Todo queda en casa ('Atrapa a un ladrón')
'Atrapa a un ladrón'

Todo queda en casa

El clásico de Hitchcock se transforma en una entretenidísima serie por obra y gracia de Javier Olivares y su equipo, aunque sin olvidar lo que hizo interesante al original.
Alexandra Jiménez y Pablo Echarri en Atrapa a un ladrón

Alexandra Jiménez y Pablo Echarri en 'Atrapa a un ladrón'.

Atrapa a un ladrón, la serie, es un proyecto realmente peculiar. Basada libremente en la comedia clásica de Hitchcock, la ficción recoge la premisa básica de: ladrón retirado con el sobrenombre de ‘El Gato’, incapaz de huir del todo de su pasado, conoce a mujer… y la cosa (entre el amor y el deber) se empieza a enrevesar. No solo moderniza esta premisa, sino que también la propulsa hacia una esfera completamente distinta.

De repente, (casi) todo sucede en Argentina. De repente, el protagonista (un estupendo Pablo Echarri) tiene toda una familia de ladrones, que regentan de paso un restaurante en Buenos Aires, cubriéndole las espaldas. De repente, la rica heredera de la original es una policía (Alexandra Jiménez, tesoro nacional) especializada en… pues eso, en atrapar ladrones.

No se trata tanto, pues, de una actualización, sino más bien de aproximar la idea original a un universo que se diría opuesto pero que en realidad tiene una relación de fondo con el tipo de cine que hacía Hitchcock: el de las series generalistas de entretenimiento, para toda la familia.

Precisamente de estas últimas surgió Javier Olivares, el guionista y showrunner de moda ahora que nuestra industria ha alcanzado la suficiente madurez (o querencia por los términos grandilocuentes, depende de a quién preguntes) como para manejar ese tipo de nomenclaturas.

Olivares aceptó el encargo de Viacom para ejercer de responsable de la serie, adaptándola a su sensibilidad pero teniendo en cuenta las necesidades de la producción, y eso también es, en nuestro ámbito, peculiar. Como sucede con otros como Alex Pina, cortesía de La Casa de Papel, parece que España tiene, y va a tener, mucho que decir en ese mercado internacional de showrunners y demás talento serial que se está construyendo a pasos agigantados. 

En ese sentido, Atrapa a un ladrón se sitúa entre el proyecto de televisión generalista, con humor, ironía, aventuras constantes y pinceladas de drama, y el proyecto “de prestigio”, que adapta una obra del cine clásico con el pedigrí de Olivares y su equipo. Por supuesto, es absurdo considerar que ambas cosas no pueden coexistir, pero quizá a alguien le sorprenda toparse con una serie en un registro bastante distinto al que Olivares nos ha acostumbrado en los últimos años.

Aquí no tenemos la reflexión histórica de El Ministerio del Tiempo o el realismo sucio de Malaka. Lo que tenemos es un entretenimiento puro y duro que tal vez descoloque a los que busquen algo más sesudo, pero que en realidad, como decíamos, entronca con las intenciones de Hitchcock y, en realidad, también con la amplia trayectoria de su showrunner.

Durante demasiado tiempo, parte de la crítica de la época despreció a Hitchcock por considerarlo “demasiado comercial”. Y durante demasiado tiempo ha ocurrido algo parecido con el grueso de la ficción televisiva española. Salvando las distancias, claro está, lo cierto es que la mirada elitista hacia los productos de entretenimiento masivo no ha dejado nunca de ser una constante en nuestro territorio y, evidentemente, fuera de él. Hay un enorme talento en la considerada como una de las “películas menores” de Hitchcock, igual que siempre ha existido un enorme talento en la ficción generalista española.

Quizá a algunos les parezca un paso atrás volver a las estructuras narrativas familiares. Quizá esperaban algo más oscuro, más edgy, menos luminoso, con actores menos guapos. Tal vez la televisión contemporánea nos haya acostumbrado a la oscuridad, a los personajes peligrosos y poco fiables, a los sinvergüenzas sin escrúpulos. Quizá Atrapa a un ladrón parezca casi naïf, como naïf les pueda parecer a muchos el cine cómico de Hitchcock, comparado con otras series contemporáneas. Pero la luz, en un momento de oscuridad, nunca ha hecho daño a nadie. 

Y es que, por encima de todo, Atrapa a un ladrón confirma el talento camaleónico de Olivares y sus guionistas. Hay que saber contar los dramas más multifacéticos, pero también hacer reír cuando toca. Hay que imprimir un toque autoral pero también jugar con las reglas del mercado. Así, al menos, es como lo hacía Hitchcock, y así se está organizando de momento la producción de Javier Olivares como showrunner. Atrapa a un ladrón es un proyecto peculiar para un momento peculiar. Pero gran parte de su fuerza proviene de esa frase que Hitchcock le dijo una vez a François Truffaut: “Hay algunas películas que son pedazos de vida. Las mías son pedazos de tarta”. 

Escrito por Ricardo Jornet en .

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