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Mariano Rajoy no sabrá dialogar con regiones autonómicas o lidiar con catástrofes ecológicas como la del Prestige o los recientes incendios de Galicia, pero de política internacional, si nos referimos a política internacional, la verdad es que tampoco tiene ni idea. Suya es la frase “España no es Uganda”, que soltó en el año 2012 para defender la economía española al compararla con un supuesto país en vías de desarrollo débil económicamente. Le llovieron las hostias por todos lados (no de las que no duelen, como los porrazos y patadas, sino terribles zascas en medios de comunicación y redes sociales), como por ejemplo el hecho de que en ese momento el PIB español era negativo y en Uganda crecía a un ritmo del 5% anualmente. Hoy, un lustro después de esas declaraciones, escribo este artículo para demostrarle a Mariano que estaba aún más equivocado si cabe: si hablamos de series, España y Uganda sí son muy similares.
La brecha existente entre Occidente y lo que Occidente llama Tercer Mundo (una muestra más de nuestra prepotencia) es menor de lo que podría parecer en términos culturales. Si bien la forma de expresarlo es claramente distinta, las inquietudes vitales que remueven las conciencias en ambos mundos son de gran parecido. Sí, Uganda ocupa la posición 163 de un total de 188 países en cuanto al Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (España está en vigesimoséptima posición) y visitando el país salta a la vista que su situación económica dista mucho de ser ideal. Pero viendo las series de cabecera en Uganda, las de mayor éxito y también las de corte más alternativo, nos damos cuenta de que Uganda podría ser España y España podría ser Uganda. Espanda. Ugaña. O algo así.
Kampala es una ciudad grande pero no monstruosa, repleta de actividad y bullicio, más amistosa y segura que muchas capitales europeas. Y en sus calles se puede palpar la juventud de un país cuya media de edad es de 16 años. El dato es chocante. Los adolescentes y veinteañeros son la base de la sociedad ugandesa en todos los aspectos, incluyendo, como no, el consumo televisivo. Por ello empezaremos hablando de la serie más exitosa de los últimos años en el país, cuya repercusión traspasó fronteras convirtiéndose en un éxito continental: The Hostel. La sinopsis de la serie se cuenta rápido, pues trata de un grupo de estudiantes que viven en una residencia universitaria cuyas vidas están marcadas por sus miedos, sus esperanzas, sus frustraciones y las relaciones que se establecen entre todos ellos. Con un tono de tragicomedia, The Hostel es una postal de la vida en un centro educativo, con sus momentos a veces de tormento y a veces de esa felicidad que ya nunca más saboreamos en nuestra vida adulta. ¿Os suena este enfoque para una serie de televisión? A mí, muchísimo: Física o Química. La idea es la misma, aunque en el caso español el centro es de secundaria y no universitario. Pero tal y como FoQ lo fue en España, The Hostel en Uganda también fue pionera a la hora de tratar televisivamente temas tan trascendentes para la población joven como la sexualidad, las drogas, el amor, el bullying o las distintas tribus urbanas (o etnias, en Uganda). Con un tono exagerado en ocasiones, sí, pero hay que reconocer a ambas series la valentía de mostrar sin tapujos la vida real de los adolescentes y jóvenes de sus respectivos países.
Lloyd Lutara, guionista ugandés que participó en The Hostel, lo tiene claro. “Los jóvenes se sintieron identificados con The Hostel, se vieron a ellos mismos en la pantalla”, me comenta. Una sensación que millones de adolescentes sintieron aquí en su día con Fer, Paula, Cabano o Yoli. La mayor diferencia entre ambas es que en FoQ brilló con luz propia la visibilidad que dieron a un tema tabú en España hasta ese momento, la homosexualidad. En Uganda, donde las relaciones entre personas del mismo sexo están prohibidas constitucionalmente, tratar el tema en televisión así es utópico. Pero sí que, por ejemplo, The Hostel ha abordado una problemática central en Uganda: el VIH. Un millón y medio de personas viven con el virus en Uganda de un total de 41 millones (3,6% de la población), y un millón de niños son huérfanos por su culpa. Que una serie de éxito protagonizada por gente joven hable sobre la enfermedad y los métodos para evitarla y combatirla es de una importancia suprema. Como en su día lo fue para la aceptación de la homosexualidad entre los jóvenes españoles que FoQ diera galones de protagonista a un personaje abiertamente gay. The Hostel, de cuatro temporadas de duración, ha sido emitida en países como Kenia, Ruanda e incluso el Reino Unido.
Hay muchas más series equiparables. Beneath the Lies recorre el mundo de la prostitución, las drogas y los bajos fondos con un tono que recuerda a Sin tetas no hay paraíso. Deception es un drama que orbita alrededor de la desintegración familiar y el fracaso matrimonial, como hemos visto aquí en tantas y tantas telenovelas tanto de producción española como sudamericana. Coffe Shop va por los mismos derroteros, pero de la fascinación de los africanos por las telenovelas y los culebrones hablaremos otro día. La serie de la que quiero hablar ahora más detenidamente es Yat Madit.
