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Ministerio de Agricultura. Día. Otro más en la rutina laboral de Juan Carrasco, político desmañado que alberga elevadas aspiraciones. En su despacho, los miembros de su equipo lo miran con expresión apremiante. Se masca la tensión, algo ocurre. El ministro no aparta los ojos de una caja que preside su mesa. Se le ve desconcertado, incluso indignado. Algo incómodo sentado en una silla que le viene grande. Y no es para menos; el contenido de esa caja podría desmoronar carreras, destruir ambiciones, aniquilar gobiernos. Aunque también podría suponer una oportunidad, un impulso. La catapulta que lanzaría a Juan hacia la conquista de sus metas.
¿Que por qué? Pues porque esa caja está llena de pimientos de Padrón. ¿Cómo que por qué?
Así arranca Vota Juan, la nueva serie coproducida por Turner y 100 Balas que presenta TNT este 25 de enero. Una trama que nos zambulle de lleno en la vida del susodicho Juan (Javier Cámara), un anodino ministro de Agricultura que, a base de torpezas y pifias, se abre paso como puede a través de las entrañas políticas de su partido. En su andadura hacia el éxito le acompañan su directora de comunicación (María Pujalte), la jefa de gabinete (Nuria Mencía) y su secretario personal (Adam Jezierski). Fieles escuderos de un caballero algo negado para las justas. Esta producción pone la lupa sobre la intimidad de un personaje público de la primera línea política. Tal y como dijo Cámara en rueda de prensa: «A mí me gustaría saber cómo será la reunión entre Iglesias y Errejón. O cómo debieron ser esas horas de Rajoy en el restaurante durante la moción de censura». Pues bien: Vota Juan es precisamente todo eso.
Algunos elegidos pudimos degustar el sabor de sus dos primeros capítulos -sabor a comedia ácida y mordaz- en la sede de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Las carcajadas retumbaron en la sala de proyección durante los treinta minutos de cada episodio. Yo fui el primero en reírme, y seguro que seguiré descojonándome los viernes a las 22h durante cuatro semanas seguidas. TNT ha decidido emitir los episodios de dos en dos hasta alcanzar las ocho entregas que completan esta temporada. Perfecto: doble ración de risotadas; aquí nadie se quedará con hambre. Pero en Vota Juan no todo son risas. No le faltan a la serie esas dosis de miseria, penuria y drama que toda buena comedia necesita.
Todo esto y mucho más es lo que me contó Diego San José (Ocho apellidos vascos, Vaya semanita, Pagafantas), creador de esta ficción junto a Juan Cavestany (Gente en sitios, Vergüenza). Este guionista ahora convertido en flamante showrunner tuvo la amabilidad de sentarse un rato conmigo para relatarme algunas cosillas de Vota Juan, su nueva criatura. Y yo, que disfruto como un niño cuando un creador me narra sus historias, fui todo oídos.
Me gustaría que me contarás un poco quién es, en tus propias palabras, Juan Carrasco.
Juan Carrasco es un pobre diablo metido en un traje de ministro. Es un ser miserable, mediocre, mentiroso, falso e inepto. Pero al mismo tiempo es un tipo vulnerable. Sé que todo este conjunto de adjetivos deplorables pueden componer un ser que quieras ver morir inmediatamente. En cambio, aquí entiendes que Juan -y yo siento cariño por Juan- acaba siendo todas esas cosas porque es el único remedio que tiene para seguir huyendo hacia adelante. Tal vez así podrá conseguir que algún día alguien le quiera. Por eso yo le quiero. A pesar de ser el peor político y persona que uno pueda dibujar, siempre termino amándole.
¿Y cómo decidís Juan Cavestany y tú crear un personaje como éste y una serie como ‘Vota Juan’?
Nosotros ya tuvimos un intento de contar la política en forma de comedia con Aupa, Josu, que fue un piloto que hicimos para ETB en 2014, y nos quedamos con la idea de que la propuesta tenía mucho más recorrido de lo que acabó siendo; hubiésemos podido tirar de ese hilo para llegar mucho más lejos. Pero entonces la cosa se quedó en stand by. Y de repente -años más tarde-, contactan con nosotros TNT y 100 balas para preguntarnos si nos apetece desarrollar ese proyecto en una temporada de ocho capítulos. Joder, pues te sientes afortunado.
Veo que, de algún modo, me ha tocado disfrutar de toda esta corriente de nuevas series de la que ahora tanto se habla. Aunque está claro que si no fuese por las plataformas de pago, las series de este tipo seguirían sin hacerse. Y en caso de realizarse, los capítulos consistirían en 50 minutos llenos de chistes. Los episodios de Vota Juan duran media hora y sólo hay chistes cuando creemos que debe haberlos. Luego están las secuencias en las que no hay ni uno solo, y te diría que son de mis favoritas. El mundo de la televisión ha evolucionado mucho en muy poco tiempo. Ha cambiado.
También ha cambiado el modo de enfocar la política en ficción. Esta temática ahora atraviesa cierto auge aunque se analice desde distintos ángulos. Dos ejemplos de lo que digo son ‘El reino’, que es un thriller, o ‘Vota Juan’, que es comedia. ¿Ves en la mediocridad de los políticos actuales un filón para vuestro género?
