Masacre adolescente
El 'slasher' resurge (con mayor o menor gracia) en la ficción televisiva

Masacre adolescente

Los adolescentes son odiosos, repelentes y no hay quien los aguante. Las nuevas ficciones nos ayudan a poner a estos mocosos en su lugar. Los apuñalan, decapitan e incluso los cortan en pedazos con una motosierra
Masacre adolescente

El slasher (del verbo inglés “slash” -acuchillar-) es uno de los subgéneros de terror que más dicotomías presenta. O lo amas o lo odias. Ver a una adolescente de tetas grandes colgada en su lujoso jardín, u otra siendo aplastada por la puerta de un garaje, o incluso a otro corriendo con los brazos cortados disparando hemoglobina; hay que reconocerlo, no es tarea fácil. Pero los hay que disfrutamos con cada grito exagerado, con cada puñalada o con cada rechinar de una motosierra. No es que tengamos tendencias psicópatas, al menos no diagnosticadas, sino que encontramos algo morboso y divertido en esas muertes excesivas.

Muchos de nosotros hemos pasado por esa etapa de nuestras vidas en la que llevar el mismo vestido que una compañera al prom era la catástrofe más grande de nuestras vidas y, por ello, nos hubiese gustado embadurnarla de sangre ante todos los estudiantes del instituto. Bueno, puede que no fuese un prom con su rey y su reina del baile, pero nos hubiese encantado. Es por ello que sentimos esa identificación, de una manera u otra, con el género. Porque muchos somos todavía esos adolescentes que, si no vivimos esa historia, la hubiésemos querido vivir. Querríamos ser esa Laurie Strode o esa Sidney Prescott, supervivientes idolatradas a través de las décadas. Víctimas de su propia existencia.

Carrie

Dejando de lado ese particular sueño norteamericano, cabe resaltar que el slasher es un subgénero que lleva muchos años presente. Se perfiló en los sesenta con películas como Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), Blood Fest (Herschell Gordon Lewis, 1963) o Dementia 13 (Francis Ford Coppola, 1963). Algunas películas como La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) empezaron a perfilar los rasgos del género, pero fue a finales de los setenta cuando llegó la verdadera edad dorada del slasher con películas como Halloween (John Carpenter, 1978), Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) o Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984). Leather Face y Jason se consagraron como iconos del terror, mientras que Jamie Lee Curtis se ganó el título de scream queen que la acompañaría hasta el día de hoy (veamos, como colmo de su estigma, la serie que protagoniza hoy en día y de la cual hablaremos más adelante).

El género vivió y se hostigó durante esas décadas y, cuando ya parecía estar agotado, el maestro Wes Craven trajo a nuestras pantallas una nueva franquicia que supondría el renacer del mismo, Scream (1996). La película creó una auténtica revolución dentro del slasher porque parodiaba al género en sí mismo. Lograba reírse de sus antecesoras de una manera elegante y a través de una adaptación a los nuevos tiempos, que corrían a medianos de los noventa. Esta película, con sus tres secuelas, abrió el camino a muchas otras que nunca llegaron a equipararse a la cinta de Craven, que supo reinventarse a sí misma y al género.

Scream

«Estos filmes están llenos de tópicos con los cuales bromeaban los propios protagonistas de ‘Scream«

El slasher, por definición, trata sobre un asesino que acecha a unos adolescentes y los asesina violenta y sangrientamente por motivos tan diversos como la venganza o el simple placer. Estos filmes están llenos de tópicos, con los que bromeaban los propios protagonistas de Scream. La rubia tonta de tetas grandes siempre morirá, el mejor lugar para esconderse siempre es el que el espectador sabe que es el peor (y el más oscuro y solitario), y si tienes cualquier tipo de discapacidad, ten por seguro que morirás porque así se apelará al lado sensible del espectador. Pero, como Randy Meeks explicó a sus congéneres viendo Halloween, para sobrevivir en una película de terror, es importante seguir estas tres reglas (las que casi nadie sigue):

  1. No practicar sexo.
  2. No beber o consumir drogas porque son una extensión de la regla número uno.
  3. Nunca digas ‘enseguida vuelvo’, porque nunca volverás.

