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Todos vemos series. Y cuando digo todos, digo TODOS. Puede que no hayas visto True Detective (yo tampoco), que todavía no hayas empezado con Masters Of Sex (yo tampoco) o que no tengas ni idea de cómo se llama la nueva de Tina Fey (Unbreakable Kimmy Schmidt, ¿vale?), pero ves series. O las has visto. O las verás. Por mucho que quisieras evitarlo y aunque te escondieras en una estación Dharma, créeme, verías series. Las hay que forman parte de tus recuerdos, de tu infancia o de tu adolescencia, y las hay que, peor aún, forman parte ineludible de tu vida y de tu día a día (¿soy la única que intenta sacar un mínimo de dos veces al día lo mucho que me gusta Mad Men en los temas de conversación?), porque el mundo de las series es, oh, tan vasto que, oh, nadie escapa de él. Todos vemos series, incluso los mismos protas de las series las ven. Ahí estaban Tony Soprano viendo The L word, o «ese show lésbico con Jennifer Beals», y Joey y Chandler alucinando pepinillos con Los vigilantes de la playa (¿qué ser humano de cualquier sexo, raza o edad, no?). Y es justo ahí, dónde un personaje de ficción se sienta frente al televisor, se convierte en guionista de televisión o se dispone a protagonizar una serie, donde empieza el mundo más maravilloso de todos: el de las series dentro de las series.
«Ahí estaban Tony Soprano viendo The L word, o «ese show lésbico con Jennifer Beals», y Joey y Chandler alucinando pepinillos con Los vigilantes de la playa»
Por muy orgásmico que sea que un protagonista de una serie hable de una serie que has visto, empezado u oído nombrar en algún momento de tu vida, hay una experiencia todavía mejor que empieza cuando los guionistas de tu serie favorita se dan cuenta de que no sólo son capaces de recrear una mini-ficción dentro de la serie sino que esas historias se convierten en esenciales para la vida de sus protagonistas, como el «Ultrahéroe» de Shin Chan, y que en algunos casos son (casi) (¡qué digo casi!) mejores que la serie a la que pertenecen. Volvamos a Friends. No seré yo quien diga que dentro de Friends hay algo mejor que la propia serie, porque eso es básicamente una chorrada, pero dentro del listado de proyectos imposibles en los que se mete Joey Tribbiani destacan dos: la APASIONANTE serie Mac and Cheese, en la que Joey resuelve crímenes con uno de los robots más cutres de la televisión norteamericana y que puso en un serio compromiso a cuatro de sus cinco amigos (menos mal de la siempre diplomática Phoebe) y la que seguirá ligada a Friends en nuestros recuerdos para siempre: Los días de nuestra vida. UN MOMENTO, PÁRATE, PÁRATE, PÁRATE. Sé lo que vas a hacer, lo sé. Vas a dejar un comentario diciendo que vaya mierda de artículo y que a ver si nos informamos más, que Los días de nuestra vida es una serie real, que lleva casi cincuenta años en antena y que qué te estoy contando. YA LO SÉ. Lo sabes tú, lo sé yo, lo sabemos todos. Pero la gracia, querido lector de Serielizados, la gracia fue que, por primera (y públicamente diremos que única) vez, los seguidores de Friends nos enganchamos, de manera irremediable, a una pedazo de telenovela en la que el neurocirujando Drake Ramoray quedaba en coma tras caer por el hueco del ascensor y sufrir una herida que sólo el propio Drake Ramoray podría haber curado (cambia Drake por Derek y Ramoray por Shepherd y, voi-là, el posible undécimo episodio de la más que probable vigésimo tercera temporada de Anatomía de Grey). TODOS queríamos ver esa serie y, aunque en la vida real (casi) (¡qué digo casi!) ninguno de nosotros la vio, Los días de nuestra vida nos dio algunos de los mejores momentos de Friends: desde Phoebe Buffay siendo incapaz de actuar como una enfermera hasta las hostias de Susan Sarandon y SU LÍO CON JOEY TRIBBIANI.
