El caleidoscopio de las emociones y el falso sueño americano
'BoJack Horseman' solamente

El caleidoscopio de las emociones y el falso sueño americano

La cuarta temporada de ‘BoJack Horseman’ ha vuelto a calmar el mono de sus adictos con la triste historia del caballo más querido de la televisión y sus variopintas amistades. La dureza y la sátira siguen siendo sus mejores armas y su único defecto, que se acabe en doce capítulos.

Con el paso del tiempo, y ante las miradas escépticas de los convencidos de que de la animación no puede salir nada serio ni trascendental, los dichosos dibujitos han madurado y se han convertido en premiables más allá de cuestiones técnicas y estéticas. La animación ha llegado a la fase adulta en televisión y, pese a quien le pese, poco tiene que envidiarle a la ficción de acción real. Porque la animación para adultos ya no es solo Adult Swim, las historias psicodélicas de un niño héroe y su perro o los viajes espacio-temporales de un científico y su nieto. Ha traspasado la barrera de la familia amarilla de padre vago americano y ha llegado al siguiente nivel: el drama del que fue actor de sitcoms en los noventa y que ahora vive de las rentas de su fama pasada, la droga y el alcohol. Y, además, es un caballo.

La historia de BoJack es la del Hollywood más injusto y depredador, pero también la del antihéroe, la del pastiche y la referencialidad. Es, de hecho, consecuencia directa de este extraño evento que pocos se atreven a definir -yo el primero- pero que a todo el mundo le encanta nombrar: la posmodernidad. Porque BoJack es un alcohólico y un drogadicto, pero también un intelectual, como el propio equipo artístico de la serie, que no duda en incluir pinturas que homenajean directamente a algunas de las obras más importantes de la historia del arte: ‘El nacimiento de Venus’ en el restaurante de BoJack u ‘Ofelia’ en casa de Sarah Lynn. Podemos evidenciar estas referencias, directas e indirectas, en numerosos puntos de la serie: tramas narrativas en torno a la sátira política o polémicas de actualidad como el aborto, el feminismo o la corrupción, situaciones encubiertas de narcotráfico o explotación femenina… Y, además de la gama temática de BoJack Horseman, tenemos en su formato el mainstream más puro y posmoderno: la meta-comedia.

Antes de empezar a hablar de una temporada que ha alternado bastante la línea narrativa de las anteriores, vamos a detenernos en una aparente nimiedad que no debería pasar nunca desapercibida: los créditos iniciales. Y, ¿por qué resulta significativo hablar de ellos? Porque nos cuentan la intrahistoria de la serie, y nos dan pistas sobre qué ocurre en ella. Y con la evolución que marcaran openings icónicos –Los Soprano, The Wire, Six Feet Under, Los Simpsons o Mad Men– se han creado cabeceras que cambian según las temporadas e incluso los capítulos, como las de Juego de Tronos, que nos marcan las localizaciones del episodio según los lugares que aparecen en los créditos.

«En esta cuarta entrega hay un reparto igualitario de todos sus personajes, que siguen su camino independientemente de BoJack»

En la cuarta temporada hay un cambio sustancial en la cabecera de la serie. Mientras que en las anteriores temporadas vemos a BoJack pasar por el set de rodaje o la alfombra roja, en ésta le vemos desnudo rodeado de formas caleidoscópicas de las personas que conforman su experiencia vital, mientras él expresa incomodidad. Este reflejo -que tiene con personajes como Herb, Princess Carolyn, Todd, Hollyhock o su madre, todos ellos fundamentales- nos ayuda a imaginar lo que va a ser esta temporada. Porque, a diferencia de las anteriores, donde el protagonista evidente era BoJack y todas las tramas pivotaban en torno a su vida, en esta cuarta entrega hay un reparto igualitario en importancia de todos sus personajes, que siguen su camino independientemente de BoJack: Diane y Mr. Peanutbutter intentan sacar adelante su matrimonio, Princess Carolyn procura compaginar su vida laboral y en pareja, Todd comienza a asumir su condición como asexual -importantísima la visibilización de este tipo de realidades en el audiovisual- y Hollyhock, que aparece en esta temporada, es una adolescente que intenta encontrarse a sí misma a través de BoJack, su posible padre biológico.

