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A principios de 2016, un capítulo de la serie de animación Steven Universe fue emitido en el Reino Unido con una pequeña, ligera, casi imperceptible modificación. La filial de Cartoon Network decidió recortar nada, apenas unos segundos, algo mínimo, de esos que ni te das cuenta, menudo detalle en el que nos hemos ido a fijar, unos segundos en los que dos personajes femeninos de la serie se besan. Vaya escándalo, darle importancia a esos, qué, ¿30 fotogramas? Al parecer, y según su comunicado, la cadena quería asegurarse así de que el contenido era adecuado para los niños y, sobre todo, que no resultara incómodo para las criaturas y sus padres. Qué suerte contar con ejecutivos alrededor del mundo que se preocupan por la comodidad de los adultos, no vaya a ser que el respingo que algunos todavía dan al ver a dos mujeres abrazándose, besándose o paseando de la mano les llegue a provocar un cardenal en el glúteo.
Y ya que estamos, qué poco solidarios fueron los guionistas originales de Cartoon Network y qué poca previsión la de Rebecca Sugar, creadora de la serie, que no puso todos los medios necesarios, y eso que sólo hacía falta uno, para evitar tan repugnante comportamiento: crear, claro, personajes heterosexuales, normales y corrientes, y no seres incómodos para mayores y pequeños, esos niños que si dejan de ver besos entre dos mujeres en series de animación serán los adultos que giren la mirada con desprecio al verlos en la calle.
Últimamente hay tramas lésbicas hasta en la sopa. ¿No tenían suficiente todas las lesbianas del mundo con un icono como Xena, la princesa guerrera?
Pero no sólo se trata de los responsables de Steven Universe. La misma falta de sensibilidad que caracteriza a estos depravados debe de haberse contagiado entre un alto número de guionistas, porque últimamente hay tramas lésbicas hasta en la sopa. ¿No tenían suficiente todas las lesbianas del mundo con un icono como Xena, la princesa guerrera? Series tan dispares como El cor de la ciutat, Mujeres desesperadas, O.C. y The Wire consiguieron incomodarnos a todos. Incluso hubo un momento en el que las series de hospitales tenían que tener a una lesbiana sí o sí. Primero Maca y Esther en Hospital Central, después Callie y Arizona en Anatomía de Grey, protagonizando escenas que, si no fuera porque ambas tienen pechos, serían de lo más normales. Bueno, en Anatomía de Grey normal –normal– no hay nada. Para colmo, son representadas como mujeres de la calle, no como verdaderas homosexuales e incluso, en su afán de normalidad, algunas se atreven a llevar el pelo largo y vestidos. ¡Qué escándalo! ¿Dónde está el brillante ejecutivo de Cartoon Network Reino Unido en momentos como éste?

En ‘Orange is the new black’ ni la homosexualidad de Pipper es real ni la locura de Suzanne y Nicky es aleatoria: ellas sí que son lesbianas de verdad
Por no hablar de series protagonizadas única y exclusivamente por lesbianas. The L word, con una colección de mujeres que están tan buenas que incluso Tony Soprano las visita cada cierto tiempo, triunfadoras en la vida y en sus relaciones sociales, que comen, discuten y se preocupan como todas las mujeres del mundo. Y por si no nos bastaba con una Shane, tenemos también a una Frankie en Lip Service. A quién le va importar que estas series consiguieran recrear con más o menos acierto la realidad de mujeres que comparten preocupaciones o inquietudes, desde la maternidad hasta los cuernos, si están plagadas de escenas incómodas sin justificación alguna. Al menos en Orange is the new black queda claro que son las circunstancias las que influyen, es el ambiente el que confunde porque ni la homosexualidad de Pipper es real ni la locura de Suzanne y Nicky es aleatoria: ellas sí que son lesbianas de verdad. De hecho Nicky lo es tanto que su personaje se repite también en la ya mencionada, qué título más abominable, Lip Service, aunque allí se llame Tess.
Y es que Nicky, Tess, también Alice Pieszecki de The L word, corresponden a un patrón de mujeres apasionadas, a las que su entusiasmo las desborda, capaces de agitar todas las rutinas que les rodean y que, por cierto, un apunte, son lesbianas. ¿No os recuerdan a alguien? Diana Freire, de 7 vidas, el personaje que más ha hecho por la falta de confort en España, y que pensaba en sus relaciones como lo haría cualquier otra persona, que se desvivía tanto por sus parejas como por sus trabajos, que era tan simpática, irónica y entrañable que la querías casi más que a todos los demás, y que resultó ser un personaje tan completo, inteligente y oportuno que hizo que se nos olvidara que todas las escenas en las que salía habrían merecido ser censuradas para nuestra comodidad.
Vale, tenéis razón, se me ha ido de las manos. Sólo fueron unos segundos los que se recortaron de Steven Universe, es verdad. Pero esos segundos que se esconden, que se eliminan, que se tildan de “incómodos” para los niños-niños-futuro-futuro y para los adultos, esos segundos los protagonizan dos mujeres que en otros tiempos revueltos y no tan lejanos habrían sido consideradas enfermas por la OMS, dos mujeres cuya “falta de varón no es problema médico” según la ex-ministra de sanidad de España, dos mujeres que podrían haber sido censuradas en Francia después de ganar allí la Palma de Oro en Cannes, dos mujeres cuya normalidad no debería incomodar a nadie, ni mucho menos ocultarse. No a estas alturas, ni en la realidad ni tampoco en la televisión, por muy incómodo que pueda sentirse el que se esconde tras la protección de los demás, por mucho que al censor de turno le salga un merecido cardenal en el glúteo del tamaño de los orgasmos que Shane le daba a Carmen en cada escena de sexo que compartían en The L Word.