«Tanto ‘Patria’ como ‘Yat Madit’ relatan cómo por mucho que se diga que un conflicto ha terminado, éste puede seguir muy presente durante generaciones«
Joseph Kony, autoproclamado líder espiritual y general al mando del LRA (Lord’s Resistance Army) -un ejército que llegó a tener en sus filas a decenas de miles de combatientes, muchos de ellos niños soldado-, sembró el pánico en el norte de Uganda durante casi veinte años. En la actualidad se esconde en la República Centroafricana con las últimas tropas que le son leales, donde también ha cometido todo tipo de crímenes contra la humanidad por los cuales algunos de sus secuaces están siendo juzgados en el Tribunal de la Haya. Violaciones en masa, asesinatos y secuestro de niños eran el pan de cada día en regiones norteñas de Uganda como Gulu, salvajadas que marcan una sociedad inevitablemente. Yat Madit narra las dificultades que vive una comunidad del norte de Uganda tras las heridas dejadas por Kony y su ejército, como la gente retoma sus vidas tras años de guerra y muerte. Yat madit significa “gran árbol”, el lugar donde los vecinos se reúnen para discutir y solucionar problemas. ¿Hay casos parecidos en España? Series y películas sobre la Guerra Civil y la postguerra hay a montones (Amar en tiempos revueltos, sin ir más lejos), pero en este caso creo que el paralelismo más ajustado sería con la futura producción de Patria, libro de Fernando Aramburu, por parte de HBO España. Tanto Patria como Yat Madit relatan cómo por mucho que se diga que un conflicto ha terminado, éste puede seguir muy presente durante años y generaciones en el territorio que lo sufrió. Valiente la televisión ugandesa por producir una serie de este calibre, valiente Aramburu por describir los entresijos del conflicto vasco. Una pena, eso sí, que sea HBO quien tenga que producir Patria, porque en este país de cunetas y élites olvidadizas la memoria histórica sea un lujo tan difícil de degustar. Vergüenza.
El propio Lloyd Lutara, guionista de The Hostel, tiene en mente un guion para una serie que relata otro de los episodios oscuros de la historia de Uganda: la dictadura de Idi Amin. El propio Lutara es nieto de una figura política importante del país que en su momento, creyendo que sería un buen cambio para un país que vivía bajo la tiranía de Milton Obote, formó parte de los primeros gobiernos de Amin. Al ver la deriva totalitaria y psicópata de este -se le atribuyen un total de entre 300.000 y 400.000 asesinatos- dejó el Gobierno, y tuvo que marchar al exilio debido a que el propio Amin había puesto precio a su cabeza. “Son historias que interesarían internacionalmente. Como Narcos, una historia desarrollada en Colombia que ha tenido un éxito mundial”, asegura Lutara. No le falta razón y prueba de ello es la notable aceptación que en su momento tuvo la película El último Rey de Escocia, donde incluso la interpretación que hizo Forest Whitaker de Idi Amin le valió el Oscar al Mejor Actor.
«Hay grandes ideas que no encuentran quien las produzca porque los grandes canales no quieren arriesgarse a tratar temas como la corrupción”
Lutara, creador también de la divertidísima serie Balikoowa in the city -una comedia que relata la adaptación de un ugandés de las zonas rurales a la gran capital, Kampala-, apunta otro parecido entre la ficción española y la ugandesa. “Los problemas de financiación son graves. Hay grandes ideas que no encuentran quien las produzca, o bien por falta de dinero o bien porque los grandes canales de televisión no quieren arriesgarse a tratar cierto temas en sus parrillas, como la corrupción”. Como ejemplo pone a Urban TV, una de las principales cadenas del país que forma parte del conglomerado Vision Group, propiedad de -adivinen quién- el Gobierno. Además, Museveni, presidente de Uganda desde 1986 y que está maniobrando para cambiar la Constitución y eternizarse en el poder, nunca ha sido muy amigo de airear la corrupción y malas prácticas del sistema político ugandés. ¿Recordáis los problemas que tuvo Crematorio en España para saltar a la televisión que no fuera de pago, verdad?
Tras varias semanas en Uganda, viviendo el día a día de sus gentes, conociendo sus batallas y sus rutinas, me he dado cuenta de que no somos tan diferentes como siempre se nos han querido hacer creer. Viendo sus series de televisión, me queda mucho más claro. Mira The Hostel y sentirás el huracán de sentimientos que viviste de adolescente; mira Coffe Shop y sentirás el calor de tu bar favorito; mira Yat Madit y sentirás propio el dolor de un conflicto del que poco o nada sabías; mira Balikoowa in the city y sentirás que una persona de pueblo desubicada en la gran ciudad -y viceversa- es igual de divertida haya nacido en Kasese o en Villaconejos de Abajo. Al fin y al cabo, el hecho de que la ficción española y la ugandesa tengan tantos elementos en común es una muestra más de que somos todos gente normal. Vivimos en lugares distintos, en diferentes condiciones y físicamente no nos parecemos. De acuerdo. Pero compartimos inquietudes, miedos, alegrías, reivindicaciones y, sobre todo, dignidad ante las adversidades de la vida.
Escrito por Marc Renton en 02 noviembre 2017.
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