'Line of Duty': Tensión policial no resuelta
'Line of Duty' (T6)

Tensión policial no resuelta

Una de las series policíacas más complejas y absorbentes de la actualidad estrena sexta temporada con tramas internas, nuevos personajes y más giros de guion.
line of duty temporada 6

Martin Compston y Stephen Graham en la quinta temporada de 'Line of Duty'.

Yo no sé que tiene Line of Duty que nos vuelve locos. O sí. A priori, es otra serie sobre corrupción policial, nada nuevo para los que ya vieron The Shield: Al margen de la ley (Shawn Ryan, 2002-2008). O para los que dedicaron parte de su tiempo a The Oath (JF Halpin, 2018-2019). E incluso para los fans de JLo que se enteraron de la existencia de Shades of Blue (Hadi Asak, 2016-2017). Pero la teleficción creada por Jed Mercurio, cuya sexta temporada estrena hoy Movistar +, es otra cosa. Y lo es porque tiene una construcción estratificada difícilmente imitable.

Line of Duty narra las andanzas del AC-12, una de las unidades que la policía británica destina a investigar posibles casos de mala praxis en el seno del cuerpo. En el tránsito entre la primera y la segunda entrega, el espectador cree intuir cuál es su estructura. Habrá un puñado de personajes fijos -los responsables de la unidad: el superintendente Ted Hastings (Adrian Dunbar) y los subinspectores Steve Arnott (Martin Compston) y Kate Fleming (Vicky McClure)- que a lo largo de cada tanda de seis episodios tendrán que resolver un caso concreto.

Esa presunta composición antológica se desmonta a medida que el drama avanza y las temporadas van sedimentando unas sobre otras: el cuerpo de Jackie Laverty (Gina McKee), asesinada en la primera temporada, aparece descuartizado y almacenado en un congelador ¡en la quinta! El custodio de ese frigorífico -¿lo recuerdan?- será uno de los grandes protagonistas del 6.01 que hoy llega a sus casas, de manera que la serie sigue extendiendo esa línea de conexiones que atraviesa toda la trama y que directa o tangencialmente hace que todos los casos investigados guarden relación.

Todo esto sucede porque el creador de Bodies (2004-2006) ha elaborado un plan maestro consistente en desenmarañar una telaraña criminal tejida por una parte de la cúpula de los cuerpos de seguridad del estado en colaboración con los señores del hampa. Se trata, pues, de desarticular una red de corrupción policial institucionalizada, en cuyo estrato superior se encuentra la enigmática figura de H, un policía de alto rango de identidad desconocida que mueve los hilos del crimen organizado seguramente desde un despacho de Scotland Yard.

El creador Jed Mercurio juega con las expectativas de una audiencia que sabe que, antes o después, trincaran al encausado, el intríngulis estriba en no saber cómo ni por qué motivo

Pero, además de un cartógrafo prodigioso y exacto capaz de trazar un enrevesado mapa de relaciones que atraviesa todo el territorio argumental de Line of Duty, Jed Mercurio es, también, un consumado tahúr. Como un trilero veterano, el guionista británico lo mismo te cierra una puerta de un despacho para silenciar una conversación decisiva, que indica a los actores que miren al tendido como si estuvieran viendo un eclipse sin gafas de sol mientras el público decide si esos ojos reflejan malicia o temor; o fija en sus acotaciones que Lisa McQueen (Rochenda Shandall) se muestre aterrada tras una ejecución que ella misma acaba de ordenar para que no sepamos si es una infiltrada en la banda criminal que quiere evitar sospechas o si la visión de la sangre le provoca coreomanía (he aquí una de las trampas de la quinta temporada).

La concepción multifocal de la serie -es decir, la fusión de distintos puntos de vista- facilita la dosificación artera de la información, algo mucho más complicado de realizar si, por ejemplo, se adoptase únicamente la perspectiva de uno de los detectives. Este modelo sirve para esconder detalles clave que luego magnificarán los golpes de efecto con los que Mercurio salpica su ficción (baste como ejemplo el cierre del capítulo que verán hoy). Esos giros de guion no son, sin embargo, finalistas, no nos conducen a una solución definitiva, sino que multiplican los interrogantes: sin necesidad de destripar nada, cuando terminen este 6.01 el cerebro se les llenará de preguntas del tipo, ¿por qué el personaje A se comporta con respecto al personaje B de este modo? ¿Es el personaje B tan malvado como A dice o solo es su percepción emponzoñada por el despecho? ¿Por qué todo el mundo me está ocultando cosas?

line of duty sexta temporada

Kelly Macdonald (‘No es país para viejos’, ‘Boardwalk Empire’) es la nueva inspectora Jo Davidson.

Su bizantina dramaturgia y esa distribución de la información que parece pensada por el más avezado de los fulleros son dos de las marcas de la casa. También lo son los arranques incidentales -el asalto a un convoy o un operativo que sale mal, casos que terminan vinculándose a la gran trama corrupta-, aunque la seña de identidad más reconocible la constituyen los interrogatorios. Si, después de ver Line of Duty, por cualquiera que sea el infortunio, se ven metidos en una sala junto a dos policías y un abogado, dará igual que se hayan llevado una prenda de Zara sin quitarle la alarma, a la primera pregunta confesarán haber matado a Kennedy, se declararán culpables del Barçagate y afirmarán que ustedes son el M. Rajoy de los papeles de Bárcenas.

‘Line of Duty’ nos atrapa porque tiene una galería de antagonistas que les dejarías que te dieran un morreo aun sabiendo que lo más probable es que termines en la UCI

El pitido que inicia la grabación de la comparecencia, el uso de planos cortos con menos aire que los pulmones de Snoop Dog después de correr los 400 metros lisos, los cuestionarios ideados por Ana Pastor en su tercer día de insomnio, el implacable repaso de las pruebas periciales, la desazonadora musiquilla con su punzante crescendo y un tempo inspirado en la tortura de la gota china, te ponen los miocardios como los altavoces de una rave. Además, el creador de Bodyguard (2018) juega con las expectativas de una audiencia que sabe que, antes o después, trincaran al encausado, el intríngulis estriba en no saber cómo ni por qué motivo, de manera que su interés se mantiene activo -ahora lo pillan, no; ahora, ahora, ay no, ahora tampoco- sin menoscabo para la sorpresa. En el arte de la inquisición, Mercurio es un maestro.

And last but not least, Line of Duty nos atrapa porque tiene una galería de antagonistas tan atractivos como el Drácula de Gary Oldman: les dejarías que te dieran un morreo aun sabiendo que lo más probable es que termines en la UCI o llamando a Glovo para ver si reparte sangre a domicilio. No los llamen villanos, son personajes con más vueltas que el circuito de Silverstone. Tampoco son malos de opereta, todos tienen sus razones. La culpa de que nos gusten tanto es, también, de los actores que les dan vida. La Lindsey Denton interpretada por Keeley Hawes, la Roz Huntley encarnada por Thandie Newton o el John Corbett al que le puso cara el visceral Stephen Graham.

En esta nueva entrega el relevo lo toma, nada más y nada menos, que Kelly Macdonald (Trainspotting, No es país para viejos, Boardwalk Empire) como la inspectora Jo Davidson, ambigua como un cantante de glam y con el magnetismo de un imán de grúa. Os volverá locos.

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