Las grandes alamedas de Chile
'Invisible Heroes'

Las grandes alamedas de Chile

El Chile de 1973 ha irrumpido en el Chile de 2019. Analizamos a través de la serie 'Invisible Heroes' paralelismos y diferencias entre los días vividos tras el golpe de Pinochet y las actuales movilizaciones sociales por todo el país, con la brutal represión del Gobierno de Sebastián Piñera.

Fotograma de la serie 'Invisible Heroes' junto a una imagen de las protestas en Santiago de Chile de 2019.

«El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!»

Salvador Allende, 11/09/1973

 

El pueblo de Chile no estalló, al pueblo de Chile lo hicieron estallar. Las protestas que estas últimas semanas están dando la vuelta mundo nos muestran a una ciudadanía que dice basta a la desigualdad y a la violencia institucional; a un Gobierno que reprime sus voces con fuego y ejército. El modelo económico neoliberal establecido durante la dictadura cívico-militar (1973-1990) es el germen de unas desigualdades que con el paso de las décadas no han hecho más que acrecentarse. Cuando los chilenos y chilenas finalmente han tomado las calles para gritar contra la opresión social y económica, el Gobierno de Sebastián Piñera ha respondido con una brutalidad por desgracia muy familiar: estado de emergencia, toque de queda y el ejército en las calles. Las imágenes de hoy en Chile son demasiado parecidas a las de ayer, cuando el país se abismó aquel fatídico 11 de septiembre de 1973. Invisible Heroes, serie finlandesa (y medio chilena) basada en hechos reales y estrenada en el Serielizados Fest, nos brinda un relato de luz durante los días más oscuros de la historia de Chile. A través de ella intentaremos comprender el peso que aquellas jornadas de 1973 han tenido en estos días de 2019.

Tapani Brotherus llegó a Chile en calidad de diplomático, dispuesto a fortalecer los vínculos comerciales entre el país andino y Finlandia. Era la década de los setenta y Brotherus ejerció con total normalidad sus funciones hasta el golpe de Estado de Pinochet. Allí su historia se torna en encrucijada. Decenas de perseguidos por la Junta Militar -desde políticos de las más altas esferas hasta comunistas de base- saltan los altos setos del jardín de su casa para refugiarse en su domicilio, protegido por las leyes diplomáticas internacionales. Las órdenes que llegan a Brotherus desde Finlandia son muy claras: no debe acoger refugiados, sería una injerencia en los asuntos internos de Chile. Sin embargo, las escenas de represión y muerte que Brotherus va presenciando le obligan moralmente a ayudar a aquella gente desamparada. Invisible Heroes (disponible en Filmin) nos cuenta la lucha y los malabares diplomáticos de Brotherus para dar refugio y sacar del país a todas esas personas. Spoiler histórico: consiguió ayudar a más de 2.500 perseguidos políticos.

Tras el golpe de Pinochet, Finlandia -o Brotherus, más bien- no fue la única embajada que asiló a personas buscadas por la Junta Militar. Suecia tuvo un papel también muy activo en ese aspecto, quedando plenamente reflejado en la serie con la fortísima figura del embajador Harald Edelstam. Claudio Rojas, fotoperiodista chileno afincado en Barcelona, nos cuenta que Italia también asiló en su embajada a fugitivos de la represión militar. «Los soldados de Pinochet, para burlarse de la ayuda italiana, lanzaban cadáveres al jardín de su embajada (en Santiago de Chile)».  Al preguntarle por las conexiones entre el golpe de 1973 y posterior dictadura con la actual represión de las manifestaciones del pueblo chileno, Claudio apunta un denominador común muy esclarecedor: «Andrés Chadwick, ministro de Interior y primo del presidente Piñera, fue partidario en su momento de la Junta Militar. Estos días está circulando una foto donde aparece junto a Pinochet durante la dictadura». La chilena, como la española, fue una transición democrática trufada de miembros del régimen supuestamente reconvertidos a demócratas; de aquellos polvos, estos lodos.

Una de las pancartas en las protestas en Santiago de Chile reza: «Nos están matando» / Crédito EFE.

