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El anime es una de las industrias culturales y de ocio más importantes del país nipón. La actualidad y la tecnología, además de hacer que deba adaptarse a un nuevo contexto digital, han hecho que el anime se expanda aún más y se distribuya internacionalmente de forma legal1, superando la poca oferta de la que gozábamos muchos de los aficionados. En España, por ejemplo, únicamente Cuatro y algunas autonómicas emitían series de cierto interés antes de 2010. Esto ha cambiado en la actualidad con nuevas distribuidoras como Cunchyroll -dedicada exclusivamente al anime-, Netflix o Movistar Plus, así como en la venta de Blu-Ray y DVDs.
En los últimos años ha habido una serie de productos de gran interés que por unas razones u otras han destacado en el anime, contaminado en lo comercial por el fanservice y el ecchi2. Entre estas obras, también vemos que la corrupción hacia lo pervertido, y lo que el público -japonés- quiere, existe. Pero tienen cierto interés por la trama o su tratamiento de personajes, así como por su animación y diseño en general.
Uno de los casos más recientes es Puella Magi Madoka Magica (Akiyuki Shinbo, 2011), un anime que cuenta la historia de Madoka, una joven que descubre que existen las “chicas mágicas” y decide que quiere convertirse en una de ellas. Quizá recuerde a Sailor Moon o Sakura, cazadora de cartas con esta premisa, pero nada más lejos de la realidad: Madoka es uno de los animes que mejor explotan las convenciones del género para realizar una gran vuelta de tuerca que nos revelará una realidad nueva, de la que no hablaré para no entrar en spoilers.
También hemos hecho referencia a otro anime en artículos anteriores, que recoge ese testigo del que hablábamos y donde el ecchi está presente: Kill la Kill (Hiroyuki Imaishi, 2013-2014). Imaishi vuelve con otra serie de gran formato, pero con diferencias sustanciales respecto a Gurren Lagann en la trama. Siguiendo el ambiente distópico, esta vez se toman referencias a conceptos argumentales típicos del anime: una estudiante de intercambio revoluciona el instituto, la nueva estudiante se enfrenta a lo establecido luchando contra los que controlan la Academia Honnoji, el padre de la estudiante de intercambio murió en extrañas circunstancias…
Este mix de elementos deriva en una historia en la que Ryuko, la estudiante de intercambio, debe enfrentarse a la tiranía de la ropa de fibra vital y sus baluartes con la ayuda de Senketsu, un uniforme del mismo tejido que la ayudará a rebelarse contra el poder de Satsuki Kiryūin, la presidenta del consejo estudiantil. Con numerosos gags, mucho vestido corto y chicas al poder, podemos identificar Kill la Kill como una figura de lucha contra los lobbies que controlan el mundo de la moda, otro tipo de tiranía.
«‘Rōnya‘ añade el 3D, introduciendo de lleno al Studio Ghibli en las nuevas formas de animación»
Otra de las incursiones destacables en el anime reciente es Sanzoku no Musume Rōnya (Goro Miyazaki, 2014), primer anime realizado por el mítico Studio Ghibli, y que es una adaptación de Ronja, la hija del bandolero, de Astrid Lindgren, autora de libros como Pippi Langstrum. La historia de Ronja, enfocada más bien al público infantil, nos contará cómo los niños son, en muchas ocasiones, más maduros que los adultos, a través de la amistad entre Ronja y Birk, ambos hijos de jefes de bandas de ladrones enfrentadas. Manteniendo el tradicional diseño de personajes Ghibli, Rōnya añade el modelado 3D, introduciendo de lleno al estudio en las nuevas formas de animación, cada vez más habituales en el anime. Amazon ha anunciado que la serie será lanzada el 27 de enero doblada al inglés, mientras que Movistar Plus ya la tiene en su catálogo en nuestro país.
Con reminiscencias de Paranoia Agent, en 2013 la Young Animator Training Project3 dio luz verde al cortometraje Death Billiards, de Yuzuru Tachikawa, que en 2015 sería lanzado por Madhouse como Death Parade manteniendo a su creador. Este anime parte de un interesante concepto: si dos personas mueren al mismo tiempo, van a parar a un bar en el que los camareros son jueces de los Juegos de la Muerte, que determinan cuál de las almas se reencarnará y cuál se perderá en el vacío. El aspecto colorista, el interés por la deformación de los personajes y su interesante premisa dramática hacen de Death Parade un producto con personalidad propia y ganas de destacar en la industria japonesa.
