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Mark Ruffalo interpreta a los hermanos Dominick y Thomas Birdsey en 'La innegable verdad' / HBO España
Nada más finalizar el sexto y último capítulo de La innegable verdad, aparece un cartel en el que se dedica la miniserie a la memoria de Megan Cianfrance y Scott Ruffalo. Hermana y hermano de Derek Cianfrance y Mark Ruffalo, ambos fallecidos respectivamente en 2019 y 2008. Este hecho doloroso, esta austera dedicatoria termina por encogernos totalmente el estómago al final de la proyección y nos hace comprender de dónde proviene todo ese dolor y angustia, culminados en catarsis y descubrimiento interior, que vemos a lo largo de las seis horas de La innegable verdad. Las dos fuerzas creativas, creador/director y protagonista, detrás de esta nueva sombría miniserie, de una factura intachable, comparten aquí un espacio de purga emocional en el que se necesitan el uno al otro y en el que de paso, nos sobrecogen con la historia que nos cuentan.
La vida de los gemelos Dominick y Thomas Birdsey, nacidos con seis minutos de diferencia, pero en dos años distintos, durante la nochevieja de 1949 a 1950, está marcada por la tragedia. Criados por su madre y un padrastro con el que no congenian, los dos crecen con la incógnita y la angustia identitaria de no conocer a su padre biológico. Físicamente idénticos, el desarrollo de la esquizofrenia paranoide de Thomas, lo aleja, con los años, más y más de la realidad. Mientras que su gemelo Dominick, no puede evitar sentirse responsable de la salud y el bienestar de su hermano ahora que, ambos con cuarenta años, ya no cuentan con su madre y apenas con su padrastro. Los dos gemelos están interpretados por un Mark Ruffalo que dobla esfuerzos con resultados magníficos, creando dos personajes completamente distintos, tanto en lo personal como en lo físico.
Aunque el relato se cuenta desde la perspectiva de Dominick, la dicotomía entre los gemelos nutre las cuestiones existenciales que aterran a Dominick y agrava aún más su calvario. No se puede entender pues ese calvario sin repasar los momentos de toda una vida en la que la presencia del hermano ha significado más una losa que una bendición: en cada tragedia de la vida de Dominick, la existencia de Thomas ha empeorado aún más su aflicción. Para Dominick es inevitable pensar que debe haber una razón que explique tanta tragedia. Un motivo genético, familiar, comunitario e incluso histórico que le permita entender el porqué de tantas desgracias, el porqué su vida parece estar marcada por un destino impuesto. Esa sensación invade totalmente su manera de actuar y le imposibilita ver una salida al bache infinito en el que su vida se ha convertido.
De la misma forma, sin esa dicotomía no se puede entender tampoco la compleja doble actuación de Ruffalo: Como Dominick, consigue llevar todo el peso de la historia en cada arruga, en cada golpe, en cada expresión y en cada momento descorazonador; Dominick es la viva imagen del sufrimiento, un hombre roto que transcurre por la vida como aquel que sabe que está perdiendo una larga y agonizante partida de cartas. Por otro lado, como Thomas, Ruffalo imprime una fragilidad que que apenas se rompe, sustentada por una convicción fabricada por la esquizofrenia paranoide que le mantiene en un estado casi levitativo. Es un hombre que no puede concebir la realidad más allá de su propia enfermedad y aunque, de alguna forma es consciente del efecto que produce en su hermano, no tiene las herramientas para actuar de otra manera.
En La innegable verdad todo arranca cuando Thomas se mutila una mano en una biblioteca pública, convencido que ese sacrificio servirá para parar la inminente Guerra del Golfo -la serie está ambientada a inicios de los 90-. A partir de ahí, las consecuencias legales de ese incidente dan inicio a un camino de introspección y supervivencia para Dominick. A base de recuerdos reconstruye la relación con su gemelo enfermo, con su esposa y con su difunta madre, así como otros momentos que han conformado su trágica vida hasta el punto que la indagación por el pasado familiar –con la excusa de un manuscrito biográfico escrito por su abuelo, inmigrante italiano- parece la única forma que encuentra Dominick para buscar explicación a una vida marcada por el dolor y el sufrimiento.
‘La innegable verdad’ ha sido el espacio idóneo para que el duelo reciente de uno -Cianfrance- y el más lejano del otro -Ruffalo- se encuentren y alimenten una atípica miniserie
La trama ya se encontraba en el libro original de Wally Lamb pero parece concebida deliberadamente para el tándem Ruffalo/Cianfrance. En lo artístico, a Mark Ruffalo este doble papel le supone una oportunidad irrechazable para explotar su vena dramática con dos interpretaciones devastadoras. Justo en un momento en el que parece que la gran pantalla sólo quiere verle batallando como Hulk. Para Derek Cianfrance La innegable verdad resulta una extensión más de su filmografía, un regreso a terrenos y formas ya explorados en dos de sus películas más aplaudidas, Blue Valentine y Cruce de caminos. Con la primera comparte la sequedad del dolor ante un hecho inevitable y con la segunda, la fatalidad de un destino transmitido de generación en generación, el drama entendido como una carga intergeneracional ineludible que marca cada familia. Además, La innegable verdad encaja perfectamente con esos dos films y su más reciente La luz entre los océanos en su descarado gusto por entrelazar pasados y presentes y su loable empeño por reformular y estirar los códigos del melodrama clásico en clave de realismo crudo y posmoderno.
En lo personal y, volviendo a esa dedicatoria final, es relevante ver cómo La innegable verdad ha sido el espacio idóneo para que el duelo reciente de uno -Cianfrance- y el duelo más lejano del otro -Ruffalo- se encuentren y alimenten una atípica miniserie que, aunque no nos explique nada nuevo, nos ofrece una visión descarnada y muy personal de la necesidad de comprender las consecuencias de nuestros actos presentes así como los de nuestro pasado personal, familiar y social. Tres planos -persona, familia y sociedad- que forman un triángulo equilátero que ejerce de estructura indivisible de lo que nos cuenta La innegable verdad; de cómo la irremediabilidad de todo lo que nos sucede en esta vida -ya sea bueno, malo, trágico, ordinario o intrascendente- puede llegar a estar ligada a lo que hemos sido, somos y seremos como individuos, como hermanos e hijos y como miembros de una sociedad también marcada por su propio pasado.
Escrito por Guillem F. Marí en 12 mayo 2020.
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