Fue tanta la influencia de las desventuras de Sidney Prescott (Scream) y sus amigos que incluso han llegado a nuestros días en forma de serie de ficción. MTV decidió sabotear el género con su remake seriado del film del fallecido Craven. Los fanáticos de la saga sentimos cierta curiosidad cuando la cadena musical anunció su nueva producción. ¿Sumarle la serialidad a Scream? Eso podía llegar a ser un orgasmo visual. Pero nuestra primera decepción llegó bien pronto cuando supimos que ningún miembro del cast original formaría parte de la serie. Pero ya la gota que colmó el vaso fue cuando se informó que uno de los iconos más grandes de la película, la máscara de Ghostface, no aparecería tampoco, sino que se cambiaría por otra por temas de derechos. Hay que reconocer que la nueva máscara asusta, pero la desvincula completamente de la saga original y eso no gustó nada.

«Aboga por una modernidad que no va más allá del uso extremo de los aparatos móviles y unos flojos diálogos»

Los seguidores del slasher saben que uno de los puntos fuertes de este tipo de narraciones es su opening. La escena inicial de estas películas es siempre devastadora y pone toda la carne en el asador. Está claro que esa Drew Barrymore tratando de responder ese quiz teléfonico a vida o muerte y esa bandeja de palomitas inflándose cada vez más como una bomba de relojería a punto de estallar, son difíciles de superar. Pero la secuencia de apertura de la serie, además de estar empañada por ese video viral de una tal Audrey, tiene como protagonista a una rubia sin ningún carisma que muestra carne pero poco cerebro (cosa que nunca pasó con la Casey Becker de Scream, o la Maureen Evans de Scream 2). Los personajes de Craven siempre fueron inteligentes y así fue como Barrymore plantaba cara a su verdugo, con inteligencia. En cambio Nina se muestra incoherente y subyugada a la sexualidad con muy poca gracia. Y aquí fue el primero de los errores que encontramos una vez estrenada la serie. Por otro lado, las reglas que postuló Randy en la primera película (y que después extendió en sus secuelas incluso después de muerto), las pasan de largo para volverlas un discurso alrededor de la influencia de la tecnología en esos asesinatos en serie. El video viral de Audrey, por ejemplo, es una muestra de los intentos fallidos de la ficción de MTV de abogar por una modernidad que no va más allá del uso extremo de los aparatos móviles y unos flojos diálogos que se regodean en el uso de las redes sociales y derivados.

Bella Thorne

«La genealogía de los personajes de la serie es bastante insustancial y, en este caso, podríamos decir que lo mejor que puede pasar en la serie es que asesinen  a los personajes adolescentes de la manera más brutal posible»

Además, después de ver la serie, los paralelismos que tratan de crear entre personajes como Randy-Noah no convencen. Mientras que el primero era un verdadero freak con conocimiento del tema y un latente misterio que encandilaba al espectador; el segundo se la pasa hablando en clase de asesinos en serie y su reinvención en el mundo contemporáneo. Podría haberse hecho una buena actualización del género, con la incorporación de la tecnología y sus múltiples opciones (como ocurrió con Scream 4, en 2011). Pero en este caso el personaje de Noah no hace más que soltar verborrea que apenas aporta algo a la narración y, además, no emula en absoluto al freak de Randy Meeks. Los aportes de éste a la historia siempre servían para dar resolución o entender ciertas partes. En cada capítulo de Scream (la serie), tenemos a Noah dando una lección de supuesta ‘cultura audiovisual’ a sus congéneres en una clase, con un profesor que trata de hacernos ver que entiende la cultura pop bajo la que se enmarcaba la historia de Sidney Prescott; pero que no es más que el tipo sexy que nos sirve para emparejarlo con una estudiante y crear una subtrama que ayude a la serielidad. La genealogía de los personajes de la serie es bastante insustancial y, si muchas veces odiamos a los personajes adolescentes porque se exagera el cliché al máximo, en este caso, podríamos decir que lo mejor que puede pasar en la serie es que los asesinen de la manera más brutal posible.

Y llegamos a otra incursión serial contemporánea al slasher, Scream Queens. Vapuleada por la audiencia, tiene por lo menos la intención de reírse de sí misma. Recoge ese carácter paródico del propio género y lo lleva al terreno de Ryan Murphy. Sí, es una mamarrachada. Pero una mamarrachada justificada por el propio género y por la trayectoria de sus creadores que puede convertirse en una inteligente revisitación al género del terror. La serie se ríe de sí misma en cada escena y, una buena muestra de ello, es la muerte narrada por Facebook del personaje de Ariadna Grande o la desternillante sorda decapitada mientras canta «Shake it off» de Taylor Swift. Estos detalles sí incorporan la modernidad al slasher y al género teñido de humor como muestra de una transgresión extrema. Los diálogos están teñidos de referencias a la generación ‘millenial’ de la cual forman parte sus protagonistas y se trata como una parodia que se arrastra hasta el paroxismo.