Yo creo que las ficciones de cualquier ámbito -ya sea cine, televisión o teatro- suelen responder a lo que sucede en la sociedad. A lo que ocupa nuestras cabezas. Pienso que últimamente se le ha dedicado mucho tiempo a la política debido a su constante actualidad caótica. En televisión, hace diez años hubiese sido impensable tener un programa de entretenimiento los sábados por la noche basado en política. Y hoy en día lo tenemos. Creo que ante este cambio en el que la política se convierte en un concepto mainstream de entretenimiento, es normal que tanto El reino como nosotros vayamos detrás de aquello que la sociedad está consumiendo. Porque como ciudadano acabas empapado de toda esa realidad.
También es verdad que luego, como guionista de comedia, te acabas formulando la misma pregunta que me acabas de hacer tú: ¿todo esto tiene una traducción cómica? Yo opino que sí, que casi todo lo tiene. Sobre todo cuando su punto de partida es lo contrario a divertido. A mí lo que más me gusta de hacer comedia es trabajar aquellos conceptos que son dramáticos, preocupantes o complicados. Y la política reúne todo eso.
¿Entonces crees que una buena comedia tiene que estar impregnada de tintes trágicos? Te lo pregunto también porque sé que te gusta mucho Alexander Payne (‘Entre copas’, ‘Los descendientes’).
(Risas) Te diría que de los directores vivos que hay es el que más me interesa, aunque es cierto que hace pocas películas. Si te fijas, Alexander Payne siempre parte de personajes normales y de situaciones tristes. Hay muchas maneras de hacer comedia, y el sentido del humor es un rasgo muy personal de cada uno. En mi caso, por ejemplo, lo que más me pide el cuerpo es construir comedias desde detonantes que también son tristes. Es ahí donde más disfruto. Los chistes serán más divertidos si en el espectador tienen un eco duro. Dramático. El contraste hace que te desahogues.
«En ‘Vaya semanita’ me veía mezclando unos ingredientes dignos de echarse a llorar para sacar de ahí un destello»
Yo pienso que eso me viene dado por mi primer curro en Vaya semanita, donde me vi haciendo chistes sobre el conflicto vasco. Una tema que, desde niño en Irún, había formado parte de mi educación cultural, moral y ética. En Vaya semanita me veía haciendo un truco de magia extraño, algo basado en mezclar unos ingredientes absolutamente dignos de echarse a llorar para sacar de ahí un destello, un sketch que hacía reír a la gente. Me aboné a esa sensación. Yo no quiero hacer comedias centradas en cosas que, a priori, ya son divertidas. A mí no me atrae ni la comedia que habla de los cuñados ni la del mando a distancia. Me gustan aquellas que te hacen preguntar: hostia, ¿en serio van a hacer una comedia sobre este tema? Y me gusta salir vivo de ellas, claro.
Supongo que el truco también está en conocer los límites del género. En una entrevista, decías que el error de la comedia reside en hacer broma sobre las víctimas de un conflicto, que lo divertido es mofarse de las partes activas de una problemática. De aquellas que infligen daño. ¿Habéis tenido total libertad para ensañaros con los políticos en ‘Vota Juan’?
Es que el humor tiene que atacar a la parte activa. Tiene que ir a por aquel elemento que ha decidido hacer lo que hace, no a por aquel que recibe las consecuencias sin haber decidido nada. Y a día de hoy, no hay nadie que influya tanto en lo que nos pasa como los ministros o el presidente del Gobierno. Son los agentes que determinan la vida de todo un Estado, de toda una sociedad. Creo que ese dato legitima totalmente el hecho de que hagamos crítica, sátira o ironía sobre estos personajes. A mí esa parte me encanta.
Si uno revisa tu IMDb, se da cuenta de que eres alguien que ha dedicado su trayectoria a la comedia. Si tanto te interesa ese punto trágico donde nace lo cómico, ¿no has pensado nunca en dar un giro loco a tu carrera para crear un drama puro y duro?
La verdad es que no mucho, pero a veces me ha venido a la cabeza una comedia con un trasfondo muy dramático y he pensado: hostia, tal vez aquí no es necesario hacer el viaje hacia la comedia; este drama ya de por sí me interesa sin tener que hacer reír. Cuando veo mi filmografía reparo en que poco a poco, casi sin darme cuenta, la brújula me va llevando hacia un lado más triste. De hecho, donde más disfruto en Vota Juan es dialogando esas secuencias en las que pienso: aquí no va a haber chistes.
Cuando sale por ejemplo Joaquín Climent -un personaje muy duro que amenaza y fustiga con la presión- uno puede pensar que lo fácil para desahogar sería meter una broma en su presencia. Pero no. La premisa que teníamos era: cuando esté Joaquín, vamos en serio. Y eso hace cinco años, en prime time, hubiese resultado imposible. Cada equis páginas debía haber equis chistes. Por eso te decía que me lo paso mejor acercándome a las secuencias donde no hay comedia. Entonces creo que, sin que vaya a ser una decisión fruto de un volantazo, tal vez algún día escriba algo que no tenga chistes. Y yo feliz.
Lo que parece un chiste es que hayáis presentado una serie sobre un político mediocre justo al lado de la sede del PP. ¿Es una coincidencia?
(Risas) ¡Pues no había caído hasta ahora! Pero sí, es coincidencia.