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El seriéfilo que esté libre de pecado que tire la primera piedra… de hachís. Las series pueden convertir al consumidor en un pedazo de carne muerta a ojos de la sociedad, como el estupefaciente adictivísimo que son algunas de ellas. No obstante, todos sabemos que también hay esplendor en la, ejem, hierba catódica y que cuando utilizamos la ayuda de las drogas para disfrutar de una serie -en lugar de consumir la serie como una droga-, el camino es mil veces más placentero; los inputs, mucho más complejos; los giros, laberínticos e histéricos. En español: te lo pasas teta.
El alcohol y el cannabis son las drogas de las series como que hay Dios. La retroalimentación que se produce entre una serie atmosférica y un cerebro sitiado por el THC tiene la elegancia de una ecuación de Einstein. Ambas fuerzas se aparean en un trance audiovisual único: se buscan, se encuentran, se manifiestan en forma de risotada tontaina, producen chispazos muy estimulantes en la imaginación de un televidente absorbido hasta el bisoñé por la bruma.
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La hierba, además, ha abandonado la clandestinidad televisiva para convertirse en un elemento habitual en las ficciones adultas. Se ha perdido la vergüenza a decir que en este mundo hasta el tato fuma tate. Incluso hay cabeceras dedicadas exclusivamente a la cultura del puff, puff: Weeds, sin ir más lejos. De todos modos, me gusta pensar que esta simbiosis es mucho más profunda y que hay producciones que, directamente, están escritas por y para fumetas. Series que son un porrazo de palmo en sí mismas. El tipo de ficciones que, afrontadas con la ayuda de una pizza, un pack de cervezas y una bolsita de Ak-47 recién comprada en el club cannábico de abajo, se convierten una experiencia psicodélica de primera categoría… Pero basta ya de divagaciones porreras, aquí va la lista con mis series favoritas para ver fumado. ¡Que rule!
Brooklyn Nine Nine (Fox)
Entre Loca Academia de Policía y 30 Rock, por decir algo. Brooklyn Nine Nine es la típica serie que te hace reír en estado de sobriedad, pero puede convertirse en tu nueva novia si la consumes bebido o apollardao por la marigüey. Protagonizada por Andy Samberg, reivindica con acierto el espíritu surrealista-mongoloide de productos como The Office o Parks & Recreation (la serie pertenece a los mismos creadores) y se fuma a cara de perro los clichés del género policial, poniendo la extravagancia de los personajes al servicio de un fábrica de gags perfectamente ceñidos a la frecuencia de onda del humanoide fumado. Es ver a Jack Peralta haciendo el imbécil y ¡boom!, risa tonta is coming.
The Mighty Boosh (BBC)
Una de mis series británicas favoritas de todos los tiempos. Un oldie que gana con los años. Todavía me pregunto qué cantidad de LSD fue necesario verter en la máquina de café para convencer a los ejecutivos de la BBC de aquello tenía que emitirse. El denso poso alucinatorio de las tres temporadas de The Mighty Boosh no es un plato de fácil digestión. Los humoristas Noel Fielding y Julian Barratt descalabraron el formato sitcom hasta reducirlo a una pulpa opiácea, preñada de fogonazos surrealistas que van de Monthy Python a The Young Ones. Con personajes secundarios que parecen salidos del cerebro de un morfinómano y números musicales que hacen que los tipos de Flight of the Conchords parezcan Sergio y Estíbaliz, The Mighty Boosh solo puede y solo debe consumirse como el mejor cogollo hidropónico: calada a calada, los ojos achinados del ciego, la boca abierta cual buzón, el trip definitivo.
Man Seeking Woman (FX)
Si no te fumas una ele como una barra de medio difícilmente entenderás los estragos esquizoides que sesgan, con descargas alucinógenas, la visión de la realidad del protagonista: un romántico empedernido al que su novia acaba de dejar tirado y que contempla el universo desde una distorsión peculiar. Por ejemplo, ve a sus nuevas citas como trols (pero trols de verdad, como los putrefactos seres fantásticos de los cuentos) y percibe al tipo que le ha birlado la novia como Hitler, pero un Hitler decrépito que va en silla de ruedas y es un viejo verde desafiante. El espectador no se libra y comparte todas las desviaciones alucinógenas del protagonista, de modo que para gozar a fondo de esta surrealista reflexión sobre el mundo del amor y las citas en los tiempos que corren, deberás ponerte a la altura del equipo de guionistas y generar en tu casa una combustión de hierbajos tan colosal que obligue a un hidroavión antincendios del ejército a irrumpir en tu salón e inundar el edificio.
