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Cada capítulo de Merlí empieza con “El vuelo del moscardón”, de Nikolái Rimski-Kórsakov, un señor ruso que además de músico y militar era profesor. Tuvo de pupilos a algunos de los compositores más importantes del siglo XX. Era catedrático del Conservatorio de San Petersburgo, un puesto del que le destituirían por ponerse de parte de unos estudiantes que se manifestaron por una reforma política y social contra un gobierno ruso que disparaba a obreros y campesinos desarmados y hambrientos.
Años más tarde, uno de sus alumnos, Ígor Stravinsky, dijo: “no basta con oír la música; además hay que verla” y también “mi música la entienden mejor los niños y los animales”.
Y hasta aquí la introducción a modo de metáfora histórica. Espero haber captado vuestra atención. Si no, siempre podéis darle a la flechita en la esquina superior izquierda de vuestro navegador y volver al Facebook a ver vídeos tipo PlayGround con música de fondo y frases cortas escritas que te hacen creer que piensas sobre algo, (por ejemplo la deforestación en Brasil, la clonación, una agresión homófoba en el metro), pero es imposible, porque a un vídeo le sucede otro y luego otro y yuxtapones más que entiendes, y uno no puede darle vueltas a algo mientras a uno le dan vueltas por todos lados.
«‘Merlí’ trata precisamente de un hombre feo tratando de que unos críos de secundaria hagan algo más que fumar porros y enviarse selfies desnudos»
Merlí trata precisamente de esto. De un hombre feo (Merlí es feo, luego os lo explico) tratando de sacar de la vorágine de los «CLICK CLICK BIIIIP BIIIIIP TIENES 80 WHATSAPPS SIN LEER» a unos críos de secundaria para hacer algo más que fumar porros y enviarse selfies desnudos por Snapchat. Perdón por esta última frase, últimamente veo mucho Equipo de Investigación, una mezcla de The Wire, Cops y Telecinco, aunque lo den en La Sexta.
Tengo amigos que dicen que las series españolas son una mierda. Son personas inteligentes, cultas, que ven cosas de HBO como A dos metros bajo tierra (pero no True Blood) y luego reflexionan sobre ella tocándose la perilla o la barba en una terraza de plaça Revolució y leen libros de Julio Cortázar o Paulo Coelho. Es broma, yo no tengo amigos que lean a Paulo Coelho, y espero que ninguno de vosotros tampoco. Si no es así, denunciadlos a vuestro comisario político más cercano. No tengáis remordimientos, es por su bien y el de toda la nación.
Merlí es una serie española. O en fin, catalana. No puedo entrar ahora en el debate de si Catalunya es o no es España, yo tengo mi opinión formada sobre el asunto, y me gustaría explicárosla, pero no puedo postergar más el tema de la fealdad de Merlí. Porque Merlí, o mejor dicho Francesc Orella, es feo, pero feo de cojones.
«He visto a Francesc Orella de cara. Muy de cerca. Como a dos palmos. Y os puedo jurar que tiene rostro de balón de cuero gastado y curtido»
Yo le he visto de cara. Muy de cerca. Como a dos palmos. Y os puedo jurar que tiene rostro de balón de cuero gastado y curtido. De sombrero seleccionador de Hogwarts. Tuve la oportunidad de esta cerca suyo en la presentación de la segunda temporada de la serie española/catalana en cuestión. Me llamó Carlos Perelló, editor de Serielizados. La llamada fue más o menos así:
– ¿Patricio? – Mi verdadero nombre es Patricio.
– Dime, Carlos, buen hombre. – No es tan buen hombre, es una licencia poética.
– El miércoles hay la presentación de la segunda temporada de Merlí.
– Oh, he visto la primera, profesor feo, alumnos inquietos, sale la Carbonell…
Inciso en la conversación. Para todo aquel que esté leyendo esto y no haya nacido en la tierra de la sardana y la butifarra, la Carbonell es un personaje clave del mito fundacional catalán. No hablo de la leyenda de Sant Jordi, o del Setge de 1714, sino de Plats Bruts, una fábula que nos explicamos los catalanes a nosotros mismos para entender cómo somos y de dónde venimos.
«‘Plats Bruts’ trata de un charnego llamado López, de su compañera de piso Emma, y el David, un actor exagerado y pesadísimo»
La serie trata de un charnego llamado López, al que fuera de les nostres fronteres conocéis como Antonio Recio-mayorista-no-limpio-pescado, de su compañera de piso Emma, una joven que se pinta mucho la cara y que vive de aprovecharse de los demás, y el David, un actor exagerado y pesadísimo, interpretado por Joel Joan, un actor exagerado y pesadísimo. Seguimos con la conversación:
– Sí, la Carbonell. Hacen la presentación en el colegio donde ruedan la serie. Podemos hacer entrevistas a los actores, fotos y…
– ¿Habrá comida?
– Sí, creo que sí.
– ¿Me pagaréis?
– Sí, creo que sí.
– ¿Con comida?
– Sí, creo que sí.
– Ok, tenemos reportaje.
Y ahí nos tenéis, periodistas intrépidos y hambrientos de una pequeña revista que lucha por sobrevivir en la era de la dictadura de las visitas, los hashtags #likeforlike #followforfollow #picoftheday y los titulares como “Le dijeron que jamás podría hacerlo, no creerás lo que pasó después”.
«El set de rodaje es un colegio de verdad por encima de la Vall d’Hebron»
El set de rodaje es un colegio. Un colegio de verdad por encima de la Vall d’Hebron, en lo alto de una cuesta empinadísima cansada de subir, más todavía si conduces una Scoopy 50 con dos hombres adultos encima, uno con sobrepeso y otro demasiado alto para sentirse bien al sentarse mal. Ahora está abandonado, pero antes era un internado.
