'Nolly': Helena Bonham Carter, la reina del culebrón
Crítica de la serie

‘Nolly’: Helena Bonham Carter, la reina del culebrón

La actriz se sale en la nueva serie de Russell T. Davies, el creador de 'Queer as Folk' y 'Years and Years'. En 'Nolly', que aquí estrena Filmin, se desnudan las misóginas miserias de la industria televisiva y se reflexiona sobre el rol que se reservaba (y se reserva) a las mujeres que ya han cumplido los 50, a partir de la historia de Noele Gordon, despedida de un día para otro del serial que protagonizó durante 18 años, 'Crossroads'.

Los jefes de Noele Gordon, poderosos directivos de la cadena televisiva británica ATV, la consideraban un “activo difícil”, menudo eufemismo. Nada nuevo bajo el sol que calienta a los tíos desacomplejados, controladores y seguros de sí mismos, que levantan la voz como signo de incorruptible personalidad. Ese mismo sol que se eclipsa cuando la ingobernable es una mujer con una autoestima a prueba de bombas.

Noele Gordon, conocida por todos como Nolly, manejaba a sus anchas el cortijo que la convirtió en la gran dama de los culebrones ingleses de los años 70 y 80, la actriz favorita de millones de amas de casa que convirtieron a la serie Crossroads en una de las más longevas (de 1964 a 1988, 24 años se mantuvo en antena) de la televisión, compitiendo con ese buque insignia que era la eterna Coronation Street.

Bethany Antonia es Poppy  y Helena Bonham Carter es Noele Gordon en ‘Nolly’.

En un mundo de hombres, o en un campo de nabos, molestaba y molesta la presencia de una mujer con las ideas claras que continuamente pone puntos sobre las íes, que conoce a la perfección las fortalezas y debilidades del producto que defiende, que sabe cuáles son los gustos de sus fieles seguidores. Siempre inconformista, incapaz de cerrar la boca si algo no la complacía, Noele Gordon era un grano en el culo para productores y guionistas, esos agotados hombres que veían cómo el bastón de mando se escurría entre sus manos sudorosas.

Llegaba a la sala donde los actores hacían la lectura de un guion al que ella no había prestado atención hasta ese momento, y, armada de un bolígrafo, tachaba y modificaba a su antojo, casi siempre mejorando lo mejorable. Nolly también sugería (si el verbo sugerir no implicara posibilidades de rechistar) cambios en la dirección escénica, eliminaba acentos regionales de los personajes (en aquellos tiempos pretéritos, y en favor de la verosimilitud, empezaba a cuestionarse la hasta entonces inamovible dicción en perfecto inglés académico) y no permitía que nadie más se sentara en una silla que (no) llevaba su nombre.

Fue la primera mujer del mundo en aparecer en color en la televisión, la primera mujer en entrevistar a un Primer Ministro y la primera mujer ejecutiva de una tv británica.

Ella cortaba el bacalao porque se lo había ganado, tras 18 años dominando la escena como cabeza de cartel del culebrón Crossroads. Según la mirada, casi siempre masculina, el carisma se convertía en ramalazo despótico. Pero, no tan paradójicamente, sus compañeros la adoraban y la respetaban, también las maquilladoras, las de vestuario o los vigilantes.

De un día para otro, sin más explicaciones, a Noelle Gordon le anunciaron que no le renovaban el contrato. La actriz lo contó a la prensa, despertando a los furibundos seguidores del serial, indignados ante la cercana desaparición de su musa, multiplicando los pronósticos sobre cómo harían desaparecer del mapa a la gran reina del culebrón. Y, tal y como nos cuenta la serie, abriendo la espoleta a una pregunta que acompañaría a Gordon durante meses: ¿por qué te han echado? Invariablemente, ella siempre respondía: “Hombres; hombres que siguen siendo hombres”.

Nolly (Bonham Carter), una mujer que no encajaba en la norma.

