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En el mundo de la moda existen nombres que han dejado su imprenta en la historia y, no por poco conocidos, son menos importantes. Todo lo contrario. Mirando más allá de los fuegos artificiales de diseñadores de alta costura mediáticos como Galliano, Armani, Valentino, Christian Lacroix, Versace, Óscar de la Renta, Gaultier, Zuhair Murad o la pareja Dolce & Gabanna… hubo uno que les precedió e incluso fue coetáneo de algunos: Roy Halston Frowick. Simplemente, Halston.
Halston fue un diseñador norteamericano que revolucionó el mundo de la moda en los años 60 y 70, en diferentes aspectos. No sólo en el uso de tejidos sino también en cuanto a patrones, corte, estilo, estampados y noción de la moda en general. Su simplicidad conceptual supuso una ruptura y una bocanada de aire fresco, alejada de los diseños estructurados imperantes hasta entonces, que vestían los cuerpos de las mujeres de clase alta, pero sin caer en la informalidad hippie más propia de la clase media-baja.
Además, con una mente visionaria y una concepción global del marketing que ya quisieran muchos hombres de negocios de este siglo, Halston no se ciñó al diseño de ropa sino que expandió su proyecto a la creación de otras líneas complementarias: bolsos, gafas, colaboraciones con aerolíneas, interiorismo, complementos en general… Aún así, no fue un simple diseñador de gran éxito.
Halston era muy creativo, también muy ambicioso, perfeccionista, controlador, perseverante y un gran seductor. En su trabajo. En su vida personal, era el party animal de la época. Es imposible entender el Nueva York de finales de los años 70 sin el nombre de Halston en las crónicas sociales, siendo portada de revistas semanalmente. Era la época de Studio 54 y el diseñador era la socialité imprescindible cada noche junto a actores y actrices de renombre, cantantes, artistas, modelos… la cocaína no podía faltar, ni las fiestas, el sexo, el glamour, la música ni el lujo.
Todo esto era Halston. Todo esto debería estar en Halston, la miniserie de cinco capítulos de Netflix, coproducida por el ya veterano Ryan Murphy, dirigida por Daniel Minahan y protagonizada por Ewan McGregor. La ausencia es lo que define esta serie estrenada el 14 de mayo de 2021. Ausencia de profundidad en la trama, ausencia de una trayectoria bien contada, ausencia de vivencias que convierten decisiones del protagonista en incongruentes, ausencia de ritmo, ausencia de alma al contar una historia…
El principal fallo de esta producción de Netflix es explicitar la vida de Halston de una forma exacerbada. No existe absolutamente ninguna diferencia, en cuanto a resultado, entre ver esta serie durante sus cinco horas de duración y leerse la página del diseñador en la Wikipedia en menos de cinco minutos. Hechos, hechos, hechos…. Nacimiento, trauma, ambición, diseño, control, sexo, amistad, Studio 54, drogas, París, Olympic Tower, empresa y muerte. ¡Ah! Y un final más propio de serie de domingo por la tarde en televisión en abierto.
La falta de empatía y el exceso de frialdad en las relaciones mostradas… todo eso le ha pasado factura a Ryan Murphy
La concatenación de situaciones, de sentimientos reiterados sin permitir al espectador el tiempo para su asimilación, la falta de empatía y el exceso de frialdad en las relaciones mostradas… todo eso le ha pasado factura a Ryan Murphy. En ocasiones como ésta, menos hubiera sido más. Y Murphy ya tenía a sus espaldas la fórmula ganadora: El asesinato de Gianni Versace, también de Netflix. Sabía lo que funcionaba. No era necesario aspirar a contar una vida entera si no se tenía la garantía de que se iba a hacer con éxito.
Es imperdonable que la única secuencia que rezume autenticidad de la serie no dure ni cinco minutos. ¿Quién es Halston? Halston es su perfume: orquídeas, tabaco y sexo. En esa escena del capítulo tres en la que, en un íntimo tête à tête con una perfumista, se buscan las notas que crearán su fragancia, el diseñador por fin se revela en pantalla. El espectador es capaz de ver a la persona seductora, con sentido del humor, herida, traumatizada, al genio creativo que se expone frente a alguien y desnuda su interior, a la vez que mantiene un control acérrimo sobre su vulnerabilidad.
Consciente de su excepcionalidad, el diseñador abraza su debilidad, la comparte, exhibe su creatividad pero no deja de ser él quien marca los tempos: al hablar de sus traumas, al reconocer sus bloqueos emocionales y, todavía así, al decidir cuándo y de qué manera hacerlo. Son menos de cinco minutos de pura verdad visual, por fin. Porque, en general, el Halston de Netflix es simplemente un boceto del Halston que brilló en los años 70.
https://www.youtube.com/watch?v=yCgdWHwEnrg
Derivado de ese primer fallo, con ese cimiento tan wikipédico, llega como consecuencia el segundo desacierto. Ante el evidente fracaso de realizar una panorámica completa de la vida profesional y personal de este gran diseñador de referencia, la opción hubiera sido optar por una de las dos vertientes. La cuestión es que ninguna de las dos se aguanta por sí sola porque existen carencias y ambas están descontextualizadas por falta de contenido.