Tuvieron que cerrar porque empezaron a hacer experimentos nazis con alumnos. Esperad, eso es del mismísimo Internado. Iba a decir cosas terribles sobre el aborto este de Globomedia, pero me acabo de acordar que Amparo Baró, tristemente fallecida, tenía un papel allí, y nadie, ni siquiera yo mismo, habla mal de Amparo Baró en mi presencia.
Ah, y también salía el Lolo de Compañeros, el hermano de Valle. Pobre chaval. Espero que tenga curro, de todo corazón. Me pasa mucho con los malos actores simpáticos. Les veo y pienso, joder, que te vaya todo bien, tío. En serio. A ver si hay suerte y te dan una subvención, o sales en un Mira Quién Baila, o A Quién Me Parezco o en lo que sea que ande metido Manel Fuentes ahora. Un abrazo desde aquí, Lolo, de parte del club de fans menos numeroso de la historia.
«Entramos literalmente hasta la cocina de la escuela, en la que grababan una escena de la segunda temporada»
Parece ser que llegamos tarde a la visita que habían montado la buena gente de TV3 y de la productora de Merlí, porque nadie nos esperaba. De hecho nos equivocamos de puerta, y entramos hasta la cocina. Literalmente hasta la cocina de la escuela, en la que grababan una escena de la segunda temporada. Y ahí fue cuando lo vi por primera vez en persona. Resplandeciendo como un ídolo dorado entre los reflejos metálicos de los fogones, hornos y grifos. Dando la chapa a unos incautos chavales que parecían pedir más y más y más sabiduría oreliana. No alcancé a oír qué delicias filosóficas emanaban de su boca de dios griego, pero no me importaba. Su sola presencia era motivo suficiente para dedicar toda atención al hombre feo más atractivo que camina sobre la faz de la Tierra: Francesc Orella. Porque Francesc Orella es feo, sí, pero sobre todo es atractivo.
Hay dos tipos de personas. Las que son Francesc Orella, y las que no son Francesc Orella. Le conocí en pantalla cuando trabajaba en El Comisario. Hacía de Telmo. Veréis, yo veía mucho El Comisario y jamás me pude creer ni por un solo momento que alguno de ellos era policía de verdad. Lo siento Charli, y sobre todo lo siento Pope. Como amigos, bien. Como agentes de la ley, mal. Seguramente era cosa del guión, no lo sé. Pero Telmo… Telmo era otro rollo. A mí se me acerca un Telmo mientras hago botellón en la salida del Razz y recojo los vasos, friego el suelo con la camiseta y me pongo la multa yo solo antes siquiera de que me dé las buenas noches. Ah, ya no quedan buenos Telmos como los de antes.
«En la versión española de ‘Los Soprano’ querría que Orealla fuera Tony Soprano»
Si hicieran un Los Soprano versión española yo querría que Orella fuera Tony Soprano. Aunque sé que lo haría mejor como Phil Leotardo. Sería un Phil Leotardo cojonudo, sin duda, pero quiero que sea Tony para verlo mucho en pantalla. Me emociono un poco y todo. O un Walther White. ¿Sí o no? ¡Imagináoslo cojones! Hacedlo de verdad. Cerrad los ojos, tenéis que hacerlo bien:
Ahí, un profesor de química del IES Vila de Gràcia con un tumor en el pulmón, en la ruina porque le han recortado ya cuatro veces el sueldo y fabricando MDMA, que aquí se toma mucho de eso, y diciéndole a su mujer apoltronada en el sofá de un piso de protección oficial de Esplugues: “No estoy en peligro, Montserrat. Yo soy el peligro”. JODER, QUÉ PASADA.
En todas esas cosas pensaba yo mientras Francesc Orella pasaba por delante nuestro, con la camisa medio desabrochada, oliendo un poco a sudor, un sudor que no olía del todo mal, un sudor sin olor, un sudor platónico. Nos decidimos a seguirle y así lo hicimos. Yo, ilusionado por estar cerca suyo, y mi amigo y compañero, avergonzado, porque entre suspiro y suspiro de admiración yo ya había saqueado tres veces el cátering del equipo de rodaje, y creo que una chica de producción nos miró un poco mal. Pero eh, a veces un periodista tiene que hacer lo que tiene que hacer, pese a quien le pese.
Llegamos a las clases, donde aguardaban, a modo de modelos para una sesión de fotos de una revista adolescente, los actores más jóvenes de la serie. Los niños y niñas sentados en los pupitres. Qué gusto de gente. Qué peña tan maja. De verdad. Aguantando el fusilamiento fotográfico de los periodistas sin inmutarse.
«Marcos Franz dijo »Merlí’ ayuda a pensar'» y Candela Antón nos explicó historias filosóficas»
Ahí estaba Marcos Franz, que hace de Gerard en la serie, el que tiene mirada y pose de buena persona. Me lo encontré de fiesta el último fin de año, y me pareció ese tío majo de tu grupo de amigos que siempre tiene un momento para escuchar tus gilipolleces. Le preguntamos varias cosas, y él respondió otras tantas. Lo más interesante que dijo: “Merlí ayuda a pensar”. Y Candela Antón, que cita en su Twitter a Ortega y Gasset, nos explicó historias filosóficas en la entrevista que le hicimos que fingimos entender con exactamente la misma voz de la niña que te gustaba en el colegio.
Y lo hacen bien, muy bien, lo de interpretar. No hay nada peor que ver una serie en la que salen niños que no saben actuar. Un 10 a la directora de cásting. Y que no se os suba a la cabeza.
Ah, y por favor, llamad al Lolo de Compañeros y echadle una mano, chavales.