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¡Apartad a Angela Merkel de los mandos de control de Europa y dejad paso a Leslie Knope! Si queremos que el viejo continente recupere el esplendor de antaño, un tiempo tan lejano que ni siquiera recordamos cuando fue, necesitamos a alguien con carácter pero también con ilusión, alguien como Leslie Knope, la incansable concejala de Parks and Recreation que desafía a los cínicos con su fe inquebrantable en la política como un servicio a los ciudadanos.
Pero si queremos que ponga orden en Europa, antes tendremos que obligarla a abandonar Pawnee (Indiana), una misión casi imposible si tenemos en cuenta que su pequeña y desastrosa ciudad es el gran amor de su vida, por encima de su pareja, Ben Wyatt, la nata montada, los waffles del JJ’s Diner o el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Como todos los amores apasionados, el de Knope por su ciudad carece de toda lógica. Cualquier persona con dos dedos de frente saldría despavorida al poner los pies en Pawnee. Entre sus dudosos atractivos se encuentra una de las mayores tasas de obesidad de Estados Unidos, unos habitantes huraños y un caballo enano como mascota, el pequeño-gran Lil Sebastian.
Lejos de amedrentarse, la concejala lucha cada día por hacer de este extraño lugar un sitio mejor, aunque sea a costa de insuflar entusiasmo a la fuerza a sus conciudadanos. Sí, porque Knope es todo amor y cariño pero también puede ser rematadamente insufrible con su intensidad a prueba de bombas. Sus carpetas llenas de ideas para cambiar el mundo y su colección de retratos de grandes políticas norteamericanas, como Hillary Clinton o Madeleine Albright, son capaces de derrotar por agotamiento hasta al más entregado a la causa. Ella es una superwoman, más bien una niña en pleno subidón por un consumo exagerado de azúcar, capaz de hacer que los días tengan más de 24 horas, durmiendo sólo tres horas y media, para así poder participar en todos los comités de la comunidad de Pawnee, desde los más serios a los más surrealistas.
Por suerte para ella, cuenta con un inestimable grupo de colaboradores que, si bien a veces la amordazarían y la tirarían al mar para no oírla más, siempre acaban sucumbiendo a sus deseos. Ni el más rudo de los rudos, Ron Swanson, se puede resistir al compromiso de la rubia con su ciudad. Donde va ella, van todos, no solo en cuestiones profesionales, sino también personales, como demuestran sus compañeros de trabajo y amigos al ayudarla a organizar su boda improvisada con Ben en un par de horas. Parks and Recreation es una sitcom sobre política pero por encima de todo es una celebración de la amistad, que hace realidad el eslogan de la pequeña ciudad de Indiana donde viven los personajes: “Pawnee, first in friendship, fourth in obesity”. (De momento lo de la obesidad no se ha hecho patente, aunque con la defensa de la comida basura que hacen Leslie Knope y los suyos es probable que en un par de años más no quepan en pantalla).
Hacer feliz a sus amigos y demostrarles su amor es uno de los motores de su vida. Algo que ellos intentan agradecer estando a su altura, aunque, como le pasa a Ann Perkins, eso suponga ver las 8 películas de Harry Potter sin tener ningún interés en ellas. Solo una talibán de la amistad como Knope es capaz de sacarse de la manga una fiesta como “Galentine’s Day”, en la que reúne a sus amigas el día antes de los enamorados para agasajarlas con todo tipo de regalos y celebrar el poder femenino.
Su nivel de compromiso con los que la rodean es solo una muestra más de por qué ella debería ser la respuesta a todas las plegarías de un mundo desencantado y cabizbajo, en el que la positividad y el entusiasmo no cotizan al alza. Si fuera así, hace tiempo que habríamos cambiado a nuestros políticos por un ejército de mini Leslie Knopes que pondría a banqueros y estafadores varios en vereda. “Vote for Leslie Knope!”
