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Lejanos quedan aquellos días en los que las plataformas de streaming eran vistas como las salvadoras de las series que otros cancelaban. Hermanas de la caridad dispuestas a invertir millones en productos de culto para un nicho de espectadores. Si cancelaciones como las de Sense8 o Lady Dynamite (precedidas de la injustamente olvidada Bloodline) destaparon el lado más capitalista del gigante Netflix, la masacre de comedias alternativas acometida por Amazon ha acabado de abrirnos los ojos.
Aunque parecía que la comedia ácida con puntos feministas y autorreferenciales se estaba convirtiendo en sello de Amazon, la liquidación de One Mississippi, I love Dick y Jean-Claude Van Johnson ha puesto las cartas sobre la mesa. Las dos primeras, comedias protagonizadas y dirigidas por mujeres (Tig Notaro y Jill Soloway, respectivamente), suponen una mirada imprescindible para entender la figura femenina en el contexto audiovisual actual del caso Weinstein.
Jean-Claude Van Johnson, por su parte, se elevó como una lección magistral sobre cómo aceptar un mito y reconstruirlo sin renunciar a su esencia. Pero la verdadera pregunta es ¿ayudan estas series a vender más zapatos?
La producción serial entendida no como forma artística sino como reclamo que nos haga aumentar nuestro hábito de consumo digital
En una conferencia en 2016, Jeff Bezos, CEO de Amazon dijo lo siguiente: «When we win a Golden Globe, it helps us sell more shoes». No estamos pues ante la estrategia de Netflix de suplir multitud de pequeños nichos para atrapar así a innumerables colectivos; la estrategia comercial de Amazon busca más usuarios de su servicio de vídeo para poder fortalecer aún más sus otras facetas. La producción serial entendida no como forma artística sino como reclamo que nos haga aumentar nuestro hábito de consumo digital.
Aunque el anterior responsable de la rama Prime Video de Amazon, Roy Price, parecía apostar por una mirada más autoral, su salida de la empresa por los escándalos de acoso sexual confirma nuestros temores. La expectativa de crecimiento ilimitado de esta clase de gigantes tecnológicos lleva invariablemente a la apuesta segura: el blockbuster que domine el buzz mediático y enganche a todos por igual: un nuevo Game of Thrones.
En el aire queda la continuidad de series heridas por escándalos de acosos sexual (y altibajos narrativos) como Transparent creada tambien por Jill Soloway y dirigida a un sector de población muy definido; o la también galardonada The Marvelous Mrs. Maisel, nacida desde un prisma eminentemente femenino. Aunque la lógica llevaría a cancelar la agotada y claramente fallida The Man In the High Castle, el carácter más comercial de la misma puede acabar salvándola y hundiendo a las mencionadas anteriormente.
La reciente compra de los derechos de The Lords of the Rings para generar un multiverso televisivo es el ejemplo perfecto del nuevo (o verdadero) rostro de Amazon al que deberemos ir acostumbrándonos: un titán audiovisual que hunde sus pies en el barro de sus propias expectativas y que sólo sabe caminar siendo aún más gigantesco.