La máxima personificación de la represión en Invisible Heroes recae en la figura del Almirante Merino, interpretado de modo maravilloso por Hugo Espinosa. Merino fue uno de los cabecillas del golpe militar y uno de sus rostros más visibles tras él. En la serie se le muestra como un implacable tecnócrata de la represión y la manipulación informativa cuya evidente inteligencia está al servicio del aplastamiento sistemático de todo lo que huela a comunismo. La confrontación sumergida entre el bloque soviético y los Estados Unidos tiene también una presencia destacada en Invisible Heroes; en una curiosa pero terrible metáfora geográfica que se destaca en la serie, un bando quiere convertir Chile en Jakarta -donde los comunistas fueron literalmente masacrados diez años antes- y otros en Vietnam, bandera de la resistencia al imperialismo estadounidense. Dos regiones del sureste asiático para definir un conflicto sudamericano donde la participación de las dos grandes potencias mundiales del momento fue clave para entender el fratricidio vivido a partir de aquel 11 de septiembre. Volviendo al Almirante Merino, cabe destacar que fue uno de los encargados de establecer las primeras grandes medidas económicas neoliberales en el país; a pesar de mencionarlo, la serie no profundiza en este asunto, pero resulta imprescindible para entender las grandes desigualdades actuales en Chile y la frustración de su población ante estas.

El «basta» final de los chilenos: los bajos sueldos, la corrupción policial, la privatización de servicios públicos, un sistema sanitario colapsado… Y la respuesta de Piñera: mandar al ejército

Hablamos con Claudio R., periodista y activista chileno que trabajó en la Comisión Valech, organismo que a principios del siglo XXI estudió las torturas y violaciones de los derechos humanos producidas durante la dictadura de Pinochet. Claudio nos cuenta que las movilizaciones sociales de estos días en Chile no solo responden al detonante que supuso la subida del precio del transporte público. El descontento popular viene de lejos y tiene su origen en la dictadura, la Constitución de 1980 -aún vigente- y el feroz neoliberalismo que ésta instauró en Chile. Las consecuencias de ese modelo económico, mantenido y ampliado tras la transición democrática de 1990, se traducen hoy en una desigualdad hiriente: el 50% de la población vive con menos de 400.000 pesos (500 euros) al mes, los sueldos de la élite política son 33 veces mayores que el salario mínimo, el 80% de los pensionistas recibe únicamente 185 euros mensuales (la mitad del salario mínimo)… Si a eso añadimos la corrupción policial, sangrantes colusiones en sectores como el farmacéutico e incluso el del papel de WC, la privatización de servicios públicos, un sistema sanitario colapsado, problemas ambientales, tratarse del único país del mundo donde el agua es privada y poseer una educación de muy baja calidad a pesar de ser una de las más caras del continente, se genera el caldo de cultivo necesario para el basta final de los chilenos; la respuesta de Piñera, mandar al ejército e imponer toque de queda.

Paula Molina, periodista chilena y cocreadora del innovador canal de información LaBot, se refiere precisamente al toque de queda como uno de los factores que ha retrotraído instintivamente a muchos chilenos hasta 1973: «Para los que vivieron la dictadura, el toque de queda es sinónimo de poder desaparecer, de no llegar a casa, de dolor físico y emocional». El efecto en los más jóvenes, tanto del toque de queda como de los muchos testimonios de tortura de estas últimas semanas, ha sido según Molina la creación de una conexión con las generaciones anteriores que hasta ahora no existía: «Se han puesto en los zapatos de los mayores, están viviendo lo que ellos vivieron décadas atrás». Este vínculo intergeneracional es uno de los motivos que explica la transversalidad de las protestas de 2019 en Chile, precedidas meses -y años- atrás por grandes marchas feministas, estudiantiles y de pensionistas. El clamor del pueblo es firme y unánime -el 87% de la población apoya las movilizaciones-, aunque desgraciadamente la firmeza represiva ha sido de exponencial magnitud: hay por lo menos veinte desaparecidos, diecisiete fallecidos, varias denuncias por agresión sexual de las fuerzas del Estado a mujeres arrestadas en las protestas y miles de heridos y detenidos.

«Los mayores revivimos traumas y miedos del pasado, y los más jóvenes viven situaciones que jamás creyeron que vivirían» – Claudio R.

