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El impulso distópico
Los espectadores más viejos del lugar recordarán alguna reposición de la serie Los Invasores (ABC, 1967-68), una joya televisiva creada por Larry Cohen y que siempre me ha parecido una adaptación de la entrañable película de William Cameron Menzies Invasores de Marte (William Cameron Menzies, 1953). Por aquellos años las grandes amenazas eran la Unión Soviética y la energía atómica, y ambas estaban perfectamente interrelacionadas. La ciencia ficción distópica nos ofrecía distintas maneras de imaginar el fin del mundo, porque no hay mejor manera de sublimar un miedo tan fuerte como el que se puede tener a la destrucción atómica que a través de la imaginación. Pero Los Invasores, tan distópica como cualquier obra con miedo atómico incluido, hablaba de otra posible extinción, la provocada por la invasión alienígena. En este caso el miedo a la invasión venía acompañado por el miedo a la suplantación, a que nosotros dejásemos de ser nosotros y fuésemos substituidos por alguna extraña criatura galáctica. Esta historia, evidentemente, es una variación de la propuesta por Jack Finney en la novela Los ladrones de cuerpos (1955), llevada al cine en diversas ocasiones, una de ellas de manera muy brillante por Don Siegel en 1956. ¿Y no dirían, queridos espectadores, que esos zombies que pueblan nuestras pantallas de televisión son otra vuelta de tuerca a la idea de la suplantación? Los seres humanos somos bastante orgullosos, lo bastante como para considerar que por el simple hecho de haber construido un yo tenemos derecho a conservarlo siempre.
– Introducción a Los Invasores
«La distopía nos propone por la vía ficcional (recuerden la fundacional obra de Orwell 1984) un futuro peor que nuestro presente inmediato»
La distopía nos propone por la vía ficcional (recuerden la fundacional obra de Orwell 1984) un futuro peor que nuestro presente inmediato. Un futuro desviado, plagado de miedos e inseguridades, que se nos plantea mediante dos alternativas: la de un escenario hipertecnológico, ordenado, regido por criterios de eficiencia y ultraseguridad, o bien lo contrario; un futuro sucio y desordenado, postapocalíptico, en donde el desastre ya ha ocurrido y la supervivencia es una lucha diaria. El cyberpunk y sus manifestaciones se situan en ocasiones entre ambas propuestas, eligiendo lo peor de ambas posibilidades. Ni que decir tiene que en algún punto la distopía, con su profética capacidad de anticipación, nos está advirtiendo de las nada halagüeñas alternativas que tenemos ante nosotros. En ocasiones esos universos distópicos se plantean como demodistopías, en donde la superpoblación ha sometido al planeta a una presión intolerable y la administración de los pocos recursos que quedan ha convertido la vida en una guerra del todos contra todos (piensen en Soylent Green, la pesadilla que Richard Fleischer dirigió en 1973 y que adaptaba la novela de Harry Harrison ¡Hagan sitio! ¡hagan sitio!, publicada en 1966). En definitiva, la distopía trabaja con nuestros miedos más extendidos sobre la posibilidad de que el mundo se desgaste, lo agotemos o simplemente lo perdamos a manos de otros.
La distopía catódica y sus novedades
«En esto de la ciencia ficción distópica las grandes cadenas siempre han apostado fuerte, sabedores del potencial que hay detrás a nivel de espectadores»
Así las cosas la televisión se ha llevado bien con los universos distópicos de todo tipo. Algunos capítulos de las imprescindibles The Twilight Zone (CBS, 1959-1964) y The Outer Limits (ABC, 1963-65), la citada Los Invasores o algunas de las franquicias del ínclito Doctor Who planteaban ideas atrevidas sobre el fin del mundo y los peligros del progreso. La extensión del mercado televisivo trajo más adaptaciones, mayor inversión y resultados interesantes. Es curioso, pero en esto de la ciencia ficción distópica las grandes cadenas siempre han apostado fuerte, sabedores del potencial que hay detrás a nivel de espectadores. Ya en los ochenta la ABC realizó la interesante Amerika (ABC, 1987), un remake en formato de miniserie de la película The Day After (Nicholas Meyer, 1983). Dos productos acusados en su día de pacifistas y antipatrióticos en un país gobernado por el cowboy Reagan y todavía obsesionado por el dominio mundial. Estas ficciones, junto con algunas otras ambientadas en un futuro más abiertamente tecnológico –pensemos en la moda del cyberpunk que se extendía por aquellos años y que alumbró productos como la estupenda Max Headroom (ABC, 1987-1988) o la más desconocida Tekwar (Universal Television, 1994-1996)- hacían buena la idea de Bruckner expresada en Miseria de la prosperidad. Decía Bruckner que «el verdadero sufrimiento de los modernos deriva de una promesa incumplida y probablemente incumplible: la de que el progreso ilimitado de saberes e intercambios conllevaba el desarrollo moral del hombre y el reconocimiento recíproco de las conciencias». Un claro aviso sobre lo que puede suponer una confianza ciega en el poder de la tecnología.

Actualmente tenemos varias series distópicas en emisión, cadenas grandes e importantes embarcadas en su producción y difusión y lo que es más importante, hay más series en perspectiva. Falling Skies (TNT, 2011-actualmente) tendrá finalmente cinco temporadas. La serie ha sido un éxito a pesar de basarse en premisas conocidas y tener numerosos altibajos. Y The Walking Dead (AMC, 2010-actualmente) sigue imparable, con una quinta temporada pendiente de estreno en octubre. Peor suerte corrió Revolution (NBC, 2012-14), la creación de Abrams y Eric Kripke y que nos explicaba qué sucedía en un universo sin energía eléctrica. La serie fue cancelada en mayo de este año, aunque se está planteando la posibilidad de añadir algunos capítulos especiales a modo de conclusión para la edición en Blu-Ray.
Las grandes cadenas siguen buscando, no obstante, series amortizables de ciencia ficción distópica. Una de ellas está ya anunciada para el otoño. Se trata de Gotham, un spin-off del universo de DC Comics. De hecho es la historia del policía amigo del oscuro y escurridizo Batman, James Gordon. Creada por el mentalista Bruno Heller, la serie es una de las grandes apuestas de Fox para este otoño, que necesita éxitos y reemplazos urgentemente. Por su parte ABC sigue explorando el género, con dos series, una en fase de piloto y otra todavía como encargo de guión. Beta está basada en la serie de novelas de Rachel Cohn y es un encargo de guión de la cadena. La serie trataría sobre un universo en donde los seres humanos disponen de clones a su servicio para la realización de todo tipo de tareas. Pueden imaginar el resto sin leer las novelas de Cohn. Identidad, preguntas incómodas, despertar de la conciencia y grandes dosis de acción, aunque todavía es pronto para saber en qué medida respetarán o no los originales. La otra serie en perspectiva es The Whispers, también para ABC y con Steven Spielberg involucrado en la producción del proyecto. Está basada en una historia corta de Ray Bradbury y explica cómo una raza alienígena se infiltra progresivamente en nuestro planeta, utilizando para ello a los niños. Sí, ¿les suena? Efectivamente, es una variante de la mágica Los Invasores. Aunque ya se sabe que en esto de la televisión el reciclaje es casi una necesidad. Deberíamos recordar que hemos tenido dos Battlestar Galactica y que la segunda ha sido, con perdón de los más nostálgicos, mejor que la primera.
– Trailer de Gotham:
Escrito por Iván Gómez en 28 julio 2014.
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