– Vídeo: Mac and Cheese – Friends
Pero vale, ok, quizás el mérito no fue ni de Los días de nuestra vida, ni de Joey Tribbiani, ni de los guionistas de Friends. Quizás el mérito es de las telenovelas dentro de las series, porque ¿quién no disfrutó como un niño viendo el recital que se pegó el Jack Donaghy de 30 Rock en Los amantes clandestinos, la telenovela mexicana que protagonizaba un actor «sorprendentemente parecido»a Alec Baldwin y que hacía que la abuela de Elisa, su novia por aquel entonces, interpretada por Salma Hayek (¿en serio que a alguien le gusta?), no pudiera ni mirarle a la cara? Siento la duración de la pregunta pero la emoción de recordar a Alec Baldwin con bigote, cubierto de gomina, repartiendo guantazos y chapurreando español (¿debió de servirle de inspiración a Santiago Segura?) me impide ser más breve y concisa. En cualquier caso, si hablamos de ficciones dentro de ficciones es IMPOSIBLE no hablar de 30 Rock. Y el tamaño del esfuerzo que voy a hacer por no hablar durante cinco párrafos y medio de las maravillosas sub-creaciones que nos regaló Tina Fey es únicamente comparable a la magnitud del delirio creativo en el que tuvieron que vivir de manera constante los guionistas responsables de MILF Island o cualquiera de las películas protagonizadas por Jenna Maroney (Trivial Pursuit: la película o la gloriosa The rural juror) o Tracy Jordan (The Chunks y The Chunks 2: A very Chunky Christmas). Pero hubo un programa de televisión que los superó a todos y eso no sólo lo sabíamos nosotros, claro que no, y por eso la grandísima Tina Fey y su grandísimo equipo (ya es la segunda vez que lo digo por aquí: alguien tendría que darles las gracias cada día) nos regalaron no uno sino dos episodios de Queen of Jordan, que no, no era estrictamente una serie, era un reality protagonizado por la mujer de Tracy y un estilista de nombre imposible, pero que por haber sido capaz de quitarle el sitio a 30 Rock de manera tan elegante, divertida e inteligente se merece ser mencionado cada vez que alguien hable de lo que son capaces de hacer los guionistas de las series de televisión.
«No seré yo quien diga que Rasca y Pica es mejor que Los Simpson, porque eso es una chorrada, pero es indiscutible que Rasca y Pica es de lo mejor de Los Simpson»
Sin embargo, querido lector de Serielizados, no todo son maravillas en el mundo de las ficciones dentro de las ficciones: ahí están el programa que protagonizaban Tim Taylor y su ayudante Al, que nos interesaba infinitamente menos que la vida de la familia Taylor de Un chapuzas en casa, o Woodward Manor, la aparentemente soporífera serie a la que se enganchan los protagonistas de Cómo conocí a vuestra madre (en realidad, ¿alguien tiene que pensar más de un segundo si prefiere ver a gente bebiendo té o a Ted Mosby haciendo cualquier cosa?). Pero cuando empiezas a tener serias dudas de si el mundo de las series está hecho para abarcar otras ficciones en su interior te viene a la cabeza una de tus series favoritas y te hace ser consciente de que no vale la pena ni plantearse si las series dentro de las series te gustan porque no las ves enteras o porque son realmente buenas, porque ese debate no tiene sentido hablando de una serie de la que has visto capítulos enteros, de la que conoces a todo el equipo (dobladores, secundarios y, sobre todo, protas), de la que has vivido su cancelación, prácticamente se puede decir que has visitado su parque de atracciones y de la que te sabes perfectamente los títulos de crédito: «they fight, they bite, they bite and fight and bite, fight fight fight, bite bite bite, the Itchy and Scratchy Shooooooow!». No seré yo quien diga que Rasca y Pica es mejor que Los Simpson, porque eso es una chorrada, pero es indiscutible que Rasca y Pica es de lo mejor de Los Simpson. Es tan bueno que el capítulo en el que Pica por fin mataba a Rasca nos lo perdimos (Bart, Lisa y todos nosotros) porque tres empollones a los que habían expulsado por culpa de Homer tuvieron que desenchufar el televisor. Y ahí seguimos, Bart, Lisa y todos nosotros, enganchados a un ratón y un gato que nos caen infinitamente mejor que Tom y Jerry pero que forman parte de El show de Krusty, el programa de televisión (no tan) infantil que siguen dos críos de piel amarilla.

Y es que ya te lo he dicho al principio del artículo: todos vemos series, también los protagonistas de las series que vemos, aunque ellos, a diferencia de nosotros y GRACIAS A DIOS, hacen otras cosas con su vida. El mundo real, en el que no emiten ni Rasca y Pica, ni Queen of Jordan, ni Los días de nuestra vida (SÍ, VALE, LO EMITEN PERO SIN JOEY HACIENDO DEL DOCTOR DRAKE RAMORAY, ¿vale?) es muchísimo más duro e infinitamente menos maravilloso que el de las series dentro de las series, en el que uno puede ver a Alec Baldwin haciendo de El Generalissimo, aburrirse con los especiales de Troy Mcclure y sentarse en el sofá con Tony Soprano a ver ese show lésbico con Jennifer Beals.
