Sherwood: Un brillante thriller sobre las heridas sin cerrar del pasado
Crítica de la serie (FILMIN)

‘Sherwood’, un brillante thriller sobre las heridas sin cerrar del pasado

La serie de BBC estrenada en Filmin, está inspirada por unos asesinatos ocurridos en Nottinghamshire en 2004 y los entrelaza con inteligencia con las huelgas de los mineros de principios de los 80
Sherwood Filmin

David Morrisey ('The Walking Dead') y Terence Maynard ('Condena') son dos hombres de ley en 'Sherwood'.

Entre 1984 y 1985, los mineros británicos echaron un pulso al gobierno de Margaret Thatcher con una huelga que paralizó las explotaciones del sur de Gales y el norte de Inglaterra, mientras en la zona central tuvo un seguimiento muy desigual. Se convocó para impedir que se cerraran minas dentro del plan de Thatcher de liquidar las empresas públicas del país y liberalizar al máximo la economía. Duró casi un año y se desconvocó sin que se hubieran conseguido los objetivos propuestos, y sin evitar que muchos pueblos perdieran su sustento económico en los años siguientes.

Es un periodo que ha sido bastante fértil para la ficción británica, desde películas como Tocando el viento, Billy Elliot o Pride a la serie Sherwood, disponible en Filmin después de haber llamado poderosamente la atención durante el último Serielizados Fest. Y no es para menos.

Inspirada en unos asesinatos reales ocurridos en Nottinghamshire en 2004, de donde es oriundo su creador, James Graham, nos lleva a un pueblo que, cuarenta años más tarde, aún nota la tensión suscitada por aquella huelga y la animadversión entre los mineros que la secundaron y los esquiroles que fueron a trabajar.

Aquí no hay periodistas carroñeros buscando una historia sensacionalista, pero sí un inspector de policía demasiado obcecado con su deber.

Nadie habla sobre el pasado porque todos creen que, si olvidan, podrán pasar página, pero el asesinato de uno de los huelguistas, alguien que predicaba el “ni olvido ni perdón” hacia quienes se habían saltado los piquetes, provoca que la calma tensa del pueblo salte por los aires. Esto podría ser un policiaco apañado con un trasfondo histórico de gran peso en Reino Unido y poco más, pero Graham opta por algo más inteligente, que es involucrar a todo el pueblo.

La mística del bosque de Sherwood

Al fin y al cabo, la mitad de sus habitantes son familia, muchos hace años que no se hablan entre sí aunque sean vecinos y las consecuencias de la huelga están tan vigentes como en los 80. La muerte de Gary Jackson, de los pocos mineros que no fueron a trabajar en el condado, sacude la falsa fachada de tranquilidad del lugar.

Sherwood

El recuerdo de las huelgas de los 80 sigue estando muy presente en ‘Sherwood’.

Lo asesinan, además, con una flecha y el culpable huye al bosque, lo que da para todo tipo de comparaciones con Robin Hood que el jefe de policía quiere evitar y que la propia serie deja en el aire como meras casualidades que otra ficción peor habría explotado. Aquí no hay periodistas carroñeros buscando una historia sensacionalista, pero sí un inspector de policía demasiado obcecado con su deber y que arrastra sus propias heridas de la huelga.

Los grandes activos de ‘Sherwood’ son esa voluntad por hablar de los traumas pasados y, por supuesto, un reparto que reúne a lo más granado de la interpretación de las islas.

Y, sobre todo, gente corriente atrapada en el silencio. Por ejemplo, Gary y su mujer viven al otro lado de la calle de la hermana de ella, su marido y el hijo adulto de este. Pero el marido fue uno de los esquiroles, así que las hermanas llevan años sin tener contacto.

Por otro lado tenemos a una mujer que se presenta a las elecciones municipales por el Partido Conservador, lo que se percibe como una afrenta en un lugar que peleó contra Thatcher hasta sus últimas consecuencias y que, tradicionalmente, ha sido laborista, y para rematarlo todo aparece un policía de Londres para ayudar en la investigación, pero que levanta nuevas ampollas por cómo actuó Scotland Yard para reprimir a los huelguistas que protestaban en la puerta de las minas.

El silencio y la reconciliación

Sherwood no es tanto un policiaco donde hay que atrapar al asesino, cuya identidad se revela con bastante rapidez, como uno donde lo que importa es la onda expansiva que sus actos envían al pueblo. No es ningún Robin Hood; como mucho, son los huelguistas de los 80 quienes podrían haberse arrogado esa comparación y es la sombra de lo que hicieron entonces la que sobrevuela toda la historia.

Tampoco hay un sheriff de Nottingham en el sentido de que no hay un villano fácilmente identificable (sí que hay una sheriff real, porque el cargo se mantiene en el siglo XXI), aunque sí hay un momento en el que la serie abre una trama que la emparenta ligeramente con Agenda oculta, una película de Ken Loach que, en 1990, se atrevía a tocar asuntos del conflicto norirlandés que tardarían dos décadas en hacerse públicos.

Sherwood Leslie Manville

Leslie Manville (‘The Crown’) en una escena de ‘Sherwood’.

Los grandes activos de Sherwood son esa voluntad por hablar de los traumas pasados y, por supuesto, un reparto que reúne a lo más granado de la interpretación de las islas, desde Adeel Akhtar, flamante BAFTA al mejor secundario por la serie, a David Morrissey, Lesley Manville, Joanne Froggatt, Kevin Doyle o Robert Glenister. Todos ellos acarrean el peso de las decisiones que tomaron durante la huelga, de la violencia desatada entonces y de la fractura irresoluble que los divide desde entonces. Ahí es donde James Graham establece su tesis: el silencio solo es caldo de cultivo para más violencia.

Si el pueblo de verdad quiere sanar de aquellas heridas, sus dos bandos tienen que hablar, que recordar y reconocer el sufrimiento de los otros. Los huelguistas están enfadados porque se sintieron traicionados; los esquiroles llevan a cuestas la culpa de que sus esfuerzos tampoco sirvieron para nada. Hace falta un joven encapuchado con una ballesta para que los fantasmas del pasado empiecen a perder su fuerza.

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