Ay, cómo me duele esta serie
Sobre la pérdida

Ay, cómo me duele esta serie

La televisión ha convertido la tragedia de una pérdida en la oportunidad creativa ideal para la comedia negra o el drama intimista, series de una importancia narrativa indiscutible.

Jim Carrey es el Sr. Pickles en la serie 'Kidding' (Showtime).

La muerte es un buen recurso para poner fin a una serie. También lo es para comenzarla. La muerte puede llevar al protagonista de turno a trabajar en la investigación más importante de su vida o a visitar «el lado bueno». También puede no morirse del todo y vivir para siempre en una mansión. Puede convertirse en un zombie o con un poco de suerte, por aquello de que está menos visto, en un vampiro que vive en Nueva York.

Lejos de las producciones criminales, la fantasía, el terror o la ciencia-ficción, la pequeña pantalla insiste últimamente en explorar el fin de la vida desde otra vertiente, probablemente la más oscura y dramática. Esa en la que el protagonista es una víctima colateral y la muerte no acaba con él sino que determina su situación. El dolor y la pérdida son los ingredientes esenciales de unas historias repletas de preguntas sin respuesta, en las que cualquier cosa es susceptible de desencadenar un torrente de emociones. Momentos que pueden explorarse desde el drama más intimista y trágico a la comedia más negra.

La última en sumarse a la lista de «viudos, huérfanos y demás abandonados» es Dead to Me, recientemente estrenada en Netflix, en la que Christina Applegate trata de reponerse a la muerte de su marido con la ayuda de Linda Cardellini, una amiga circunstancial. En la misma plataforma, hace unos meses, vimos cómo era Ricky Gervais (After Life) quien se ponía en la piel de un periodista que acaba de perder a su mujer. En ambas, el carácter de sus personajes aporta un contrapunto cómico que produce en el espectador más amargura que dolor. El alivio del que no se sirven Sorry for your loss o Kidding, verdaderos «tour de force» emocionales no aptos para cualquier paladar, ni para cualquier momento del día, que inevitablemente dejan un profundo agujero en el estómago del espectador.

En realidad la pequeña pantalla ha explorado ya qué supone perder un marido, un amigo o un hermano, y aunque el resultado fue excepcional, su trascendencia puede considerarse relativa. Por muchas temporadas y series que lleguen, A dos metros bajo tierra y The Leftovers serán referencias esenciales a la hora de hablar de la pérdida y el duelo en la ficción televisiva. La primera fue pionera a la hora de introducir la muerte como un ingrediente más de la vida, la segunda planteó incógnitas vitales impropias de un medio como «la caja tonta». Y aunque la creación de Alan Ball llegó a alcanzar los seis millones de espectadores, siempre se ha visto ensombrecida por otras creaciones de HBO de la misma época, como The Wire o Los Soprano. La razón, su propuesta narrativa. Es mucho más fácil recomendar una serie de policías, por muy peculiar que sea, o una de mafiosos, que un drama familiar ambientado en una funeraria.

‘Sorry for your loss’ y ‘Kidding’, el peor de los escenarios

La pérdida no es una propuesta narrativa apetecible y los ejecutivos y las cadenas lo saben. A nadie le gusta sentarse frente al televisor después de una dura jornada laboral y que le digan que, en cualquier momento, la tragedia puede llegar a su vida. O que le recuerden una pérdida reciente y se reabra una herida que creía cerrada. Decirle a un anunciante que su producto va a ir envuelto entre lágrimas no es la manera más fácil de vender un espacio televisivo y tal vez por eso la más dolorosa de las ficciones recientes sobre la pérdida, Sorry for your loss, corre a cargo de Facebook.

La creación de Kit Steinkellner se centra en Leigh Shaw (Elisabeth Olsen), una joven que debe rehacer su vida tras la muerte de su marido. Diez capítulos de media hora de duración para componer un emotivo retrato sobre la viudedad en tiempos de la paternidad, el duelo por el trágico final en una etapa en la que todo debería estar comenzando. Entre grupos de apoyo, dolorosos flashbacks y familiares que ocultan su pesar, quedan las dudas sobre la realidad de una relación que parecía indestructible. Y cuando la pena ofrece un respiro, y nadie discute la fecha de caducidad del duelo, lo que queda es el insoportable silencio que rodea a las enfermedades mentales.

Elisabeth Olsen interpreta a una joven viuda en ‘Sorry for your loss’ (Facebook).

Kidding, la producción protagonizada por Jim Carrey que en España ha emitido Movistar+, puede resultar algo menos desoladora con su búsqueda del equilibrio entre el dolor y la rutina del Sr. Pickles. Este presentador de un programa de marionetas infantil intenta asumir la muerte de uno de sus hijos mientras trata de hacer sonreír a miles de niños con su trabajo. Una existencia atormentada en la que la pérdida es fundamental a la hora de trazar su nueva identidad, tras perder parte de su rol como padre y fracasar en su matrimonio. Pero que también trascenderá a su trabajo, cuando trate de acercar a su pequeña audiencia los sinsabores del duelo y la pérdida. La decisión creativa más descabellada de la historia de los programas infantiles, indudablemente provocada por la delicada situación anímica que atraviesa.

‘Sorry for your loss’ o ‘Kidding’ nunca contarán con audiencias masivas, pero en tiempos de sobrepoblación creativa tienen una importancia narrativa indiscutible

Ambas series plantean a sus espectadores conversaciones tensas, recuerdos incómodos, reproches que llegan a destiempo sin más propósito, tal vez, que seguir ahondando en el dolor. Infinidad de momentos incómodos que no tardarán en despertar en la audiencia una oleada de emociones y en el mejor de los casos, terminarán con un pañuelo de papel en cada mano. Leigh y el Sr. Pickles son dos personajes vulnerables a los que la vida ha colocado en el peor de los escenarios. Y llegados a una edad, con cierta experiencia en la vida, empatizar con ellos resulta tan inevitable como entenderte con un compatriota cuando estás a miles de kilómetros de casa. Las circunstancias unen porque la causa es común e irrenunciable.

Historias como Sorry for your loss o Kidding nunca contarán con audiencias masivas anhelando el próximo episodio, pero en estos tiempos de sobrepoblación creativa tienen una importancia narrativa indiscutible. Estas producciones teñidas de luto y ausencia llevan la aspiración de toda obra de emocionar a un punto pocas veces alcanzable. Su crudeza y realismo convierten la experiencia del visionado en una revelación catártica mediante la cual la audiencia vive una purga emocional brutal, pero también liberadora. Porque no hay nada más bonito que una creación que te llegue al corazón, y te emocione. Aunque te destroce vivo.

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