de ser largos flashbacks del soldado Paddy Kennedy, que recuerda y conversa con un capellán castrense (y comandante). El tema del horror a lo desconocido en medio de las trincheras y los bombardeos de la batalla del Somme da paso a la cuestión de la deserción: «El enemigo de la victoria no es la deserción, Paddy. El enemigo de la victoria es la posibilidad de desertar», concluye el capellán, mientras Paddy se pregunta varias veces si es cierto que en un pelotón de fusilamiento una de las balas que se dispara es de fogueo; al respecto de la deserción, es muy recomendable el libro Desertores de Charles Glass (Ariel, 2014), que recoge las experiencias de tres soldados durante la Segunda Guerra Mundial. La neurosis de guerra surge, pues, como telón de fondo en un episodio que transcurre dos años después del inicio de las matanzas sin sentido en los campos de Flandes, parafraseando el poema de John McCraeEn los campos de Flandes / crecen las amapolas. / Fila tras fila / entre las cruces que señalan nuestras tumbas. / Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra, / escasamente oída por el ruido de los cañones»; escrito en mayo de 1915).

Our World War

El tercer y último episodio, con un tono evocador hacia el final del mismo, traslada al espectador a la etapa final de la guerra en el frente occidental, con la tripulación del tanque «Niveleur» que participa en la batalla de Amiens; de los 420 tanques, la nueva arma que debía acabar de una vez con el estatismo de las trincheras y las operaciones que apenas avanzan/retroceden unos centenares de metros, que participaron en esa batalla, sólo 38 consiguieron sobrevivir. «¿Dónde está todo el mundo?», pregunta el teniente al mando del tanque tras llegar a su punto de destino sobre el mapa, y descubrir que no ha regresado nadie más; por el camino los hombres del «Niveleur» han tenido que abandonar a uno de sus hombres, herido, tras una feroz escaramuza con el enemigo, y –en una secuencia que recuerda momentos de Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg–, enfrentarse cara a cara con la salvaje naturaleza de la guerra: un soldado alemán se rinde delante de ellos, apenas un muchacho adolescente, y ninguno de ellos tiene el valor de matarlo, a pesar de la orden de no capturar prisioneros. En este episodio, además, se hace más evidente la necesidad de regresar a casa, tras cuatro largos años de combates que han sangrado a la población británica; las ilusiones de las primeras semanas quedaron enterradas en las trincheras y el componente profesional de los soldados de la FEB ha dado paso a una conscripción universal que provoca enfrentamientos en el suelo patrio (el pacifismo jugó una baza esencial en el Reino Unido, como relata Adam Hochschield en Para acabar con todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión, 1914-1918, Ediciones Península, 2013). También han surgido las querellas entre los miembros de la tripulación del tanque: en un momento de tensión, el mecánico Weston le dice al soldado Dodds –dos de cuyos hermanos han desaparecido en combate– que en casa, en Inglaterra, nadie quiere saber nada de lo que sucede en los campos de batalla: «Habéis estado tanto tiempo fuera que se han olvidado de vosotros. Cuando regreses, Dodds, sólo verán a otro soldado de mierda con otra puta historia que nadie querrá escuchar».

Como Unsere Mütter, Unsere Vätter, la miniserie alemana de 2013 que se estrenó por nuestra lares con el título Hijos del Tercer Reich, Our World War nos acerca, a ras de suelo, a la guerra y a su terrible rostro; a los miedos del soldado en combate, a las experiencias que nunca se imaginaron quienes se alistaron con alegría en agosto de 1914. Por el camino se encontraron la guerra de trincheras y días como el primero de la batalla del Somme. La miniserie huye de la grandilocuencia y la parafernalia de cierto cine estadounidense, muestra el heroísmo y el valor de los combatientes, las experiencias reales de soldados, así como el reverso oscuro de la guerra, de una manera como nunca habían imaginado. El resultado es una excelente y visualmente muy atractiva propuesta serial a la que vale la pena acercarse.

La programación no termina con estas tres miniseries: en noviembre llegó The Passing Bells, miniserie de cinco episodios en coproducción con el canal polaco TVP, que abre el panorama al incluir campañas como Gallípoli, el frente oriental o la llegada de las tropas expedicionarias estadounidenses, y que son vistas desde el punto de vista de dos jóvenes soldados; y War Poems, con la lectura por parte de actores de poemas de soldados combatientes, como Siegfrid Sassoon, Wilfred Owen, Edward Thomas o  John McCrae. La Gran Guerra seguirá muy presente en la pequeña pantalla…

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