Comparte

Atención padres, abuelos, cónyuges o compañeros de piso: si hay algún peligro en la revolución que las plataformas de streaming están causando en el mundo del consumo de series, este es sin duda el llamado “binge-watching». Cada avance en materia televisiva trae consigo nuevos hábitos seriéfilos y la llegada de contenido propio de calidad a las plataformas de streaming, como Netflix, Amazon, Hulu o las que están (o estén) por venir, ha institucionalizado esta práctica patológica.
La mecánica del “binge-watching» es sencilla: la plataforma en cuestión –en este ejemplo pondremos a la abanderada Netflix– estrena una nueva temporada de la serie en cuestión –siguiendo con el ejemplo, la esperada tercera de House of Cards– y la ofrece entera a todos sus suscriptores. Recayendo así en ellos, la responsabilidad de cómo disfrutar de lo nuevo de la serie. Pero la naturaleza humana no falla y así da paso al “binge-watching” que básicamente, podríamos traducir como “pegarse un monumental atracón de tu serie favorita”.

Así, esta práctica consiste pues en el visionado de episodios de forma consecutiva en un tiempo limitado. A poder ser bien encerrados en casa, al calor de una manta y con el culo enganchado al sofá o en su caso, la cama. Si se puede acompañar la experiencia de comida basura a domicilio, mejor.
Sí, eso ya hace tiempo que se hace, diréis. Los precedentes son claros. Llevamos muchos años devorando temporadas enteras en DVDs oficiales o bien a base de piratería de dudosa reputación. Incluso los precedentes del “binge-watching” van más allá en el tiempo, cuando antes del vídeo doméstico, algunas cadenas programaban maratones de sus series más exitosas.
«Uno siempre podía dejar que la cadena televisiva, ejerciendo de madre protectora, le espaciara la dosis en episodios semanales»
Pero el cambio de paradigma que vivimos hoy es el siguiente: hasta ahora devorábamos temporadas enteras de series terminadas o en curso, pero siempre emitidas semanalmente. La intensidad de la adicción podía depender de si se trataba de una buena serie ya acabada, de la que disponíamos de todos los episodios –¡qué peligro empezar una serie de 6 a 9 temporadas!– o bien, de si se trataba de un puñado de temporadas de una serie que aún se emitía. En ese caso, después del empacho, uno sabía que quedaban más episodios por ver y se podía plantear si volver al consumo sano periódico una vez la nueva temporada empezara o bien, esperarse un tiempo hasta inyectarse una dosis grande a final de temporada. A riesgo de morir de sobredosis, claro. Uno siempre podía dejar que la cadena televisiva, ejerciendo de madre protectora, le espaciara la dosis en episodios semanales. Incluso a veces, la cadena-madre se aventuraba a realizar parones largos en medio de una temporada, no fuera el caso que te engancharas demasiado.
Pero Netflix no es una madre protectora; es un camello. De esos que a base de traficar con éxito, empieza a fabricar su propia mercancía y que, con tal de que vuelvas a llamar a su puerta, te ofrece toda su droga en formato buffet libre: bienvenido al mundo del “all you can eat televisivo”. Hoy, gracias a Netflix, la dinámica está cambiando y así algunas de nuestras series favoritas ofrecen todos los episodios de sus nuevas temporadas al mismo tiempo, a tu entera disposición.
«¿Qué haces después de devorar una nueva temporada entera de tu serie favorita en unas pocas horas?»
El camello Netflix parece decirnos: “Haz con ellas lo que te plazca, mira un capítulo o dos cada semana, cada mes o cada día…o cada hora: Míralos todos seguidos, en un mismo día si quieres. Eso sí, cuando acabes, tendrás que volver a ella de aquí un año, y la espera puede ser dura, hermano”. El serieadicto empedernido empieza quizás con precaución pero su adicción, si la mercancía es buena, le hace consumir todo el aliño. Peligro. ¿Qué haces después de devorar una nueva temporada entera de tu serie favorita en unas pocas horas? Netflix –o tu otro camello de confianza, si eres de los que prefiere diversificar el consumo– parece tener la solución: “tranquilo, tengo otra serie nueva sobre una cárcel femenina con algo de lesbianismo. Sé bueno y para cuando te la termines, me habrá llegado una nueva serie, que hacen unos tipos de Marvel sobre un superhéroe ciego. Te encantará”. Y así el yonki respira por un rato.
Las estadísticas lo avalan: el 61% de los usuarios de Netflix en los EE.UU. reconocen practicar el “binge-watching”. La condición humana así lo avala: Si algo nos gusta y lo tenemos a nuestra disposición, lo queremos todo. Somos capaces de inventarnos una gripe, dejar plantada a la novia o esquivar la comida familiar de los domingos, para atragantarnos lo más rápido posible de la nueva temporada.
«Uno ya no se plantea si la serie sigue a su nivel, si cae en extremos autoparodiables o si se va refinando»
Hace unos días se estrenó la tercera temporada de House of Cards y lo reconozco, yo soy uno de esos adictos que no salió de casa durante el fin de semana para seguir los entresijos de ese matrimonio tan seductor como peligroso que forman Claire y Frank Underwood. La experiencia del “binge-watching”, debo reconocer, te ciega y te consume. Uno ya no se plantea si la serie sigue a su nivel, si cae en extremos autoparodiables o si se va refinando hacia un drama psicológico en el que las luchas por el poder dejan de ser externas sino más bien internas, entre las cuatro paredes en las que habita el matrimonio Underwood. La adicción al binge-watching tan sólo te permite aferrarte a la manta y mantener los ojos enganchados a los monólogos de Frank/Kevin Spacey y la elegancia en el vestir de Claire/Robin Wright. Ya nada importa, sólo quieres ver capítulo tras capítulo, como si de una larga película de trece horas se tratara. Pero el vacío y el desamparo es muy grande una vez termina. ¡Qué cruel se antoja ahora un cliffhanger cuando hay que esperar un año en lugar de una semana! Maldito “binge-watching”, maldita Netflix y maldita House of Cards.
Mientras me acerco a mi reunión de “seriedependientes anónimos”, Netflix se resiste a llegar a España por el momento, excusándose en la cansina excusa de la piratería. Quizás no llegue nunca, quien sabe. Pero el streaming legal poco a poco se asienta y en menos de lo que creemos, formará parte de nuestra vida sieréfila, enganchándonos sin miramientos y arrastrándonos en el mundo del “binge-watching” para siempre. Preparaos padres, abuelos, cónyuges o compañeros de piso: el futuro se avecina más adictivo que nunca.
Escrito por Guillem F. Marí en 08 marzo 2015.
Ver más en Despacho Oval, Seriefobia, House Of Cards.