'Crematorio': Kilómetro cero
'Crematorio'

Kilómetro cero

Se cumplen 10 años de la entrada de España en la Edad de Oro de las series. Con las andanzas y las corruptelas de Rubén Bertomeu, todo un Vito Corleone a la valenciana, Canal Plus se acercaba a la mejor ficción norteamericana. Vista hoy, ‘Crematorio’ sigue siendo buenísima.
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Pepe Sancho y Juana Acosta en 'Crematorio' / Canal+

«Fue uno de esos momentos afortunados donde una idea, un proyecto, reúne a las personas adecuadas para llevarlo a cabo, y además en el momento oportuno», nos dice Jorge Sánchez-Cabezudo. «La cadena nos pidió hacer lo que estábamos deseando hacer, así que nos dejaron contarla como queríamos. Pero sobre todo fue una serie oportuna que conectó muy bien con su momento, quizá por eso se recuerde. Habla de quiénes somos y nos retrata como sociedad desde la Transición hasta la crisis de 2008», añade su hermano Alberto.

Ambos, creadores de Crematorio, celebran con Serielizados un aniversario muy feliz, porque con ellos (y con el productor Fernando Bovaira, y con el entonces director de contenidos de Canal Plus Alex Martínez Roig) empezó hace 10 años una nueva forma de abordar la ficción televisiva en España.

Siendo justos, antes había llegado, también bajo el inquieto manto del Plus, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, producto de la complicidad desacomplejada del actor y de David Trueba, y un tronchante primer acercamiento a esa autoficción cómica que tan bien manejaban Larry David y Jerry Seinfeld en Estados Unidos. Pero Crematorio ampliaba ambiciones, y, mientras adaptaba la inadaptable novela homónima de Rafael Chirbes y radiografiaba sin piedad a la corrupta España del pelotazo, se atrevía a mirar de reojo, o cara a cara, a los formatos y a la profundidad dramática de las series que prestigiaban la televisión por cable estadounidense desde principios de siglo.

«La corrupción funciona siempre de la misma manera, por eso no deja de estar presente» (Sánchez-Cabezudo)

Vista hoy, Crematorio no ha envejecido ni medio minuto. La peripecia de Rubén Bertomeu, constructor sin escrúpulos enriquecido con la depredadora sobreexplotación urbanística y el turismo embarullado, hombre de negocios que comparte yate, fiestas y comisiones con alcaldes y mafiosos rusos, dueño de medio Misent (esa localidad valenciana inventada por Chirbes, presente en otras de sus novelas, y que muchos identificaron con Dénia), explica perfectamente dónde estamos, de aquellos polvos… estos lodos, como bien nos recuerda Alberto Sánchez-Cabezudo: «Cuando abordamos la novela tuvimos que realizar un dossier sobre lo que llamamos El caso Bertomeu, para generar la trama de corrupción que sugería la novela. En el dossier teníamos sobre todo artículos de prensa sobre el caso Malaya que era lo que estaba juzgado hasta entonces, y se empezaba a hablar del caso Brugal y un tal caso Correa que acabamos conociendo como Gürtel. La corrupción funciona siempre de la misma manera, por eso no deja de estar presente, y la prueba es que en la serie mostrábamos las libretas de Bertomeu basadas en las libretas de Roca, el concejal de urbanismo de Jesús Gil, y que vistas hoy recuerdan bastante a los papeles de Bárcenas”.

La ficción y la realidad fundidas como queso en un horno a 180 grados, Crematorio apostaba por nadar a contracorriente, y, sin la presión de las audiencias que ofrecía un canal de pago como el Plus, se atrevía a hablar sin demasiados tapujos a propósito de asuntos que hasta entonces se quedaban en los telediarios. Es interesante entender cómo los Sánchez-Cabezudo (y su coguionista Laura Sarmiento) abordaron el texto de Rafael Chirbes: «La novela es abrumadora, pero, como decía el escritor, su violencia viene del lenguaje. Está estructurada en monólogos interiores de cada personaje, sin apenas trama en la que sustentarlos. Los personajes nos parecieron poderosísimos, sobre todo Bertomeu, que es ese agujero negro en torno al que todo gira y que todo se traga. Chirbes huía de la novela negra y ese era su acierto, coger los arquetipos del género y profundizar en ellos para darnos un retrato moral de su momento sin entrar en su peripecia criminal. Además Chirbes narraba su historia desde el momento álgido de su protagonista, en el que ha conseguido ser intocable y sin contemplar su caída», afirma Jorge Sánchez-Cabezudo.