Archer (FX)
Posiblemente mi serie de animación favorita. Coge los mitos de James Bond y mételos en un ponche en el que previamente has machacado todo tipo de estupefacientes. De ahí saldrá un engendro endiabladamente divertido, con un miserable hijo de perra sin cerebro como héroe de acción y una pléyade de secundarios claramente esquizofrénicos. Y para comprender en toda su enajenada magnitud este manicomio de superespías, resultará imprescindible estimular las entendederas con una buena sativa que te deje clavado en el sofá, ojos abiertos como platos y tembleque en el brazo del canuto cual gato chino de la suerte. Archer te exige.
Black Jesus (Adult Swim)
Un negrata desdentado del gueto que dice ser Jesucristo y se pasa el día gorreando tachas de porro, metiendo el hocico en barbacoas, insultando a homeless hediondos… De esto va la serie. Lo más descacharrante es que este Jesús de ébano va vestido como Cristo por las duras calles de Compton (túnica, barba hippy, sandalias y melena lacia) y la comunidad le reconoce como el Salvador. A su manera, pero joder si le reconoce. Este dislate nigga-cristiano, esta fusión de Los Diez Mandamientos y Los Chicos del Barrio, ataca directamente a los receptores cannabinoides del televidente fumado, sumiéndolo en un estado irreversible de carcajada aspirada y ligero vertido lacrimal. Es 100 % porril. Y es que una idea tan disparatada solo puede haber salido de una cachimba colosal, de unos guionistas tendentes a combustionar cogollos de calidad en cada maldita reunión. Dejad que los niggas se acerquen a mí.
High Maintenance (Vimeo)
La vida de un camello de marihuana que reparte felicidad en bici por la ciudad de Nueva York. Textos inteligentes. Vidas cruzadas entre neblinas de porro. Un elenco de compradores que, así a lo tonto, funciona como una perfecta Polaroid del variopinto ganado que pasta en la Gran Manzana. El retrato más honesto y desprejuiciado de la cultura de la marihuana, básicamente porque no se obsesiona con la planta, sino que la utiliza como hilo conductor para hundir la tocha en la vida de los distintos personajes a los que acude el dealer protagonista. High Maintenance es una de las webseries más elaboradas y originales de los últimos años. Uno de los homenajes más merecidos a los estajanovistas del cogollo, siempre dispuestos a acudir a la puerta de tu casa para traerte la “cesta ecológica”. No podrás ver un solo capítulo sin un petardo en los labios.
Broad City (Comedy Central)
¿A quién se le ocurriría desperdiciar sus reservas de Amnesia Haze con Lena Dunham? Eso sería como rebozarse la napia con speed bilbaíno en un concierto de Manu Tenorio. Para odiar Girls no hace falta ir colocado. Se odia sola. Y para que te guste tampoco: ni siquiera fumando hachís nepalí regurgitado por okapis podría caerme bien su protagonista. Por suerte, Broad City ha venido a poner las cosas en su sitio. Dos inadaptadas de veintitantos intentan sobrevivir en las calles de Nueva York, pero a cada día que pasa reformulan el concepto de perdedor hasta lanzarlo a cotas difícilmente alcanzables por otro ser humano. Es Girls pero a lo sucio; una parodia que no lo es porque supera al supuesto original. Aquí no hay reflexiones indies sobre la angustia existencial de la juventud, aquí solo hay gags cerdísimos y descoyuntados, referencias sexuales a cascoporro, incorrección política gratuita para joder, nihilismo siglo XXI y dos zorras acabadas como protagonistas que queman más césped de la risa que el Departamento de Narcóticos de Nuevo Méjico. Una de las series más weed friendly del momento.
It’s Always Sunny in Philadelphia (FX)
En serio, ver esto fumado te lleva a perder por completo el sentido del ridículo y a comportarte como un simio enloquecido. Unos treintañeros inadaptados tratan de sobrevivir a su propio monguerismo jodiéndose unos a otros, cuando no se dedican a joderle la vida a los demás. Gags escatológicos, humor grueso en estado puro, gilipollismo convertido en arte; es todo tan tonto, flipado y de una inmadurez tan cósmica, que no te quedará otra opción que darle una megacalada a la pipa hasta que tragarte tu propia cara en una implosión facial cannabinoide de las que hacen época.
Robot Chicken (Adult Swim)
No descubro la sopa de cebolla, lo sé, pero estoy convencido de que no hay un solo guionista de Robot Chicken que no afronte su trabajo con unos niveles de cannabis en la sangre comparables a los de Jamiroquai en el 95. Esta serie hecha con stop-motion y juguetes de culto como protagonistas –desde los muñequitos de Masters del Universo a Star Wars, pasando por G.I.Joe- es la chaladura definitiva para los amantes de la cultura trash, los cómics, el cine comercial y la hierba. Los gags histéricos que ofrece esta maravilla de Adult Swim son de una hilaridad porrera sin parangón en la televisión actual; joder esto es como si dejaras a cuatro fumetas sueltos en un Toys’r’Us con 30 gramos de California Kush y un par de cámaras stop-motion: más grande que la vida, tete.