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Ni príncipes encantados ni mujeres pluscuamperfectas. En las nuevas comedias románticas los kamikazes del amor son pringados de manual, egoístas incorregibles y depresivos diagnosticados adictos a toda clase de sustancias. La reinvención del género es una realidad y Love, la creación de Judd Apatow para televisión, es una muestra más del fenómeno. Olvídate del amor tal y como te lo contó Disney.
Con su proyecto para Netflix, el director neoyorquino recupera su microcosmos habitual que une como un hilo invisible sus incursiones televisivas y cinematográficas. Como ya pasaba en la serie de culto Freaks and Geeks, aquí los héroes de la función son de todo menos los triunfadores de la clase: son los que han recibido las collejas y las burlas de sus compañeros, también los y las rebeldes sin causa. Ya sean adolescentes o supuestos adultos, les une un total desconocimiento de qué quieren hacer con sus vidas. Son personajes no especialmente simpáticos o empáticos y que, como en Girls, adolecen de un egocentrismo superlativo, mal que parece imperante e inherente a nuestro tiempo, si hacemos caso a las dramedias que nos llegan de Estados Unidos.

«Los capítulos nos permiten ir descubriendo sus diferentes capas, algunas más oscuras que otras»
Gus (Paul Rust) y Mickey (Gillian Jacobs), los protagonistas de Love, encajan en esta definición. El primero podría ser una versión adulta del Sam Weiss de Freaks and Geeks, menos inocente y bastante más cargante tras su armadura de buena persona. Su partenaire femenina responde al canon de la chica encantadoramente autodestructiva, un patrón que hemos visto repetido en Girls y otras comedias “indies” y que, tratado con poca finura, puede caer en el tópico de la damisela en apuros que necesita ser salvada. Por suerte, Judd Apatow, Paul Rust y Lesley Arfin, creadores de la serie, evitan ir por esos derroteros y dotan a Mickey de vulnerabilidad pero también de cierta lucidez. En el caso de Gus, lejos de estancarse en el estatus de buenazo que se deja mangonear, los capítulos nos permiten ir descubriendo sus diferentes capas, algunas más oscuras que otras. Sí, Mickey tiene muchos problemas que resolver pero él es un auténtico pelmazo.
Entre otras muchas cosas, los personajes de Love se autodefinen como unos descreídos del amor por culpa del influjo diabólico de películas como Pretty Woman o Cuando Harry encontró a Sally, armas de destrucción masiva que hacen que la realidad nunca responda a las expectativas. Lo que convierte en terrenal a Love y otras nuevas comedias románticas es que el amor no llega en forma de flechazo cegador si no que nace de una cotidianidad imperfecta, plagada de traumas, recelos y cortapisas.

«Es inevitable compararla con ‘You’re the Worst’, otra comedia en la cual la frontera entre la risa y el llanto está difuminada»
Es inevitable comparar la serie de Netflix con You’re the Worst, otra comedia en la cual la frontera entre la risa y el llanto está más bien difuminada. Eminentemente urbana, ambas lo son, y más histriónica, la serie de FX ha dado un paso adelante dando cabida a una temática poco habitual en el género como es la depresión crónica.
A pesar de las dudas que planteaba cuando se empezó a desvelar la trama, la inclusión de la enfermedad que afecta a Gretchen (Aya Cash) ha sido un elemento determinante para la maduración de la relación entre los dos personajes. La depresión funciona como el elefante en la habitación que tarde o temprano deberán de afrontar, un reto mayúsculo para dos personas que evitan a toda costa tomarse las cosas en serio.

«Los personajes son tan verosímiles, se alejan tanto de los estereotipos, que es imposible no desear que todo les salga bien»
La inclusión de temáticas consideradas propias del drama es un elemento común en las comedias románticas libres de azúcar. La británica Catastrophe de Channel 4, no escapa a ello. En este caso, Rob y Sharon deciden seguir adelante con su relación a pesar de tener todos los números para acabar como el rosario de la aurora: embarazo a la primera de cambio y un pasado de alcoholismo. Como en los dos casos anteriores, los problemas no se endulzan aunque sí se les saca punta. Los personajes son tan reales y verosímiles, se alejan tanto de los estereotipos que durante años nos han querido vender, que es imposible no acabar deseando que todo les salga bien.
Parte de la fuerza y el atractivo de esta revisión del género se encuentra en no convertir el amor en el principio y final de la historia. Estas nuevas ficciones no se focalizan en personajes unidimensionales entregados en cuerpo y alma a un amor arrebatador, sino que nos encontramos con seres complejos que intentan encajar una posible relación romántica en medio de la dificultad que de por sí conlleva la vida, algo con lo que muchos espectadores se pueden sentir identificados.
Estas tres comedias románticas son una pequeña esperanza para todos aquellos que no se resisten a renunciar al género. Le aportan valor y entidad y son la respuesta ideal para los que lanzan su veneno condescendiente contra un género en el que Meg Ryan hace tiempo que dejó de reinar.