Crítica de '1923' (SkyShowtime): Ampliando el 'Yellowstone-verse'
Crítica de la primera temporada (SkyShowtime)

‘1923’: Ampliando el ‘Yellowstone-verse’

El spin-off de ‘Yellowstone’, plato fuerte de la plataforma SkyShowtime, juega con cartas parecidas a las de la serie madre, y se entrega al carisma de Helen Mirren y Harrison Ford para brindar un gozoso neo-western con el sello de su creador, Taylor Sheridan.

Ha habido cierto debate en algunos medios norteamericanos a propósito del punto de vista que propone Taylor Sheridan en una producción tan exitosa como Yellowstone (12 millones de personas vieron el primer episodio de su quinta temporada). También en sus spin-offs, 1883 y 1923, el que nos ocupa. ¿Son relatos marcadamente conservadores pensados para un público republicano, incluso trumpista (make America great again) o no? ¿Es ese espectador anclado en la ideología más rancia el que ha desencadenado el fenómeno?

Desarrollada en diversos contextos históricos en esas tres series, la saga de los Dutton, poderosos rancheros de Montana, se sustenta en aquellos sólidos viejos valores de familia, legado y posesiones; de la nostalgia por los tiempos pasados que siempre fueron mejores; de América, tierra de oportunidades; del hijo mío, algún día todo esto será tuyo. Pero también es obvio que si hay una constante temática en su creador, Taylor Sheridan, es la de evidenciar sin paños calientes el genocidio que el hombre blanco llevó a cabo contra los pueblos nativos. Un artículo de IndieWire utilizaba al respecto un concepto que también compra el arriba firmante: Caballo de Troya.

Taylor Sheridan sigue abundando en el maltrato histórico hacia los pueblos indígenas.

Partiendo de la base que ese público de derechas sea el que ha convertido Yellowstone y sus precuelas en un exitazo, ese mismo espectador de férreas convicciones no podrá cerrar los ojos ante los potentes misiles tierra-aire que el guionista lanza, en sus series pero también en películas como la estupenda Wind River (2017). Quizás por el tiempo que pasó integrado entre arapahoes y shoshones en una reserva india de Dakota del Sur, cuando se cansó de no encontrar trabajo como actor, Taylor Sheridan sigue abundando en el maltrato histórico hacia los pueblos indígenas.

En este sentido, uno de los tres arcos argumentales que estructuran la primera temporada de 1923 sigue la insoportable peripecia de Teonna (magnífica Aminah Nieves). Se trata de una apsálooke que, como tantos niños y adolescentes nativos desplazados a la fuerza, fue robada a su familia y a su tribu e ingresada en uno de esos internados del horror con los que el gobierno de los Estados Unidos y la iglesia católica trataban de lograr su conversión a la civilización, cambiándoles el nombre, prohibiéndoles hablar su lengua, cortándoles el pelo, imponiéndoles una disciplina brutal a base de palizas, cuando no abusos sexuales. Escuelas con cementerios adosados que contribuyeron al genocidio, y que la serie muestra con todo detalle. Así lo dicta la Historia.

1923 mantiene los conflictos de sangre y genes propios de un culebrón, pero apuesta por un acercamiento mucho más natural al western tradicional

Otra de las líneas narrativas troncales de 1923 se centra en las violentas luchas territoriales de Jacob Dutton (Harrison Ford), el patriarca, líder de la Asociación Ganadera de Montana. un hombre de pocas palabras y ceño permanentemente fruncido (el triángulo de la tristeza que diría Ruben Östlund), que añora aquellos viejos tiempos en los que un apretón de manos era el contrato más fiable, y los ataques y traiciones se solucionaban a puñetazos, a tiros o con una soga colgada de un árbol.

Un tipo al que empieza a afectarle el paso, y el peso, del tiempo (“¿quién es el viejo que me mira en el espejo? ¿cuándo ha pasado esto?”) y que permanece obsesionado en superar las crisis, la sequía, las plagas de langostas y el acoso de sibilinos empresarios sin escrúpulos (¡qué villano de altura borda Timothy Dalton, el capitalismo refina la maldad!), para mantener intactos su dignidad y su legado.

1923 parecería una serie de tiempos sin plataformas si no fuera por su empaque cinematográfico y por su veterana pareja protagonista de campanillas.

El tercer vértice del triángulo argumental nos lleva hasta Kenia. Allí es donde el torturado Spencer Dutton, sobrino de Jacob y veterano de la Primera Guerra Mundial, trata de superar sus traumas jugándose la vida como cazador de leones y hienas. Y donde cruzará su camino con una aristócrata inglesa, con la que el romance bigger than life está servido. La aparentemente extraña subtrama, con peligros en la sabana, animales CGI, naufragios y pista libre para la química de Brandon Sklenar y Julia Schlaepfer, acaba funcionando como un reloj. Así las cosas, la serie bascula con fluidez entre el western y las aventuras africanas con ecos de Las minas del Rey Salomón, Memorias de África y, sí, hasta de Titanic.

Si Yellowstone bebe de la icónica Dallas y se revela como un Succession con pistolas y caballos, 1923 mantiene los conflictos de sangre y genes propios de un culebrón, pero apuesta por un acercamiento mucho más natural al western tradicional, poniendo el foco en ese turbulento punto de inflexión histórico que impusieron el progreso y el conocimiento, la llegada de la electricidad, la consolidación del ferrocarril, los automóviles y las cadenas en las ruedas que limitan el efecto de la nieve, las lavadoras y la depilación femenina. Y con la Gran Depresión en el horizonte. Amenazas a una (no tan) moribunda forma de vida muy arraigada en los estados del lejano Oeste.

Extraordinariamente entretenida, con diálogos afinados (cada conversación, cada réplica ingeniosa, cada momento de intimidad, entre Harrison Ford y Helen Mirren son una gozada), trepidante y romántica, épica y heredera de la narrativa más clásica, y, como mandan los cánones, con un cliffhanger al final de cada episodio que obliga a ver el siguiente, 1923 parecería una serie de tiempos sin plataformas si no fuera por su empaque cinematográfico y por su veterana pareja protagonista de campanillas, por la escasa distancia moral entre héroes y villanos, y por la potente mirada tradicionalmente silenciada a las atrocidades de la colonización.

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