«El rol femenino cobra especial importancia ya que lleva todavía más al extremo lo que ya apuntaban los slashers clásicos»

La narración se permite estas licencias totalmente extravagantes y, además, las lleva de la mano de la que puede convertirse en la nueva scream queen contemporánea, Emma Roberts. La sobrina de la novia de América ya hizo su incursión en el género con la última parte de Scream y se consagró, también de la mano de Murphy, con Coven y Freak Show. Puede que, lo que ella llama su bitch face, sea uno de los estandartes más valiosos de la serie, pues cada vez que aparece en pantalla se come al resto de las protagonistas. El rol femenino cobra especial importancia ya que lleva todavía más al extremo lo que ya apuntaban los slashers clásicos: la mujer es fuerte y una superviviente nata.

Si hay algo que reprochar a la serie de FOX, es el gran desperdicio que se está haciendo con la scream queen por antonomasia, Jamie Lee Curtis. La señora sobrevivió a Michael Myers por el amor de Dios, démosle un poco más de juego. Los diálogos de la serie (veamos por ejemplo la hilarante referencia a Cómo defender a un asesino) nos dan todo el espacio para jugar con la presencia de Curtis en algunas de las películas más emblemáticas del género. Sería un gran homenaje para los fans y un buen espacio para el lucimiento de esta vieja gloria que está pasando muy superficialmente por la serie.

Jamie Lee Curtis

American Horror Story, otra de las exageraciones de Murphy y Falchuk, está siendo especialmente sangrienta en esta nueva temporada. La presencia de Lady Gaga, debido a la baja de Jessica Lange, parece que esté justificando la carnicería. No podríamos catalogar a esta serie de antología como slasher, y mucho menos con lo variadas que han sido sus distintas entregas; pero lo cierto es que Hotel tiene mucha sangre joven. Tanta hemoglobina a veces resulta gratuita y su género está quedando cada vez más desdibujado. Pero tenemos que entender el universo Murphy-Falchuk y meternos de lleno en él. Son especialistas en crear esos momentos de tensión que nos ponen los pelos de punta y, cuando menos lo esperamos, hacernos gritar con lo que el género define como jump scare (sorprender al espectador con un evento inesperado).

Además, si hay algo que estos dos showrunners hacen bien, es recrear personajes adolescentes y volverlos tan humanos que incluso a veces nos repelen. Muchos dirán que son arquetipos llevados al cliché, pero ¿qué adolescente no es una copia exagerada de sí mismo o de algo que ha visto por televisión? Pongamos, por ejemplo, a la Violet Harmon de Murder House. Nunca nos entristeció su muerte, todos estábamos esperando que alguien acabase con esa niñata medio depresiva y con su mirada caída. Adoramos el momento en que cayó en la cuenta de que estaba muerta, al igual que asistimos con deleite al asesinato de Ariadna Grande en Scream Queens. Y qué decir de los personajes de Scream (la serie)… cada una de sus muertes es un gran placer culpable e incluso uno puede llegar a pensar: “o lo matas tú o lo hago yo”.

Sí, estamos rodeados de personajes odiosos. De adolescentes consentidos que nos ponen de los nervios. Por eso sentimos esa satisfacción cuando el asesino de turno los parte en dos. Puede que todos seamos un poco Chanel Oberlin, quien muchas veces agradece los procedimientos del Diablo Rojo cuando le ayuda a quitarse de en medio a algún personaje que le resulta molesto. Los asesinos en serie generan interés y morbo, y así lo postuló Isabel Santaularia en su libro «El monstruo humano: una introducción a la ficción de los asesinos en serie» (2009), y no debemos sentirnos culpables si gozamos con el género. Muchos lo odiarán, otros creerán que el slasher murió a principios de los noventa… pero la verdad es que la ficción seriada contemporánea está tratando de revivir el género, con mayor o menor éxito. Y mientras haya sangre por derramar, habrá historias que contar y adolescentes a los que acuchillar

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