Halston fue una referencia para el mundo de la moda de los años 70 y una de sus mayores aportaciones fueron sus patrones de una sólo pieza cortados al bies, con las mínimas costuras. Junto al corte, los patrones geométricos, los acabados… todo esto debería estar presente de una forma muchísimo más extensa y explayada en la serie de Netflix si se desea optar por esta línea y apenas está perfilado. Ver a un diseñador rasgando telas en el suelo no es suficiente.
Para hablar del bagaje profesional de Halston y del camino recorrido no se puede obviar a su antecesor Charles James que le sirvió como inspiración antagónica para sus líneas simples y libres que excarcelaban el cuerpo de la mujer de la rigidez de la época. ¿Cómo es posible explicar la deconstrucción conceptual realizada por este diseñador sin mostrar un sólo patrón en pantalla? Es una serie sobre moda, es lo pertinente. Es lo esperado. Es más, aparte de una inexplicable obsesión por Balenciaga y la presencia de Óscar de la Renta en Versailles, ¿dónde está el resto de diseñadores del mundo? Ni se les menciona.
Y si la descontextualización profesional es notoria, el aislamiento social mostrado en la serie es flagrante. Halston era el hombre del momento en Nueva York y, según Netflix, su acompañamiento habitual eran su mejor amiga Liza Minnelli, su amante Victor Hugo, su ilustrador Joe Eula, la modelo Elsa Peretti, el diseñador Joel Schumacher y pocos más. Esto es un retrato completamente desdibujado. ¿De qué manera se va a entender así la importancia de este personaje en la historia?
Ryan Murphy, aunque basara su serie en el libro «Simply Halston» de Steven Gaines, obligatoriamente ha tenido que tirar de hemeroteca y de entrevistas al diseñador. Y la pandilla habitual de Halston era numerosísima y con nombres que serían el sueño de cualquier editor de revista de la época. Andy Warhol era íntimo de Halston, al igual que Yves Saint Laurent, Elizabeth Taylor o Cher. También estaban Anjelica Huston, Marisa Berenson, Lauren Bacall, Pat Cleveland, Bianca Jagger… la gran modelo Iman desfiló por primera vez para Halston. Todos inexistentes o casi en la serie.
A la hora de contar los últimos años del imperio Halston, Ryan Murphy podía optar por varias posibilidades y ha preferido una narrativa más conservadora que atribuye al propio diseñador la pérdida de su legado y le responsabiliza por entero de su caída. Su adicción a las drogas, su falta de ética y profesionalidad en el trabajo serían los motivos que habrían provocado su cese de la empresa, a la que años atrás había vendido los derechos de su nombre. Una vez fuera de la empresa, el modisto nunca más pudo volver a ser Halston profesionalmente. De nuevo, wikipedia al rescate. Juego sobre seguro.
Cuando se realiza un biopic, deben existir varias fuentes que nutran con visiones diferentes el guion y así le otorguen complejidad y profundidad. Ambas características de las que carece el producto de Netflix. En el año 2019, CNN Films emitió el magnífico documental Halston de Frédéric Tcheng, donde, en menos de dos horas, el diseñador cobra vida de nuevo y llena la pantalla de magia al igual que lo hizo en los años 70 con sus diseños.
El documental de CNN Films debía ser fuente imprescindible para la creación de la serie de Netflix y, visto el resultado, no puede haberlo sido
Es ese un trabajo riguroso, muy bien documentado y justificado, profundo, reflexivo, con imágenes y audios del propio diseñador y… (esto es lo importante) presencia de todo su entorno que sigue vivo: Liza Minnelli, secretarias que trabajaron con él, Joe Eula, Elsa Peretti, modelos, diseñadores, directivos, John David Ridge e incluso su último verdugo profesional, Carl Epstein. También de su familia (que omite Ryan Murphy): sus hermanos y su sobrina, que trabajó con él. Y es justamente el visionado de este documental con su ingente cantidad de pruebas documentales el que permite detectar todavía más inconsistencias y errores históricos en la serie de Netflix.
Para aquellos que no deseen ver el documental, permitidnos desde Serielizados completar el trabajo que no ha hecho Ryan Murphy: Halston era drogadicto, sí, pero tenía un talento como pocos. Cuando quiso vestir a todas las mujeres del mundo de cualquier clase social (a los genios se les consiente ese ego megalómano), creó una colección para la popular JCPenney. Se dijo en los medios que esa colección acabó con su carrera. Falso. La colección triunfó. Pero, entonces, los clasistas Bergdorf Goodman y otras tiendas igual de snobs decidieron retirar las colecciones de Halston para que su clientela siguiera manteniendo su status y vistiera con modelos exclusivos.
