Crítica de 'Barry' (T3): No es televisión, es Barry
'Barry' (T3)

No es televisión, es Barry

La tercera temporada de la serie creada por Bill Hader y Alec Berg mantiene un altísimo nivel, apañándoselas para ser dramáticamente impecable mientras deconstruye la ficción televisiva actual.

Barry, sobre el papel, no debería funcionar tan extraordinariamente bien. La tercera temporada de la serie, que se estrena en HBO Max el próximo 25 de abril, contiene giros tan locos, saltos de tono tan inesperados, que su capacidad para que todo siga teniendo sentido, para que todos los platos sigan girando, habría que equipararla como mínimo con un truco de magia. Un pequeño milagro.

La segunda temporada de la serie ya subió considerablemente la apuesta con respecto a la primera, ampliando sus miras para ir más allá de su protagonista, ese sicario-convertido-en-actor interpretado por Bill Hader que puso en marcha todo este universo. Allí, Barry ya demostró que tenía cuerda para rato, pero es que en esta tercera temporada nos encontramos ya ante una serie prácticamente coral.

Barry contiene muchas series, y todas ellas funcionan.

Ante un tapiz de personajes extraordinario que, y esto es lo más fascinante de todo, comparten una misma ficción pero a la vez juegan en ligas tonales y temáticas muy diferentes. Barry contiene muchas series, y todas ellas funcionan. Seguramente por su valentía: atreviéndose a seguir añadiendo ingredientes al puchero, encontrándose a sí misma, en su tercera temporada la ficción creada por Bill Hader y Alec Berg ha logrado un equilibrio que solo se puede calificar de admirable.

Porque en ella hay, claro, esa combinación de drama de cocción lenta, humor negro violento y asuntos de la mafia que encontramos también en Better Call Saul, por ejemplo, pero también, y sobre todo a partir de esta tercera temporada, una maravillosa sátira del mundo de la ficción televisiva contemporánea, de las políticas de las plataformas de video on demand, del sufrido trabajo del showrunner. No queremos desvelar demasiado, pero digamos que el componente metalingüístico se lleva a un siguiente nivel en esta temporada, que narra, entre muchas otras cosas, el proceso de producción de una serie.

Barry (Bill Hader) en esta tercera temporada

Esto permite a Hader, como creador-director-guionista de Barry, reflexionar sobre sí mismo y lanzar sus dardos envenenados a la industria pero sobre todo apuntalar de forma todavía más evidente el componente paródico del proyecto. Y es que en esta tercera temporada la cosa está más clara que nunca: el objetivo de Hader y su equipo de guionistas parece ser construir una ficción que es a la vez la máxima expresión de una serie de prestigio (protagonista masculino atormentado, carácter marcadamente autoral, estilo “cinematográfico”…) y una parodia más o menos evidente de los tics más insoportables de este tipo de series actuales.

En ese sentido, Barry halla oro en esta temporada en tramas tan absurdas, pero tan lógicas en el extraño universo de la serie, como la de Fuches, cuyo debate entre hacer lo correcto o entregarse a sus peores instintos, entre aislarse del mundo o retornar a lo urbano, bebe del tono mítico del western y es a la vez una lección de comedia absurda.

El mérito es, claro está, de la impecable escritura y dirección de la serie, que ha encontrado un tono único a medio camino entre el distanciamiento de los Coen, la disciplina narrativa de Vince Gilligan y compañía y los inesperados viajes al absurdo de la escuela BoJack Horseman, que tiene mucho que ver con la deconstrucción del show business y el entorno social de Los Ángeles.

Hader lleva su interpretación a lugares realmente nuevos, siniestros, sorprendentes

Pero también descansa en su elenco de protagonistas, desde la Sally de Sarah Goldberg, pieza clave en el viraje metalingüístico de esta temporada, hasta el NoHo Hank de Anthony Carrigan o el Gene Cousineau de Henry Winkler, que en esta tercera entrega hallan oro en el reverso dramático de unos personajes que hasta ahora se habían movido sobre todo en el terreno de la comedia.

Barry (Bill Hader) y  Sally (Sarah Goldberg)

En cuanto al Barry de Bill Hader, la serie continúa jugando con los límites de la empatía de sus espectadores potenciales. Si en la segunda temporada se convirtió al ex-novio violento de Sally en villano, aquí la serie nos enfrenta a una idea escalofriante: en el fondo, ¿no estará ella todavía atrapada en ese ciclo de repetición,  encerrada en otra relación abusiva, saliendo con un tipo que es, literalmente, un asesino? Hader lleva su interpretación a lugares realmente nuevos, siniestros, sorprendentes. Sigue profundizando en la psique de un tipo cuya redención, sintiéndolo mucho, parece cada día más lejana.

HBO se hizo popular tirando de un eslogan que ya se ha convertido en legendario: It’s not TV. It’s HBO. El canal no quería hacer “solo” televisión, como el resto. Quería hacer cosas diferentes. Fuese cierto o no, que eso habría que dejarlo para otro artículo, sin duda con ese eslogan el canal se posicionó en un lugar gamberro, iconoclasta. No te contentes con lo que te han dado siempre. Prueba esto. Es nuevo.

Ved Barry. No sé si os gustará. Pero, desde luego, no hay nada que se le parezca ahora mismo. Y eso siempre es digno de celebrar.

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