Las calles de Chile vuelven a ser escenario de grandes desgracias, como en 1973, cuando Tapani Brotherus intentaba con su más que digno español con acento finlandés conseguir salvoconductos para los centenares de personas que refugiaba en su embajada. Según Claudio R., «los mayores revivimos traumas y miedos del pasado, y los más jóvenes viven situaciones que jamás creyeron que vivirían». También quiere recalcar las diferencias entre 1973 y 2019: la resistencia del pueblo en el pasado respondía al convencimiento político -el Partido Socialista y la Unidad Popular de Allende eran muy fuertes- mientras que hoy en día el principal motor de las protestas es el enfado con las tremendas desigualdades sociales y económicas ya mencionadas.

En Invisible Heroes se homenajea a grandes figuras de la oposición chilena al fascismo como el cantautor Víctor Jara. Los dos Claudios nos explican que estos días la voz de Jara, asesinado vilmente por militares el 16 de septiembre de 1973, está más presente que nunca. Su canción «El derecho de vivir en paz«, junto a «El baile de los que sobran» de Los Prisioneros, se ha convertido en un himno para los manifestantes. Una muestra más de cómo la palabra trasciende al genocidio humano y cultural. Mataron a Víctor Jara pero Chile sigue recordando a Amanda. Jara fue torturado y finalmente ejecutado en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, epicentro del horror tras el golpe militar. A través de una de las tramas más bellas de la serie, Invisible Heroes muestra cómo funcionaba aquel gigantesco centro de torturas y los esfuerzos de la Junta Militar para ocultar su existencia al mundo y a los propios chilenos. Alarmas aullando a todo volumen para acallar los gritos de los torturados, ese fue el único himno que sonó durante mucho tiempo en el estadio hoy llamado, en un bellísimo acto de justicia poética, «Víctor Jara». Una de las noticias de más impacto estas últimas semanas en Chile cuenta como hay indicios -ya confirmados, según nos dice Claudio R.- del uso de la comisaría de Metro Baquedano, en Santiago de Chile, como centro de torturas para manifestantes detenidos durante las recientes protestas. Los evidentes paralelismos entre la represión de 1973 y la actual hacen muy difícil agachar la cabeza y mirar hacia otro lado.

Esa fue precisamente la actitud de Tapani Brotherus: no mirar hacia otro lado. La serie no cae en la trampa fácil de glorificar su figura como si de un héroe se tratara; se hacen evidentes los temores de Brotherus ante la grave situación vivida y su dificultad para lidiar con ciertas contradicciones morales. La figura de su compañero Ilkka Jaamala dibuja también el contrapunto necesario en situaciones donde ética y deber profesional chocan frontalmente. El personaje de Brotherus es ideal para interpelar directamente al espectador: cuando vives en primera persona una retahíla de atrocidades de tal magnitud, por muy ajenas que te puedan parecer, siempre te acabas enfrentando a la decisión de luchar contra ellas o ser cómplice por omisión. La memoria histórica, por ejemplo, plantea también ese mismo dilema pero con carácter retroactivo. Brotherus decidió ayudar aun poniendo en riesgo su carrera, su persona. Alrededor de esta idea, las más que interesantes tramas de la serie avanzan sin transar, como diría Altamirano, otro de los grandes protagonistas de la serie: Invisible Heroes no tiene miedo a retratar a los monstruos como tales ni, en ocasiones, a los perseguidos como a seres humanos desquiciados ante la derrota por aplastamiento.

El Chile de Invisible Heroes es asfixiante, gris, desangrado, plomizo, cariacontecido, desalentador. Tapani Brotherus y el microuniverso que se forma a su alrededor, sin embargo, es un borbotón de esperanza. El Chile que vemos hoy en las redes sociales y telediarios también parece gris, desangrado, plomizo, cariacontecido, desalentador. Quizás esta vez no haga falta un Tapani Brotherus para tener esperanza; quizás solo necesitamos creer en la fuerza de un pueblo que decidió luchar hasta las últimas consecuencias contra la desigualdad y la violencia de Estado; quizás desde aquí podemos ayudar señalando con el dedo a los criminales de 1973 y a los de 2019; quizás, solo quizás, las recientes movilizaciones sociales masivas han abierto las grandes alamedas citadas por Allende en su último discurso y las chilenas y chilenos caminan al fin hacia la construcción de una sociedad mejor.

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