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Al capitalismo le huelen mal las manos, porque no le importa remover la tierra si esconde premios, y encima lo hace divertido y te cobra por mirar. En su día supo aprovechar la televisión para mostrar su gran perla: la idea del sueño americano. Conquistó las ondas, multiplicando el alcance de esos ideales, que tomaban forma de héroes con antifaz o gabardina. Pero la gente empezó a sospechar. Esos modelos estaban lejos de lo que un ciudadano medio podía esperar de sí mismo. Eran muy altos, muy patriotas, y asquerosamente honrados. Y seguramente tendrían una gran polla que vete a saber la de trucos que era capaz de sacarse… El héroe salvaba vidas ajenas. Era portador de la libertad y la democracia allí donde el mal, encarnado por un tipejo con alguna disminución física y un extraño acento ruso, oprimía a los siempre-inocentes-y-mal-atendidos ciudadanos. El problema era que los estadounidenses admiraban a esos héroes pero no se identificaban con ellos. Y a los demás habitantes del planeta empezaba a irritarles aquello de “no os preocupéis por el meteorito o el imán, América os protege”. Entonces, el gran cerebro invisible corrió a rediseñar su mitología, a crear un semidiós que se instalase en el imaginario colectivo por la puerta de atrás. Uno que vendiera su sueño americano a cambio de un paquete de cigarrillos (marca Marlboro). Alguien capaz de beneficiarse del sistema mientras nos hace creer que lo combate. Y así nació el antihéroe; nuestro acogedor refugio moral.
«Alguien capaz de beneficiarse del sistema figurando que lucha contra él. Y así nació el antihéroe. Nuestro acogedor refugio moral.»
El antihéroe no es la oveja negra, es una oveja blanca cabreada. Cansada de ver cómo sus compañeras se dejan esquilar sin resistencia, ella no rumia dos veces, salta la valla y echa a correr: ¿hacia dónde? – “no lo sé, pero mi lana es mía, MÍA…” -.
Aparentemente el antihéroe no tiene ninguna facultad extraordinaria. Sólo su capacidad de sacrificio y su anonimato. Representa el trabajo, la clase obrera e invisible. Desde su sótano estudia fórmulas con las que abrirse camino, escapar del agujero. Y aunque está solo, vive en una sociedad liberal llena de oportunidades para todos.
Este camino hacia la autorrealización lo recorre en dirección contraria, “my way”. Eso sí, a bordo de un Chevrolet de 114Kw. Porque el orden establecido es un obstáculo que debe derribar con poética violencia; nadie obra el mal tan bien como el antihéroe.
Sus acciones son impulsos de supervivencia que a menudo provocan efectos colaterales que joden a terceros, igual de inocentes que él, pero el antihéroe persigue una causa justa y eso lo omite de cualquier debate moral. Por lo de la Ley del fin y los medios, y todo ese mercado que no podemos tocar.

«Así como el auge del turismo provocó la aparición de compañías low cost, el éxito de los antihéroes ha traído a Ray Donovan.»
Un aura melancólica lo envuelve siempre, y lo hace un personaje vulnerable a nuestros ojos. Al que nunca podríamos amar si no es a través de sus defectos. Y eso es lo que lo hace tan humano, y tan peligroso a la vez. Esa alma desencantada deja seducirse por el mal, porque ahora sabe que el cielo prometido no es cuestión de fe, sino de apellido, y él no es nadie.
Nunca he podido resistirme a los encantos de un buen antihéroe. Sobre todo si es por capítulos, así solo me engaña un poquito cada día – no como esa gran mentira que te aplasta que son los héroes de las películas -. Las grandes series están repletas de antihéroes, no voy a enumerarlos porque me dejaría muchos. Cada uno tiene los suyos. Pero ha aparecido uno nuevo, del que me siento obligado a hablar, que me llevó a la siguiente reflexión: Así como el auge del turismo provocó la aparición de compañías low cost, el éxito de los antihéroes ha traído a Ray Donovan.
«Ray Donovan es un subproducto, un “casi”, el reguero residual de un mal invento: tratar de introducir al tarantiniano Señor Lobo en el universo Gossip Girl.»
Ray Donovan es un subproducto, un “casi”, el reguero residual de un mal invento: tratar de introducir al tarantiniano Señor Lobo en el universo Gossip Girl. Intentaré transmitir mi opinión con un par de imágenes más: Ray Donovan es la ‘chica del mes’ con más photoshop del año. Ver la serie es esperar que McDonald’s te sirva la misma hamburguesa que prometía en sus anuncios. Es convertir la figura del antihéroe en una gran mentira que te aplasta. Y eso es más de lo que un seriéfilo debería soportar. “Ray Donovan, el nuevo antihéroe de América”, nos dijo la prensa. Pero no es verdad. La serie pretende ser un retrato del lado oscuro de la fama, de la fragilidad del éxito, de la miseria humana que se esconde bajo la alfombra de la opulencia – Ray Donovan es quien la barre -. Pero el retrato resultó ser una postal, un souvenir de antihéroe en pequeña escala.
Desde aquí, pido humildemente que no vuelvan a engañarnos de esta forma. Amamos a los antihéroes. Porque son nuestro pequeño secreto, un refugio donde nadie nos oye gritar que hay algo de bucólico en este olor a estiércol que despide el mundo. Donde nuestro miniyo capitalista puede corretear sin que nos avergoncemos de él. Merecemos disfrutar de ese lugar. Y para ello hay que colocar cada cosa en su sitio. En este sentido, Liev Schreiber nos echó una mano cuando le preguntaron sobre el personaje que interpretaba, “Ray Donovan es un héroe”.