¿Es posible que sigas sin ver ‘Sexo en Nueva York’? - Serielizados
20º aniversario

¿Es posible que sigas sin ver ‘Sexo en Nueva York’?

La serie de Sarah Jessica Parker es el único mito fundacional de la televisión contemporánea al que se le sigue ninguneando culturalmente.
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Cuando comencé a ver Sexo en Nueva York yo tenía casi diez años menos que sus protagonistas. Veintitantos. Hoy soy más mayor que Carrie, Charlotte y Miranda cuando se despidieron televisivamente… y pronto entraré en el rango de edad de Samantha. El tiempo pasa para todos, no sólo para las series. El aniversario de Sexo en Nueva York (¡20 años desde su estreno!) no me ha hecho revisitar la serie de Darren Star porque desde que se estrenó siempre la he tenido presente.

Pasados los chistes de “una serie sobre mujeres que no existen escrita por maricas malas”, que tienen su parte (¡mucha!) de razón, lo que queda es una de las mejores comedias de la historia de la televisión. Encontradme un capítulo mal escrito de Sexo en Nueva York. No los hay. Y por cada episodio flojete hay dos supremos. Ése es el nivel. Cierto es que el daño hecho por las dos películas posteriores es casi irreparable. Qué malas eran, madre mía. Qué innecesarias, qué absurdas. Un Horror. Dato curioso: años más tarde Entourage, considerada por muchos la respuesta masculina y heterosexual a Sexo en Nueva York, cometió el mismo error.

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Ignoro la relación de Sarah Jessica Parker con la que siempre será SU serie, pero la imagino agridulce. La serie que le dio todo y le quitó el derecho a ser mucho más

El paso de los años ha tratado a Carrie Bradshaw con respeto, pero también le ha negado una veneración cultural que claramente se merece. Ignoro la relación de Sarah Jessica Parker con la que siempre será SU serie, pero la imagino agridulce. La serie que le dio todo y le quitó el derecho a ser mucho más. La estupenda Divorce con la que Parker volvió hace relativamente poco a HBO parece condenada a ser “conectada” de alguna manera con Sexo en Nueva York en cada entrevista promocional, artículo o reseña. Yo mismo lo he hecho. Quizá sea inevitable.

Al tiempo, la enemistad pública entre la actriz y productora y Kim Cattrall, la insustituible y procaz Samantha, ha llenado titulares dos décadas después del estreno de la serie que las unió. Es decir: Sex and the city sigue viva y relevante. Cattrall, responsabilizada del cierre de la franquicia cinematográfica por su negativa a seguir presente en ella (y sólo por eso desde aquí le enviamos un enorme GRACIAS) ha asumido con elegancia, como Cynthia Nixon (Miranda) y Kristin Davis (Charlotte) una carrera post estrellato televisivo discreta. Su Samantha Jones queda, eso sí, como un hito sin el que muchas series y muchos personajes posteriores tal vez no existirían. Mérito de ella, icónica desde su primera aparición en pantalla, y de unos guiones que cuando nadie decía la palabra “polla” hacían de ella (de Samantha y de la palabra “polla”) el centro de unos chistes perfectos entonces y ahora.

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La serie para chicas y maricones cumple veinte años y ya va siendo hora de que se quite ese sambenito. Porque, al margen de que a estas alturas muchos digamos “sí… ¿y qué?” cuando lo escuchamos, a más de uno semejante estupidez de definición reduccionista le ha quitado las ganas de acercarse a uno de los mitos fundacionales de la televisión contemporánea. ¿Es posible que hayas visto de The Wire dos veces y sigas sin darle una oportunidad a Carrie? I couldn’t help but wonder.

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