Hablar de series acabadas es, por supuesto, mucho más fácil que hacerlo de las que siguen en emisión. Pero el presente, al mismo tiempo, es tan apasionante y complejo de analizar que no puedo dejar de hablar sobre ellas, tanto por la revitalización que han dado a su género como por su propia calidad respecto a su formato. Es el caso de Shokugeki no Souma, que revisa el anime de cocina a través de Haikyū!!, un soplo de aire fresco al trillado spokon4 y un éxito que Movistar Plus ha licenciado en España; o Boku no hero Academia, (no tan) típico shonen de personajes con poderes y cuyo protagonista es un pringadete que sueña con ser el mayor de los héroes.
No puedo acabar el artículo sin hablar de esas series en emisión que, como hiciera Death Note, se han vuelto tremendamente populares en todo el mundo. Es el caso de Shingeki no Kyojin (Ataque a los titanes) y One-Punch Man. De la última ya hablamos en SERIELIZADOS, así que tan solo la recomendaré encarecidamente y diré que, si os gustó Bobobo, ésta os va a encantar. Llena de juegos de palabras, referencias al anime comercial y con Saitama, uno de los mejores protagonistas del anime de los últimos tiempos, One-Punch Man es una de las obras más divertidas y espectaculares de la animación televisiva japonesa reciente.
Shingeki no Kyojin es caso aparte. Es una de esas rara avis que suceden cada cierto tiempo y que encandilan a la audiencia, un complejo puzzle del que sólo nos falta tener todas las piezas cuando la serie se reanude. Maldigo el día en el que acabó la primera temporada, ya que hasta abril de este año no estrenará la segunda, cuatro años después. Los diez primeros capítulos son una verdadera delicia llena de crueldad e injusticia, de desesperanza y sangre. La segunda mitad del anime decae y es donde se inicia la trama del rompecabezas. Con personajes carismáticos -sobre todo los miembros del Escuadrón de Reconocimiento- y un medido hilo narrativo, Tetsuro Araki -creador de Death Note– volvió a revolucionar el panorama del anime con una de las producciones japonesas más exitosas de los últimos tiempos.
El anime como creador de conciencia cultural resulta fundamental para entender la sociedad japonesa y, en extensión, su propio imaginario colectivo. Además de un interesante fenómeno y de un llamativo objeto de estudio para establecer algunas de las numerosas diferencias entre oriente y occidente, el anime es entretenido y esclarecedor. Entre estas diferencias podríamos destacar los mecanismos de producción tan frenéticos que el anime desarrolla, así como la gigantesca diferencia en cuanto al papel de las audiencias: los japoneses, y, concretamente, los otaku, tienen un peso capital en la toma de decisiones argumentales de prácticamente todas las historias, que quedan determinadas por el fanservice. Esta es una de las razones del odio de Hayao Miyazaki a los otaku y al término anime, que él afirma que no hace.
«El anime actual padece el mismo deterioro que la industria de Hollywood. Podría estar sufriendo falta de originalidad»
Sin embargo, también hay similitudes entre ambos mercados. El anime actual, cada vez más trillado, padece el mismo deterioro que la industria de Hollywood. Muchos de los productos más interesantes del panorama proceden de mangas de gran éxito y parece que la producción animada japonesa podría estar sufriendo falta de originalidad. La recuperación de “clásicos” –Dragon Ball, Rebuild of Evangelion– y el mantenimiento de serie eternas –One Piece, Naruto-, con gigantescos nichos de mercado, a lo que sumamos el auge de animes de temas menos tratados -cocina, deportes, dramas de instituto…- nos muestran un mercado que comienza a ser más repetitivo y pobre.
A pesar de que se siguen creando animes de interés, son casos minoritarios. La industria japonesa necesita una urgente remodelación, y no sólo a nivel estructural -adolece de falta de presencia femenina, entre otras cosas-, sino también creativo. Hay, por supuesto, productos que nos hacen pensar que esta remodelación comienza a llevarse a cabo, así como la mejora en la distribución e internacionalización del anime. La situación de desgaste, llena de remakes, que viven en el mercado japonés y el estadounidense, sin embargo, nos hacen dudar y preguntarnos cuál es el camino que ambas van a tomar. ¿Pueden, verdaderamente, recuperarse? Es algo que sólo el tiempo nos dirá.