Fuera de la Gran Bretaña y más allá de una determinada generación (sí, la boomer), la figura de Noele Gordon se ha desvanecido en la memoria, y su historia no pasa de lo anecdótico. Y eso que fue la primera mujer del mundo en aparecer en color en la televisión (en las pruebas que John Logie Baird llevó a cabo para testear la señal de color), fue la primera mujer en entrevistar a un Primer Ministro (Harold Macmillan, en 1958) y la primera mujer ejecutiva de una televisión británica. Pero ya sabemos que nada mejor que la fórmula de apostar por lo local, incluso por lo muy local, para reflexionar sobre asuntos de mayor calado. Esto es, en este caso, la misoginia de la industria del entretenimiento.

La figura de la diva de las teleseries es material de primera para Russell T. Davies, el creador de producciones tan relevantes como Queer as Folk y de Years and Years, de It’s a Sin y de Un escándalo muy inglés, quizás la que más puntos en común guarda con Nolly. Ambas retratan hechos reales más o menos dramáticos con una pátina de humor: aquí resultan particularmente tronchantes las escenas en la que el equipo artístico de Crossroads, Nolly incluida, tratan de averiguar cómo demonios se cargarán a la protagonista (“queremos hacer algo tan sonado como el disparo a J.R. en Dallas”, se escucha decir), si la matarán o si permitirán que sobreviva, interrogando a unos guionistas que no sueltan prenda.

Con su nueva creación, Russell T. Davies hace un ejercicio de nostálgica justicia, y de reivindicación del noble arte de entretener

O las secuencias en las que los actores, en plena grabación de su serie, se congelan para dar paso a la publicidad, y durante unos segundos cuchichean sin apenas mover los labios, como un mal ventrílocuo. A ratos, Nolly toma las extravagantes formas de ese culebrón que homenajea: las lecturas de guion convertidas en el corral de la pacheca, con los compañeros de la protagonista haciendo sus propias quinielas, y reaccionando con exageración casi teatral, a las posibles razones del despido traumático.

Con su nueva creación, Russell T. Davies hace un ejercicio de nostálgica justicia, y de reivindicación del noble arte de entretener, aunque sea con las armas del culebrón diario. Pero también se posiciona del lado crítico hacia una industria que desechaba a las mujeres que no se achantaban y decían lo que pensaban, también a las mujeres de una determinada edad, también a las mujeres que no encajaban en la norma. A las mujeres, siempre a ellas.

‘Nolly’ está disponible en Filmin.

En este sentido, en un momento relevante de su tercer y último episodio, Nolly hace una encendida defensa de aquellas que se han quedado solteras, que no tienen hijos, que son tildadas de lesbianas, siéndolo o no. En su caso, el asunto se justifica por la larguísima relación que Gordon mantuvo con un ejecutivo de la cadena casado. “Dejé mi vida en pausa, esperándole. «Ahora me echan y no tengo nada”, le confiesa en una emocionante conversación a su colega Larry Grayson (otra figura catódica de la época que aparece brevemente, encarnada por el gran Mark Gatiss, amigo y colaborador de Davies en Doctor Who). Ese resignado encuentro resulta particularmente emotivo, dos consideradas reliquias del pasado, dinosaurios de otros tiempos, resistiéndose a desaparecer en silencio.

Con sus enormes gafas de sol, su pelo tintado y sus abrigos de visón con olor a tabaco, Noele Gordon fue, sin pretenderlo, una figura feminista

Nos dejamos para el final lo que es, en realidad, el as en la manga de Nolly: la actuación de una imperial Helena Bonham Carter, que captura el carácter indomable, la alegría y el entusiasmo, la hipnótica fascinación que despertaba el personaje. La actriz brilla en cada escena, que son prácticamente todas, y en particular encuentra un perfecto partenaire en el también fenomenal Augustus Prew (que interpreta a Tony Adams, compañero de reparto en Crossroads, amigo íntimo y confidente de sus dimes y diretes).

Con sus enormes gafas de sol, su pelo tintado y sus abrigos de visón con olor a tabaco, Noele Gordon fue, a su manera, sin pretenderlo, una figura feminista. También sin pretenderlo, y sin una familia que protegiera su legado, se la olvidó. Tan conmovedora como divertida, esta serie, cariñosa y dulcificada carta de amor de Russell T. Davies, le hace justicia. A ella y a tantas mujeres desdeñadas por el show business al cumplir los 50. O los 40.

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