Pero ninguno de estos personajes es el más importante. No lo es el propio BoJack ni ninguno de los que le han acompañado hasta ahora. La fundamental esta temporada no es otra que su madre, Beatrice Horseman. Y por ella cobra sentido la profundidad que se le ha achacado a la serie desde su inicio y que ha aumentado conforme la historia ha seguido. Porque BoJack, como decíamos, no es una serie de animación para adultos al uso, sino que es la historia del declive de un personaje depresivo y deprimente que es incapaz de tomar las riendas de su vida sin hacer daño a las personas que le importan. Aunque no necesitáramos un background con los condicionantes que explican por qué BoJack es tóxico, añadir flash-backs con la historia de Beatrice no solo es un acierto narrativo, sino también una truculenta estrategia dramática que nos ayuda a profundizar en la condición humana y los problemas generacionales de las familias desestructuradas. Porque BoJack está condenado, como su madre Beatrice, a la infelicidad, a sentir vacío. Porque son cobardes y buscan la solución más sencilla: la huida.

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Todd y Princess Carolyn

La ya variada gama temática de BoJack Horseman aumenta en esta caleidoscópica temporada con el tratamiento de asuntos tanto universales como particulares. Además de los problemas de pareja entre Diane y Mr. Peanutbutter, hay tiempo para hablar del circo de la política y de la opinión pública -uno de los sectores que más palos se lleva de la serie- con el intento del perro antropomorfo de convertirse en senador. Al mismo tiempo, Diane empieza a trabajar en una revista online de contenido viral en la línea de BuzzFeed, sintiéndose contrariada por sus aspiraciones de publicar contenido del que esté orgullosa, una de las preocupaciones más millenials que existen, ante sus anteriores aspiraciones en clara sintonía con Paul Auster y su paso de ser “negro” escribiendo para otros a convertirse en un autor de éxito. Por su parte, Princess Carolyn se enfrenta al miedo a la soledad y las ganas de ser madre ante las dificultades que entraña tener hijos y, al mismo tiempo, ser parte de una industria tan destructiva como la audiovisual, más aún en el salvaje oeste hollywoodiense. El desarrollo de la personalidad de Todd Chávez, que nace para ser el bufón de BoJack Horseman, es encomiable. No solo por el tratamiento -y por extensión, la visibilización- de su condición como asexual, sino también por la evolución de su relación con BoJack. Ya no es dependiente, sino que ha tomado las riendas de su vida y la desarrolla hacia donde él mismo marca, en este caso, parece que hacia la ayuda a los demás, como nos muestra el tercer episodio de esta temporada -que se llama, literalmente, “¡Viva! ¡El episodio de Todd!”.

Al igual que la comedia, el drama, la dramedia, la sitcom y casi cualquier formato televisivo que podamos imaginar han evolucionado y madurado hacia nuevos campos, también lo han hecho las producciones animadas. Y el hijo mayor de Walt Disney y Cartoon Network se ha independizado de las amables y locuelas aventuras antropomórficas para dar el siguiente paso: hacer creíble una historia en la que el protagonista y muchos de los personajes son animales, aspirando al mismo tiempo a lo absurdo y antinatural que permite la animación, y a una dureza emocional del mayor calado posible. Porque BoJack Horseman es la confirmación de una nueva forma de hacer animación en televisión, de la que ya había retazos en producciones anteriores, y que recoge lo mejor de éstas y del posthumor televisivo de este siglo, para hacernos llorar como magdalenas al identificarnos con un alcóholico, drogadicto, depresivo y tóxico caballo que triunfó relatando el sueño americano de las sitcoms noventeras y se hundió en él.

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