'Palomas negras': Death actually - Crítica de la serie de Netflix
Crítica de la serie

‘Palomas negras’: Death actually

Keira Knightley, Ben Whishaw y Sarah Lancashire se divierten de lo lindo en esta historia de espías al mejor postor, sicarios con buen corazón, políticos corruptos y asesinatos que podrían desencadenar una guerra mundial. Creada por Joe Barton, 'Palomas Negras' es un delicioso cuento de Navidad teñido de sangre y toneladas de humor negro.
Palomas Negras

“Tienes buen fondo y sangre en las manos, y esa combinación no es buena”, le dice una de sus empleadoras a Sam, asesino a sueldo y, efectivamente y contra todo pronóstico, buena persona. Las debilidades de este ejecutor con escrúpulos y ojos tristes, homosexual y enamorado hasta las trancas del hombre al que tuvo que abandonar cuando se descubrió el pastel de su sanguinario oficio, son parte del encanto de quien es uno de los vértices de esta trama criminal tan absorbente como ligera y divertidísima. Palomas negras. 

En su momento, antes de ejercer de sicario freelance, y de no completar un encargo que salió regulero y le llevó a esfumarse durante un largo periodo de tiempo, Sam pertenecía a las Palomas Negras, una organización de espías que vende sensibles secretos de estado al mejor postor, y entre sus ocupaciones estaba la de entrenar a jóvenes aspirantes como Helen. Pasado el tiempo, ella, la otra protagonista de la función, ejerce de devota madre de gemelos y perfecta esposa del Ministro de Defensa inglés.

Si algo singulariza a ‘Palomas Negras’ es que, afortunadamente, nunca se toma muy en serio a sí misma.

El vínculo entre Sam y Helen, motor emocional de todo lo que está por venir, se despierta cuando vuelven a cruzar sus caminos ante una cadena de crímenes relacionados con la muerte aparentemente accidental del embajador chino en Londres. Desde ese preciso instante, la maquinaria de las Palomas Negras, dirigidas por una nada venerable mujer de pelo blanco y pulso firme, se pone en marcha, navegando entre corruptelas y conspiraciones que amenazan la seguridad del planeta, y, claro, entre muchísimos más asesinatos.

Palomas negras

‘Palomas negras’ es la primera serie de Keira Knightley.

Ben Whishaw (el último Q de la saga Bond y cabeza de cartel de series como Esto va a doler o A Very English Scandal), Keira Knightley (que debuta en el mundo seriéfilo) y Sarah Lancashire (eterna gracias a Happy Valley) interpretan a estos tres personajes con mano maestra, entrega absoluta, química a raudales y sentido del humor desatado.

Porque si algo singulariza a Palomas Negras es que, afortunadamente, nunca se toma muy en serio a sí misma, e impregna toda la trama de aires de comedia, en ocasiones sutil, a ratos directamente desmadrada.

Para muestra, el botón de la entrada a una discoteca llena de malvados, a cámara lenta y a tiro limpio, de Sam y sus dos cómplices a la fuerza, asesinas tan temibles como adorables y graciosísimas (a las que encarnan estupendamente Ella Lily Hyland y GabrielleCreevy), antes enemigas y ahora parte de su improvisado equipo. Ataviados con gorros de Santa Claus y guirnaldas al cuello, y al ritmo del The Little Drummer Boy de Johnny Cash (ropopompom, ropopompom) matan a todo lo que se mueve sin pestañear. 

Es una gozada encontrarse a Keira Knightley disparando o manejando un afilado cuchillo en una pelea a tortazo limpio con la misma convicción con la que cocina un pudding navideño

Joe Barton (creador de la muy reivindicable The Lazarus Project, de la que rescata en un jugoso cameo a Paapa Essiedu) propone un muy particular cuento de Navidad en el que la sangre, el sudor y las lágrimas, las dobles y hasta triples identidades, los complots y las venganzas, las infidelidades y una grabación en vídeo que pone en jaque la paz mundial, se mezclan de forma fluida con cierta frivolidad, incluso con momentos (esos románticos mensajes de texto en el móvil de Sam mientras se lía parda) que podrían formar parte de un Love Actually rodado por Quentin Tarantino o por Guy Ritchie. 

Palomas negras

Ben Whishaw como Sam, listo para la acción.

Es una gozada encontrarse a Keira Knightley disparando o manejando un afilado cuchillo en una pelea a tortazo limpio con la misma convicción con la que cocina un pudding navideño para su encantadora familia. O acompañar a Ben Whishaw en su desesperado intento por recuperar a su viejo amor mientras vuela cabezas. Incluso observar las maquinaciones de una imperturbable Sarah Lancashire a la que nadie confiaría a sus hijos, ni siquiera a sus plantas.

Juntos o por separado, este magnífico trío de intérpretes da brillo a réplicas ingeniosas y sólidos giros de guion, para una serie que podría tomarse como una perfecta y deliciosa cara B de las andanzas de los particulares espías de la genial Slow Horses. Ojalá un crossover, ¡menuda fantasía!

Palomas negras

Sarah Lancashire de ‘Happy Valley’ a palomas negras’.

Así las cosas, los seis episodios de Palomas Negras son tremendamente disfrutones, sofisticados, enrevesados en su justa medida, con diálogos muy bien escritos y escenas de acción resueltas de forma notable, violentos a ratos y siempre divertidísimos, exprimiendo las múltiples posibilidades que ofrece esa ambientación nevada e iluminada que convierte a la serie en un regalo ideal para estas fechas. Oh, roja y sangrienta Navidad, ho-ho-ho. 

en .