Fue un boicot en toda regla y como, obviamente, esta situación provocó pérdidas, se originó el caldo de cultivo perfecto al que la corporación Esmark, en general, y Carl Epstein, en particular, se agarraron oportunamente para prescindir de Halston y dejar de aguantar su caprichos creativos. El documental de CNN Films debía ser fuente imprescindible para la creación de la serie de Netflix y, visto el resultado, no puede haberlo sido.
Fun fact: en la actualidad y, a pesar del boicot y de los cambios de dirección y propiedad de la empresa Halston durante las últimas décadas, Bergdorf Goodman sigue vendiendo los diseños Halston en su web (y no nos llevamos comisión por decirlo).
Obviamente, hay 5 cosas que se salvan de la hoguera:
1. Liza con Z
Krysta Rodríguez interpreta a una fantástica y verosímil Liza Minnelli. Desde el minuto uno que irrumpe en pantalla con su show «Liza con Z» aporta todo el carisma, encanto y personalidad que identifica a la propia artista real. Los números musicales en los que brilla, destacando especialmente el de «Versailles», proporciona un gusto a Broadway muy refrescante, que rompe con el tedio constante de la serie.
En este sentido, se unen el buen hacer de Ryan Murphy curtido en series musicales como Pose y Glee y el talento de Krysta Rodríguez, que no pudo desarrollar todo su potencial en la prescindible segunda temporada de Smash. Pero no es sólo el talento musical, sino que la Liza de Krysta, al no tener el condicionamiento de una historia extensa que contar, logra transmitir magníficamente todo el rasgo de intensas emociones negadas al protagonista.
2. Ewan McGregor
Sin duda, el factor más valioso de la serie. El trabajo que hace Ewan McGregor a la hora de emular al diseñador Halston es encomiable, a nivel de porte, compostura, forma de caminar, gestos, mirada y, sobre todo, dicción, expresión y modulación de la voz. Cierto es que en una comparación estricta con el original, McGregor podría parecer exagerado, pero pocos actores podrían llevar a cabo esta recreación con tanta soltura, naturalidad y buen hacer.
Es más, en una serie autobiográfica, se consideraría más censurable el no reconocer a un personaje que la acentuación e intensificación de ciertos rasgos del protagonista. Con este trabajo, Ewan McGregor, en un acto de generosidad sublime, se pone al servicio total del personaje en todas sus facetas y no crea ningún Halston sino que intenta revivir el existente en la medida que el guión se lo permite. Y, aún a pesar de todas las limitaciones, McGregor hace un trabajo excepcional.
3. Diseño en vivo
Ver a un genio trabajar, independientemente del sector al que pertenezca, debe ser una experiencia inolvidable al alcance de pocas personas. Así que, para los amantes de la moda y el diseño, conocedores de la técnica de Halston y de su estilo, puede ser muy placentero visionar una recreación de su trabajo en el estudio. Durante apenas unos minutos, porque no es más, es posible vislumbrar el rápido proceso creativo de la mente de este visionario como, con sólo un vistazo a un cuerpo, tiene una visión que materializa con tejidos seleccionados, rasgando telas, un par de cortes certeros y emulando sensaciones con un vestido.
4. Espacio para la reflexión
Si es posible abstraerse y alejarse del endiablado ritmo de sucesos consecutivos que muestra la serie, que no dejan espacio ni a la reflexión ni a las emociones, sería posible cuestionar la alianza que suele existir entre el mundo de los negocios tan frío y pragmático con el sector de la moda más flexible y creativo. De hecho, la pérdida del nombre de Halston es a causa de las corporaciones, empresas y sus licencias y no tiene nada que ver con el diseño. Y esta situación es extrapolable a otros ámbitos donde los negocios y el capitalismo marcan las reglas del juego.
5. Historia y vigencia actual
Pudiera parecer que los años 70 y, por ende, el diseñador Halston quedan lejos en el tiempo pero nada más lejos de la realidad. Los diseños y la creatividad de este genio siguen vigentes y el relato de Netflix desvela la repercusión de Roy Halston Frowick en la actualidad.
Jackie Kennedy optó por el sombrero pillbox para la investidura de su marido JFK en el año 1961, pero ese modelo se sigue usando hoy en día. El vestido Ultrasuede es un icono de la moda y, aunque su nombre hace referencia a un tejido específico, no deja de ser un vestido camisero que en pleno 2021 se encuentra en cualquier tienda, de Haute Couture o no, con idéntico patronaje. En la película Sexo en Nueva York 2 (tranquilos, no estamos mezclando churras con merinas), Carrie Bradshaw luce hasta tres modelos Halston diferentes y absolutamente preciosos.
Y, finalmente, no hay que olvidar el cariz visionario de las líneas de negocio de Halston. En pleno siglo XXI todos los grandes diseñadores crean líneas complementarias a sus diseños, no sólo ropa. Más aún, un gran número de diseñadores, en algún momento de su carrera, han creado cápsulas, paralelas a la alta costura, con diseños más asequibles. Halston abrió un camino creativo en su época, ampliamente transitado hoy en día.