'El desorden que dejas': ¿Quién eres, Viruca?
'El desorden que dejas'

¿Quién eres, Viruca?

Carlos Montero (‘Élite’) sube un peldaño como showrunner de prestigio y completa una adictiva miniserie, formalmente excelente, en las que los traumas personales se mezclan con el thriller.
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Esta miniserie de ocho capítulos estrenada recientemente en Netflix, confirma a Carlos Montero como uno de los creadores españoles del momento. El desorden que dejas es el producto perfecto para la plataforma en su ámbito español y será sin duda uno de los títulos que más seducirán a los suscriptores. Montero, que adapta su propia novela homónima, aprovecha un reparto, en líneas generales, muy potente para elaborar un efectivo thriller rural con toques psicológicos.

Bárbara Lennie e Inma Cuesta, Inma Cuesta y Bárbara Lennie

Las dos actrices aparecen a la misma altura en los títulos de crédito. Y aunque es Inma Cuesta, en su papel de Raquel, quien lleva el peso central del relato, sería injusto decir que la serie es más de una que la otra.

Ambos personajes, Viruca (Bárbara Lennie) y Raquel, son profesoras de literatura en el mismo instituto. Una sustituye a la otra tras la muerte de la primera. Ambas protagonistas transitan en tiempos narrativos diferentes pero sus vidas están ligadas la una de la otra. Pese a sus diferencias de carácter y casuísticas distintas parecen compartir un destino trágico. 

Viruca está abocada a la muerte. Su obsesión con el destino final parece ser más un producto de la pulsión adolescente a su alrededor y sobre todo, de su romanticismo literario. Pero una racha de malas decisiones en vida marcan su destino y sobre su muerte girará el misterio que intentará esclarecer el personaje de Raquel. ¿Qué pasó con Viruca? ¿Se suicidó, como lo hicieron referentes literarios como Virginia Woolf o Sylvia Plath? ¿O es que en Novariz, la localidad ficticia en la que se ambienta El desorden que dejas, existe una trama que la ha condenado?

‘El desorden que dejas’ funciona mejor cuando explota el thriller y se deja llevar por los giros de guion que cuando decide ser explícita en el drama psicológico

Raquel por su parte tiene una relación huidiza con la muerte. Lleva tiempo queriendo alejarse de ella. La oportunidad de empezar de cero en Novariz parece ideal, después de la larga y agónica muerte de su madre, una fuerte figura que siempre le ha hecho sombra. Pero al descubrir la muerte de la profesora a la que substituye, su estabilidad mental empieza a resquebrajarse. Hasta el punto en que al trauma de la superación de la muerte materna se le suma la obsesión por la muerte de Viruca: necesita comprender quién fue y qué le sucedió. Así, en el juego de dualidades Lennie/Cuesta, Bárbara Lennie se convierte en el fantasma que atormenta a Inma Cuesta. 

Es ahí, en ese trauma y esa pulsión hacia la muerte, donde drama psicológico y thriller, en forma del misterio sobre Viruca, se dan la mano. Tan solo la verdad puede desencallar el camino en el que se cruzan ambos géneros. En ese equilibrio entre ambas almas de la miniserie se va moviendo El desorden que dejas

¿Qué causó el desorden que dejó Viruca? | Crédito: Jaime Olmedo.

Las dos almas se complementan bien, lo cual otorga una capa interesante a la miniserie. Pero a la vez, el juego propuesto resulta en un arma de doble filo. La ficción de Carlos Montero funciona mejor cuando explota el thriller y se deja llevar por los giros de guion y el desarrollo de las tramas que cuando decide ser más explícita en su faceta de drama psicológico.

En los momentos en los que esa fantasmagoría mental que vive el personaje de Inma Cuesta es más palpable, la miniserie parece más forzada y artificial. Al contrario, y pese a los tópicos de género sobre los que se recuesta, cuando el alma de thriller lleva más protagonismo, es también cuando El desorden que dejas, se antoja más fresca, natural y sobre todo, muy fácil de consumir. Y eso, en el mundo de Netflix actual, es de lo que más se busca y se aprecia. 

Miña terra galega

Con su Galicia natal siendo el paisaje en el que se ambienta El desorden que dejas, Carlos Montero abraza, en parte, ese sentimentalismo natural que cualquiera siente por su tierra y lo plasma con mucho mimo y cercanía. Cosa que favorece a la serie, pues le aporta realismo y naturalidad, y la aleja de planteamientos más exagerados como los de Élite. En este sentido, ese retorno al hogar no es nada idealizado: volver a casa, como sabemos, a veces, puede ser beneficioso pero otras veces, perjudicial. Y eso también lo aprovecha muy bien Carlos Montero. 

El hecho de actuar con un acento gallego impostado hace que a veces suenen bastante convincentes y otras se olviden de tal acento

La Galicia de El desorden que dejas es un lugar bello y lleno de rincones que desprenden cierta pureza atemporal. Al mismo tiempo, sin embargo, la localidad donde transcurre la historia, ejerce también de sombra alargada para las dos protagonistas. Un lugar cerrado y opresivo para Viruca, a la que la condenarán sus propias ambiciones y toda una prueba de estrés para Raquel, que deberá exponer su entereza hasta límites insospechados. 

En esta línea de la naturalidad gallega habrá quien le chirríe más el tema, siempre complejo, de los acentos. Las dos actrices protagonistas están fantásticas como complemento la una de la otra, pero puestos a reprochar, eso sí, el hecho de actuar con un acento gallego impostado hace que a veces suenen bastante convincentes y otras, sobre todo en las escenas más exigentes dramáticamente, se olviden de tal acento. Más Bárbara Lennie que Inma Cuesta, la verdad sea dicha. En este sentido, la labor de Arón Piper (Élite) en el papel del joven y conflictivo Yago, sí es más convincente. 

Roque Ruiz (izq.), Arón Piper (centro) e Isabel Garrido (der.). | Crédito: Jaime Olmedo.

Pero vamos, que en el mundo de los acentos, hay para todos los gustos. Hay quien ni se da cuenta, quien sí pero no le importa y quien también se da cuenta y le molesta a horrores. Lamentablemente cuando parte del reparto sí proviene de Galicia, como es el caso de los debutantes y excelentes Roque Ruiz e Isabel Garrido, o intérpretes más curtidos como Tamar Novas (Veneno), Xosé A. Touriñán (Justo antes de Cristo) o Alfonso Agra (Fariña) la comparación entre acentos es inevitable. Y esto abre el debate entre la naturalidad versus la artificialidad que un acento puede aportar a una interpretación. 

En todo caso, una nimiedad al lado del buen hacer general de las dos protagonistas. El desorden que dejas es una miniserie que será ideal para quien busque consumirla de una o dos tiradas. No vendrá a salvarnos el año pero mantiene la buena línea de la ficción televisiva española actual y nos aporta lo justo para satisfacernos superficialmente y seguir con ganas de los próximos trabajos de Carlos Montero.

Este año en la misma plataforma hemos visto como Alguien tiene que morir, otra miniserie con showrunner famoso y gran reparto, se estrellaba por abusar de su propia fórmula. En cambio, El Desorden que dejas es suficientemente astuta como para aprovechar la ‘fórmula Netflix’ a su favor con personalidad propia, naturalidad y entretenimiento.

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