«Nos gusta pensar que se puede leer la novela o ver la serie por separado y que, de alguna manera, resultan complementarias»

«Nosotros tuvimos que alejarnos del texto para respetar precisamente lo esencial de su novela traducido a otro lenguaje. Como decía Chirbes, la serie contaba lo que la novela ocultaba. Pensamos en el libro como nuestro capítulo 0 y decidimos explicar su caída. En pasado contamos su ascenso relacionado a las etapas de la corrupción y a las personas que entraron en su vida y le ayudaron a conseguirlo, y en presente cómo los pierde en su caída hasta quedar solo. Construimos esa trama de corrupción como la estructura narrativa que sustenta la serie, y sobre ella colocamos el retrato de personajes de Chirbes. Nos gusta pensar que se puede leer la novela o ver la serie por separado y que, de alguna manera, resultan complementarias», añade el director.

La caída del emperador, o el padrino, Bertomeu venía acompañaba de un tsunami de inesperadas consecuencias para sus cómplices y allegados, más o menos enterados de los tejemanejes del protagonista («¿cuánto es suficiente para ti?», le pregunta su hija Silvia; «has comido del mismo plato que yo y nunca te ha importado lo sucia que estaba la cocina», le responde él, dando en el clavo). El inmoral castillo de naipes se desmoronaba llevándoselo todo por delante, y Crematorio mojaba pan en esa tragedia casi griega, o casi shakespeariana, o muy mediterránea, de bolsillos llenos, venganzas, testaferros, concejales, especulación, planes urbanísticos en playas que perdían virginidad, policías untados, putas, caballos, presidentes de equipos de fútbol, crímenes y castigo.

Pepe Sancho fue el constructor Rubén Bertomeu / Canal+

Sus ocho capítulos de 50 minutos (bendita duración frente a los 70 y tantos de casi todas las series que entonces se emitían en España), su look cinematográfico («ahora es más normal ver despliegues técnicos aún más espectaculares para la televisión, hace diez años eso suponía un reto», nos recuerda Jorge Sánchez-Cabezudo, que también ejercía de director de la serie), los flashbacks, el uso de exteriores, todo eso modernizaba Crematorio, la situaba en una nueva órbita. Mirando al pasado y a su presente: «¿Los referentes? Muchos cinematográficos», confiesa Alberto Sánchez-Cabezudo: «El más evidente, El Padrino, de Francis Ford Coppola, claro, pero también Las manos sobre la ciudad, de Francesco Rosi, que trataba de la corrupción en Nápoles. De ella sacamos muchos referentes visuales, y creo que el corrupto Nottola que interpretaba Rod Steiger tiene mucho que ver con el Bertomeu de Pepe Sancho y de Chirbes. Y también nos fijamos en las primeras series que nos llegaron de HBO, por supuesto Los Soprano y The Wire. Nos cambiaron la forma de entender la ficción seriada».

Pepe Sancho, el verdadero rey

El nombre de Pepe Sancho es fundamental para entender el poso que Crematorio dejó en nuestra memoria. Es el alma de la serie, una presencia tan elegante como canalla, el centro sobre el que todo gira, sobre el que todos gravitan. Dentro pero también fuera de la pantalla; «Creo que él era consciente del peso del personaje y de hecho ejerció un poco de capitán del elenco, fue un verdadero socio para todos. Lo que más nos preocupaba era encontrar el tono de la serie. Una de las consignas que se marcaron para conseguir ese tempo era que Bertomeu debía actuar como un rey. Cuando entras en una sala llena de gente hay dos tipos de personas, los que se acercan a saludar y los que esperan a que vengan a saludarle. Bertomeu es este segundo tipo de personas. Hablamos mucho, antes de rodar y Pepe Sancho entendió a la perfección lo que buscábamos», reconoce Jorge Sánchez-Cabezudo.

El intérprete convirtió a Bertomeu en un personaje tan icónico como el de El Estudiante de la mítica serie de Curro Jiménez, pero mucho más complejo y matizado, trufado de aristas y claroscuros éticos, probablemente el mejor trabajo de toda su carrera, el personaje de su vida. Al frente de un reparto magnífico (Alicia Borrachero, Juana Acosta, Montserrat Carulla, Vicente Romero, Aura Garrido, Pau Durà, Pep Tosar, Manuel Morón), Pepe Sancho era el actor perfecto para encarnar el vaivén emocional y moral del protagonista de una producción que llegó para revolucionarlo todo. O, al menos, para marcar un nuevo camino en la ficción televisiva española. Diez años más tarde, las cenizas de Crematorio siguen humeando, muy vivas, coleando, porque todo ha cambiado para que todo siga igual, porque nos explican. Y porque es una serie cojonuda.

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